1 Timoteo 6:11-12
Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y
sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual
asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos
testigos.
INTRODUCCIÓN
El apóstol
Pablo le escribe al joven Timoteo, y entre muchas cosas que sin duda hicieron
sacudir al corazón de éste joven predicador fueron las palabras que acabamos
de leer: “Oh hombre de Dios”. ¿Quién era Timoteo? Un joven que empezaba su
ministerio, alguien que sentía día tras día la indignidad de estar en el
ministerio y que no acababa de asombrarse que el Señor lo hubiese
puesto en obra tan extraordinaria como lo es la Obra de Dios.
Timoteo era
hijo de una Señora hebrea que se había casado con un griego, y como resultado
de ese matrimonio mixto, había nacido él. Un muchacho en el cual se pusieron
los ojos del más grande misionero de todos los tiempos, el gran apóstol
Pablo, el cual le había dicho que le acompañase en su viaje misionero porque
él creía que Dios le podía usar.
Los días y
meses habían pasado pronto, ahora Timoteo estaba a cargo de la Iglesia cuando
recibe una carta del apóstol Pablo, entre todas las cosas que le escribe le
dice: “Mas tú, oh hombre de Dios.” Sin duda alguna que esto le
hizo sentir un escalofrío desde la cabeza hasta los pies, le hizo sentir un
peso más grande de responsabilidad ya que alguien de mucho respeto le estaba
llamando “Hombre de Dios”. Por muchos días resonarían en sus
oídos y en su corazón las Palabras que había leído en esa carta “Hombre
de Dios”. Porque el título más honroso que se le puede dar a un
hombre es: “Hombre de Dios.”
Hay muchos
hombres de negocios, hombres de mundo, hombres de letras, hombres de
política, hombres de finanzas, hombres de deporte. Hay muchos hombres
de farándula, pero hay muy pocos hombres de Dios.
Lo que
nuestro mundo necesita no son hombres de negocios, ya hay muchos; no son hombres
de finanzas, ni de política, ya hay muchos que se pelean entre sí; ya no
necesitamos más hombres de deporte, ya no necesitamos más hombres de letra ni
de cultura, lo que necesitamos desesperadamente son hombres de Dios. La
iglesia debería de estar con toda la piedad y clamor pidiendo al Señor
constantemente: Señor, danos hombres de Dios.
Sí,
necesitamos nuevos edificios, necesitamos más recursos para ampliar nuestras
instalaciones y multiplicar nuestros ministerios, necesitamos muchas
cosas materiales pero sobre todas las cosas necesitamos hombres de Dios.
¿Sabe por qué no podemos hacer muchas cosas en la iglesia? Porque no
hay hombres de Dios. ¿Sabe por qué no podemos tener todos los ministerios
musicales? Porque no tenemos hombres de Dios que los ministren. Siempre
estamos sufriendo de vacíos en nuestras escuelas dominicales porque nos hacen
falta hombres de Dios. Necesitamos institutos bíblicos en cada una de las
iglesias locales para levantar obreros para la Obra del Señor, pero escasean
hombres de Dios que vengan a dar las clases. Nos hacen falta hombres de Dios
para las escuelas y seminarios bíblicos, para orfanatos y hospitales, para
casas cuna, para iglesias y misiones, para uno y mil ministerios que la
iglesia puede desarrollar.
El clamor que debe de salir del corazón de la iglesia debe de ser: Señor, danos hombres de Dios. ¿Quiénes serán los que van a
detener la inmoralidad? ¿Quiénes son aquellos que van a señalar el camino de
la verdad? ¿Quién va a enseñar a la familia la humildad, la sencillez, el
honor, el respeto y las virtudes? ¿Quiénes son los que van a proclamar el nombre
glorioso de nuestro Señor Jesucristo? ¿Quiénes son los que van a advertir a
las multitudes acerca del pecado? ¿Quiénes van a señalar la diferencia entre
lo que es de Dios y lo que no es de Dios? ¿Quiénes son aquellos que van a
responder las preguntas difíciles que se hacen en el seno de los hogares, y
las mentes inquietas que necesitan el conocimiento de Dios?
