¡Ayuné
y oré delante del Dios de los cielos!
Pr Lic. Guillermo Sebastián Olivera
Nehemías 1:4 Cuando oí estas
palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante
del Dios de los cielos.
INTRODUCCION
La
historia del Antiguo Testamento se cierra con el libro de Nehemías en el cual
se registran las obras de su corazón en la administración de los asuntos
públicos, con muchas reflexiones devotas.
En
esta oración de confesión, Nehemías reconoce los pecados de Israel, pero al
mismo tiempo apela a la palabra del Señor, que había prometido tomar en cuenta
el arrepentimiento de su pueblo.
Nehemías
estaba preocupado por Jerusalén porque era la ciudad santa de los judíos. Como
ciudad capital de los judíos, representaba la identidad nacional judía y se
veía bendecida por la presencia especial de Dios en el templo. La historia de
los judíos estaba conectada con la ciudad desde los tiempos en que Abraham le
dio una ofrenda a Melquisedec, rey de Salem, hasta los días cuando Salomón
construyó el glorioso templo y a lo
largo de la historia de los reyes. Nehemías amaba a su tierra aun cuando había
vivido toda su vida en Babilonia. Quería regresar a Jerusalén para reunir a los
judíos y retirar la vergüenza de que los muros de Jerusalén estuvieran
destruidos. Esto glorificaría a Dios y restauraría la realidad y el poder de la
presencia de Dios entre su pueblo.
¿Cuántos
de nosotros, está dispuesto a glorificar a Dios a pesar de las dificultades?,
hoy día las dificultades parecen no terminar y nuestros muros se caen a
pedazos, ¿Nuestra fe se fortalece?, ¿Nuestra confianza se fortalece en Dios,
cada día?, ¿Estamos dispuestos a seguir confiando en nuestro Padre?
DESARROLLO
Usted no podrá reconstruir las
murallas de su vida si no ha identificado los problemas que le preocupan y que
pueden ser los causantes de su propia ruina... ¿Se ha fijado usted
detenidamente en alguna ocasión en las ruinas de su propia vida? ¿Se ha dado
usted alguna vez el tiempo suficiente como para meditar en lo que podría llegar
usted a ser bajo la dirección de Dios y lo ha comparado con lo que es usted?
¿Ha examinado usted las
posibilidades que Dios le ha concedido en su vida y se ha dado cuenta de lo
mucho que se ha desviado de ese potencial? Al igual que
Nehemías, ha recibido usted una palabra, en una forma u otra, acerca de la
desolación y la ruina que existe. Cuando Nehemías escucha este informe acerca
de Jerusalén, llora
y ora durante días enteros, mostrando su profunda preocupación y pena.
Por lo tanto Usted
logrará reconstruir las murallas de su vida cuando haya llorado primero por las
ruinas.
Nehemías
rompió a llorar cuando escuchó que el muro de Jerusalén seguía en ruinas. ¿Por
qué? Los muros significan muy poco en la mayoría de las ciudades de la
actualidad, pero en los días de Nehemías eran esenciales. Ofrecían seguridad
ante los ataques y simbolizaban poder y paz. Además, Nehemías se lamentaba de
que su pueblo, los judíos, hubieran estado paralizados por un edicto previo que
les había impedido reconstruir los muros.
Nehemías
estaba muy afligido por la condición de Jerusalén, pero no lo dejó así. Después
de su pena inicial, volcó su corazón en Dios y buscó la forma de mejorar la
situación. Recurrió a todos sus recursos de conocimiento, experiencia y
organización para determinar qué se debía hacer. Cuando le lleguen noticias
trágicas, ore primero. Luego busque la forma de actuar más allá de la pena y
tomar medidas específicas que ayuden a los que lo necesitan.
CONCLUSION
Hermanos
cristianos, estamos tratando de actuar, o estamos tratando de hacer lo que
hemos aprendido. Una iglesia que actúa es una iglesia que realmente crece como
Dios quiere que crezca y tú eres su iglesia, nunca debes olvidar esto, muchas
veces nos sentimos ajenos a la iglesia y la verdad que la iglesia somos
nosotros, la comunidad de creyentes.
La
iglesia es una estructura pero tú eres la iglesia del Señor hoy día. Tú eres la
iglesia que Dios está buscando hoy en día. Tu eres la iglesia que tiene que
decir: ‘Señor, yo quiero ir a reedificar los muros y las puertas quemadas de
las naciones y los pueblos que fueron destruidos y que están siendo destruidos
por el diablo.’
Pongamos
nuestro corazón delante del Señor, y de alguna manera podemos reflexionar en
esto. Solo nos vamos a sentar y llorar cuando tengamos que enfrentar
situaciones externas o internas? ¿O vamos a asumir una religiosidad típica
nuestra de arrodillarnos porque estamos ahí afligidos en ese momento? ¿O vamos
a tomar manos a la obra y vamos a actuar?
El
camino del Señor no es fácil, pero no lo tenemos que llevar nosotros. Es el
Señor el que va con nosotros. El Señor a nosotros no nos pide más de lo que
realmente podemos dar y no nos da más de lo que realmente nosotros podamos
llevar.
¡GLORIA
A DIOS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS, AMÉN!
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