¡Claro que no serán los políticos! ¡No serán los hombres de negocios!
¡Serán los hombres de Dios! Lo que nuestros países hispanos necesitan no son
nuevos políticos, ni nuevos movimientos, ni nuevos grandes hombres que
dirijan la historia o la política, lo que nuestro país necesita, son hombres
de Dios.
Los hombres de Dios no se hacen en las iglesias; los hombres de Dios
no salen ni siquiera de los institutos o seminarios bíblicos, muchos de los
estudiantes salen peor que como entraron en su fe. ¿Sabe de dónde salen? Del
seno de los hogares cristianos, es ahí en donde están los futuros hombres de
Dios. Son aquellos hijos de miembros de las iglesias que probablemente son
cuidados en la sala de cuna, en los departamentos infantiles.
Si nosotros oramos porque el Señor nos dé hombres de Dios para nuestro
país, hombres de Dios para nuestra raza, pues ellos son los únicos que van a
hacer por la gracia de Dios la diferencia en el futuro. Es entonces cuando
van a suceder las grandes conferencias que necesitamos y las grandes iglesias
que esperamos ver en un futuro cercano.
Los pastores estamos buscando por doquier hombres de Dios que vengan a
ayudarnos a levantarnos los brazos, que nos ayuden con los ministerios
que tenemos a cuestas, hombres valientes y decididos, hombres esforzados,
hombres fieles a toda costa, pero tienen que ser hombres de Dios.
Quisiera que cada uno de los hermanos que constituyen o representan
una iglesia, al leer esto terminaran con una gran carga en su corazón y
oraran: Señor, te ruego que hagas de mi hijo un hombre de Dios.
Todavía los hermanos y las hermanas de nuestras iglesias, tienen miedo
de pensar que uno de sus hijos se vaya a dedicar al ministerio. Están
pensando que sus hijos deben tener un buen puesto en la sociedad y en la
economía para que los saquen de una vez de la pobreza.
¡Estudia! El mundo es de los audaces. Les dicen los padres a los
hijos. Tienes que estudiar para que no seas pobre como yo, tienes que
esforzarte en la escuela para que salgas adelante y un día nos saques de ésta
condición pobre en que siempre hemos vivido; para que no vivas en el rancho
como yo viví. Y no pasa por su mente ni la remota idea que lo que debe
preparar no es un hombre que va a encumbrarse en lo económico sino, un hombre
de Dios.
Necesitamos un ejército de hombres de Dios que prediquen con poder,
que enseñen con poder, que defiendan la verdad con poder, que oren con poder,
que proclamen con poder la verdad, que señalen con valentía, que frenen el
pecado, que se paren delante de reyes, políticos y presidentes con el poder
de lo alto. Nadie lo hará, a menos que sea un hombre de Dios. Nos hacen falta
hombres de Dios.
En Argentina y el mundo entero hubo grandes hombres de Dios, pero se
están extinguiendo, están pasando. De los que hoy quedan, muchos viven un
evangelio a medias y enseñan una verdad distorsionada de la biblia, se han
comprometido con movimientos modernos, predican sobre un evangelio de la
prosperidad y han caído en las garras del pecado y de la inmoralidad. Señor,
danos hombres de Dios.
Ustedes y yo somos los únicos que podemos comprender esta verdad
indiscutible, no vamos a orar: Oh Señor, danos un cambio, un cambio en la política,
un cambio en finanzas del país. Oh Señor, impide las cosas que están pasando
en las guerrillas y en los movimientos multitudinarios. Señor, detén tanta
injusticia y tanta impiedad, narcotráfico e inmoralidad. ¿Sabe quién es el
que va a detener todo eso? Hombres de Dios que vayan a los pueblos y ejidos,
aldeas y grandes ciudades con el poder de lo alto a predicar. Necesitamos
pedir por hombres de Dios. Las mujeres deben de tener en su corazón y en su
pecho la profunda convicción que la sagrada tarea que le ha sido asignada es
forjar de ese muchacho un hombre de Dios. Criar como Loida a Timoteo, un
hombre de Dios.
A veces nosotros creemos que los hombres de Dios vienen del planeta
Marte, o que vienen de ciudades muy grandes como Chicago o Nueva York con una
personalidad arrolladora. No sabemos que los hombres de Dios, el Señor los
quiere levantar de entre nuestros chiquillos latosos que nadie aguanta. Los
papás debieran tener un profundo sentido de responsabilidad y sentir en sus
espaldas una inmensa carga de saber que lo que ellos no hicieron por su
ignorancia, porque andaban en idolatría, en borracheras, en adulterio y en el
pecado que vienen arrastrando, el cual les impide predicar con poder, no
pudieron hacer porque ya están viejos y cansados, lo pueden hacer sus hijos,
si se dedicaran a criar en cada uno de ellos, un hombre de Dios.
No es cierto que va a venir un rayo del cielo con una tremenda
descarga de quién sabe cuánta potencia y se va a poner sobre el muchacho más
sobresaliente, sobre el más distinguido, sobre el más elocuente de la
congregación, y de él se va a levantar automáticamente un hombre de Dios. No
es así. Los hombres de Dios salen del seno de los hogares de hombres y
mujeres que tienen en su corazón una profunda carga por las almas perdidas y
se dan cuenta que el tiempo pasa precipitadamente y sus hijos están creciendo
y desarrollándose. Cada padre y cada madre deben saber que ese muchacho les
ha sido dado por Dios para que sea un hombre de Dios en toda la extensión de
la palabra.
Imagínense si de cada uno de nuestros hogares se levantasen dos, tres,
cuatro, o cinco hombres de Dios para ir a predicar, entonces veríamos
avivamiento, entonces tendríamos esperanza para nuestro país, entonces
dejaríamos de preocuparnos de que algún patán tomó el poder, de que alguna
persona quiere hacer el papel de Fidel Castro, de que alguna guerrilla se va
a levantar. Si tenemos hombres de Dios hay esperanza porque el hombre de Dios
va a predicar al Cristo vivo. Nuestros países necesitan hombres de Dios.
¿Sabes por qué hay tantos fracasos, tantas metas no alcanzadas en
nuestras iglesias? Porque no hay hombres de Dios. ¿Sabes por qué nuestras
escuelas dominicales no son lo poderosas que pudiera ser? Porque no hay
hombres de Dios. ¿Sabes por qué tenemos que echar mano de mujeres y ponerlas
en sitios que no deberían estar? Porque escasean los hombres de Dios en todas
nuestras iglesias.
Usted me puede dar la razón en este asunto y creo que no me puedo
equivocar pero en todas nuestras iglesias, hay señoritas que pasan ya
la edad de 25, 27, 30, 35 años que ahogan en su pecho un grande clamor por
matrimonio. Y sabe ¿cuál es la razón que no se casan? Porque no hay
hombres de Dios. Los muchachos se fijan en las más bonitas, en las más
atractivas, en las más coquetas aunque no sean espirituales, sencillamente
con que reúnan requisitos que el mundo ofrece. Y las muchachas que son
valientes, consagradas, fieles al Señor, están con lágrimas en su corazón, y
muchas veces a solas lloran porque no hay hombres de Dios. Nos hacen falta
hombres de Dios.
Piense en su hijo, piense en ese chiquillo, bebé quizá,
adolescente o joven, tal vez confundido, tal vez rechazado, tal vez usted no
sabe ni cómo disciplinarlo, créame que Dios quiere hacer de él un hombre de
Dios, él puede llegar a hacer un hombre de Dios, si usted se concentra en
eso, se dedica con toda su pasión, con toda su alma, con todo su ser y le
ruega a Dios: Señor, levanta de entre mis hijos hombres de Dios. Hombres
de Dios para que se casen con mujeres de Dios, y engendren hijos que sean
hombres de Dios y mujeres que sean mujeres de Dios para que se casen con
hombres de Dios y engendren hijos que sean hombres de Dios. Sí, eso es lo que
necesitamos: Hombres de Dios. Recuerde que nosotros somos el arco, los
hijos son las flechas, Dios es el arquero, y entre tanto que el arco no
permita que el arquero lo estire al máximo, las flechas no saldrán
disparadas para lograr el propósito que el arquero tiene. El arco nunca va a
poder llegar a donde las flechas pueden llegar. La mayoría de ustedes no
podrán llegar a donde sus hijos podrán llegar.
En el Antiguo Testamento hubo grandes hombres, pero para que el Señor
le llamara varón de Dios a un hombre, no fue cosa fácil. El primero fue Moisés,
y antes de Moisés hubo muchos, muchos personajes sobresalientes, hombres que
como Abraham eran llamados amigos de Dios. Pero para que el Señor le llamara
varón de Dios, tuvo que llegar un Moisés. Después vinieron otros,
hubo un Samuel. Entre Moisés y Samuel hubo muchos, pero, varón de Dios,
ese título, solamente se le da a Samuel que era profeta, sacerdote y
juez, un varón de Dios. Después de Samuel vinieron muchos, muchos hombres
grandes, poderosos, impresionantes, talentosos, profetas, siervos sin duda
alguna, pero no fue hasta que vino Elías que el Señor dijo: Varón de Dios.
¿Dónde están los varones de Dios hoy en día? Están buscando títulos
honoríficos; buscando engrandecer su nombre; buscando satisfacer sus pasiones
y sus lascivias entre las hermanas de la iglesia; buscando la pornografía en
el Internet; paseándose entre el orgullo, la vanidad y las riquezas, como
cualquier pagano, como cualquier humano, como cualquier incrédulo, a menos
que caiga sobre nosotros una profunda carga de responsabilidad, clamar que el
poder de Dios nos transforme en verdaderos hombres de Dios, hombres
valientes, hombres que vayan, que desafíen y se enfrenten, que prediquen y no
se acobarden, y señalen el pecado por su nombre, con amor pero con autoridad,
con respeto pero todavía con autoridad, hombres en toda la extensión de la
palabra. Salen los muchachos de los seminarios diciendo: Yo te voy a enseñar
a ti cómo se hace una iglesia. Esos no son hombres de Dios. Analiza tus
causas y tus propósitos, Dios quiere varones de verdad.
Después vino David, un varón conforme al corazón de Dios. Y no hay
muchos, no hay hombres de Dios en grande cantidad en el Antiguo
Testamento; hasta que vino el Hijo del Hombre, El Varón Perfecto, Jesús El
Hijo de Dios, y se hizo hombre, predicó, y enseñó, y alzo su voz,
y se puso frente a los fariseos y les dijo: escribas y fariseos:
¡Hipócritas!, sepulcros blanqueados. Y alzó su voz, señaló El camino y fue a
la cruz. Y el Hijo del Hombre murió; fue a la sepultura, se levantó llevando
cautiva la cautividad, se trajo las cadenas de la muerte y del infierno y
proclamó victoria. Luego apareció a muchos, ascendió al cielo, nos
envió su Santo Espíritu, y desde entonces cualquiera que se deje guiar por su
Santo Espíritu a través de ésta Palabra puede ser un hombre de Dios.
¿Quién era Timoteo? Un muchacho, un chiquillo que nadie daba un
centavo por él, quizá un acomplejado, un tímido, tal vez alguien que nadie
esperaba que sobresaliera, pero tenía una abuela y una madre que le
transmitieron la fe, le enseñaron la piedad, la fe sincera, la fe no fingida,
le guiaron al límite de sus fuerzas.
¿En qué se conoce un hombre de Dios? ¿Qué se necesita para tener
hombres de Dios en nuestra vida, en nuestras iglesias en nuestras familias?
En el Antiguo Testamento los hombres de Dios estaban entre los
profetas, sacerdotes y príncipes de las tribus de los pueblos de Israel. En
el Nuevo Testamento las puertas se abren de par en par para que cada uno de
los creyentes sean hombres de Dios.
2 Timoteo 3:16-17 señala: Toda la Escritura es inspirada por Dios,
y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra. Quiere decir que toda persona que es instruida,
enseñada, corregida por la Palabra de Dios es un hombre de Dios. La Escritura
nos ha sido dada en toda su plenitud. En la antigüedad no se tenía toda la
revelación de la Palabra de Dios, por eso es que había profetas y sacerdotes,
pero una vez que el Señor Jesucristo consumó su obra, entonces el varón puede
ser hombre de Dios, porque tiene la Palabra de Dios.
Voy a mencionarle tres cosas que son las que caracterizan al hombre de
Dios.
1.- El varón de Dios es conocido por las cosas de las cuales huye.
1 Timoteo 6:11 Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y
sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. ¿De qué
huye un varón de Dios? 2 Timoteo 2:22 Huye también de las pasiones juveniles, y sigue
la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan
al Señor.
La primera cosa de la que un hombre de Dios debe de huir es: De las
Pasiones. Hermanos, la sociedad está siendo presa de sus desenfrenadas
pasiones, de los dictados de sus pasiones, de las lascivias de sus pasiones,
del desenfreno de la carne; y el varón de Dios se distingue de eso, que huye
de las pasiones. ¿Qué quiere decir eso? Que debemos de tener sumo cuidado de
las cosas que permitimos que nuestros hijos estén recibiendo, porque la
mayoría de las cosas alimentan las pasiones de la carne. Este mundo es presa
de Satanás, dice la Biblia que Satanás es el príncipe de este mundo, yo le
aseguro que detrás de la TV no está Dios, Dios no está conduciendo Telemundo,
ni TV Azteca, ni Televisa, Dios no está gobernando los programas, Satanás es
quien les dice a esos programadores: Pon esto ahora, pon esto otro. Satanás
es quien está detrás de todo esto. Entonces, por qué no tenemos cuidado de
este asunto. Debemos tener cuidado hasta de la educación que se le dan a
nuestros hijos. Las escuelas y la educación no es lo que hace que un hombre
huya de las pasiones, con tanta sexualidad pervertida que se enseña. Y no es
obligación de las escuelas encargarse de eso, sino de los padres. Los padres
deben enseñar a sus hijos a huir de las pasiones. En las escuelas ni siquiera
nos dejan que estudiemos la Biblia. Hay una influencia demoníaca, satánica y
diabólica detrás de cada una de las organizaciones de este mundo; este mundo
está penetrado y compenetrado con toda la intención de Satanás para arrebatar
a la gente de la fe, de la piedad, de las buenas obras, de la santidad, de la
pureza, de la humildad y de todas esas cosas que son buenas dice la Biblia.
Las cosas más indispensables, las más elementales de la vida como son, el
respeto, el amor y la obediencia están siendo arrebatadas de nuestros hijos
desde las caricaturas hasta las universidades. Si usted deja a sus hijos ver
la TV y sobre todo los programas de caricaturas, usted no va a tener hombres
de Dios el día de mañana, va a tener hombres apasionados de la carne,
desenfrenados, violadores, hombres irrespetuosos de sus mujeres,
irresponsables, hombres que no van a tener respeto por la moral, por la
dignidad, por la castidad, por la pureza, hombres que no tendrán respeto de
la virginidad de las mujeres porque el diablo les está arrebatando eso
lentamente.
Huye de las pasiones juveniles, huye, porque están por todas
partes por todos lados. No hemos venido a este mundo para pasarla bien, no
estamos de vacaciones, un día vamos a tener nuestra eternidad para descansar,
aquí estamos para escapar de las garras del diablo y forjar hombres para Dios
que anuncien el Evangelio de Jesucristo, que es la única esperanza. La gente
está muriendo y, ¿sabe a dónde se va? directito al infierno, a menos que
Cristo sea su Salvador. Y ¿saben por qué? porque no hay hombres de Dios que
prediquen el Evangelio. Hoy en día, las verdades más esenciales y más básicas
del Evangelio se están pisoteando, se está anunciando un Evangelio adulterado
en las congregaciones. La salvación ahora no es solamente por la fe, se
levantó en los Ángeles CA. un líder anunciando que la sangre de Cristo no era
lo importante, que lo importante era la cruz, y confunden a la gente, porque
hacen falta hombres de Dios que prediquen la verdad.
Los púlpitos de hoy están siendo dirigidos por obra de Satanás,
poniéndolos en las manos de hombres corruptos de entendimiento, hombres que
están vendiendo la verdad del Evangelio, que tienen vidas inmorales y sucias,
aun los tenemos cayendo en la homosexualidad. Tan cierta es la Palabra de
Dios cuando dice que la maldad aumentaría, y que engañaría hasta los
escogidos. Eso debería consagrarnos más, abrazar más la fe y el Evangelio, y
preparar hombres de Dios porque los hombres de Dios se están muriendo. No se
imagina usted la gran cantidad de pastores adúlteros que hay en los púlpitos.
Las mujeres están tomando el liderazgo en las iglesias, ¿y saben por qué?
Porque no hay hombres de Dios, y eso debería avergonzarnos.
El hombre de Dios huye del AMOR AL DINERO. 1 Timoteo
6:10 porque
raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se
extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
¿Saben por qué los jóvenes no asisten a las iglesias en nuestros días?
porque su anhelo es el dinero, les importa más ganar dinero. La mentalidad de
la gente es que debes de estudiar para ganar dinero. No se van al campo
misionero porque no hay dinero, no se consagran al Señor Jesucristo para
vivir vidas puras porque no hay dinero, el mundo sí se los ofrece; hay más
dinero haciendo cosas chuecas, hay más dinero transgrediendo la ley, hay más
dinero haciendo las cosas fáciles. Pero el hombre de Dios huye del amor al
dinero. Debemos quitarnos la mentalidad de inculcar hombres de dinero para el
día de mañana. Dios puede darnos dinero, Él tiene todo el oro del mundo en
sus manos, pero esa no es la razón por la cual estamos aquí, Dios bendice y
nos provee del dinero para vivir.
2.- El varón de Dios es conocido por las cosas a las cuales sigue.
Primero dice: sigue la justicia. ¿Qué es la justicia? Es
el sincero deseo de hacer lo correcto en todo tiempo. El varón de Dios no
pregunta ¿cuánto me vas a pagar por hacer eso? Pregunta ¿es correcto eso? No
pregunta ¿qué gano con esto? Antes que eso él pregunta ¿es correcto lo que me
estás pidiendo que yo haga? Este mundo está tan lleno de cosas injustas que
todos estamos hasta la coronilla de tanta corrupción, de tanta injusticia. La
justicia sale torcida, y no solo en nuestro país sino en el mundo entero, y
los hombres de Dios que siguen la justicia están escaseando. Enseñémosles
entonces a nuestros hijos e hijas el hacer lo correcto. Sigue la justicia, la
piedad; mientras la justicia es lo que uno hace, la piedad es lo
que uno es, es lo interno de la justicia. Justicia es hacer lo correcto.
Piedad es lo que uno tiene dentro, correcto o incorrecto. Una persona de
piedad va a hacer las cosas justas. Sigue la justicia, sigue la piedad, no
nos preocupe solamente lo que hacemos sino lo que somos. A Dios le importa
más lo que eres que lo que haces, porque una vez que eres justo, harás lo
correcto. Muchas veces no hay compatibilidad con lo que hacemos y con lo que
somos porque por un momento podemos hacer cosas buenas pero pronto se va a
revelar lo que realmente somos. No basta decirle al hijo: Hijo, hoy pórtate
bien. Y en la tarde: ¿Te portaste bien? ¿Sí? Está bien. Eso bueno, pero eso
no es todo. Tarde o temprano va a salir lo que realmente tu hijo es. Le
decimos: Hijo, si tú haces lo bueno te voy a dar un premio. El va a hacer lo
correcto, y lo estamos animando a hacer lo correcto, y eso está bien, pero
tarde o temprano se va a revelar lo que verdaderamente es, porque entre
la adolescencia y la juventud el hombre revela lo que realmente es.
Porque el varón no solamente sigue lo que hace, sigue la justicia,
sigue la piedad, sigue la fe; la fe es lo que uno tiene.
Hay muy pocos hombres que siguen la fe. Nuestra fe debe distinguirnos en todo
y por todo, en carencias, en necesidades, en enfermedades y en problemas. Un
varón de Dios es aquel que sigue la fe, que crece en la fe, que procura la fe
y escoge el camino de la fe. Siempre confía en lo que Dios dice, siempre
depende de lo que Dios dice, y la Palabra de Dios es lo que produce fe.
Cuando tenemos en nuestras manos la revelación completa y total de Palabra de
Dios, íntegra de pasta a pasta, tenemos toda la herramienta necesaria para
ser hombres de fe.
El varón de Dios se conoce por las cosas que sigue. Sigue el
amor. El amor es lo que uno da. Todas vuestras cosas sean
hechas con amor. Cuando dice que sigue el amor por supuesto está hablando del
amor de Dios, no el amor apasionado de este mundo, no del amor erótico que el
mundo ofrece, está hablando del amor de Dios, el amor por Dios
y el amor en Dios. El amor a Dios es el primer y más grande
mandamiento, y debiéramos preocuparnos mucho por amar a Dios. Hoy en día se
proclama mucho del amor; hay que amar a todo mundo. Hay que amar a los
árboles, hay que amar a los delfines, a los tigres, a las ballenas, y a
muchos otros animales que están en peligro de extinción. Así como amas a los
homosexuales ama a los gusanos, a las lombrices, a los caracoles. Pero cuando
se dice: Yo amo a Dios. La misma gente nos señala como fanáticos. ¿Qué es lo
que pasa? Amen a todo, menos a Dios. Este mundo se encuentra de cabeza.
¡Cuidado jóvenes universitarios! Que no se te suba a la cabeza la universidad
y tu título porque grande, solo Dios. ¡Cuidado con las filosofías que te
enseñan en la escuela! No todo es verdad. Tiene que ser probada por la
Palabra de Dios toda enseñanza, porque en Cristo están escondidos los tesoros
verdaderos de la sabiduría y del conocimiento.
Yo estoy en contra de los Derechos Humanos, que gritan y publican el
dar amor a todos, porque ellos arrebatan la fe, la humildad, la obediencia,
la sencillez, la dependencia de Dios. Le hacen a la gente creer que es de
gran valor, que es lo máximo, y no es así, la Biblia nos dice que somos como
gusanos, consumidos en nuestros delitos y pecados, que el intento de nuestro
corazón es de continuo solamente el mal. Y ¿qué derecho hay en esto? El único
remedio es Jesucristo quien levanta al hombre de su condición podrida,
del polvo, y lo pone en una posición de dignidad, eso es el Evangelio de
Cristo. Y hacen falta hombres que lo prediquen. Cristo es el Salvador, es el
único derecho que tenemos, amarle a Él con todo nuestro corazón y con todas
nuestras fuerzas. El único derecho que nos asiste es depender de Él en todo y
por todo.
El hombre o la mujer de Dios se conocen por las cosas que sigue, sigue
la piedad, la justicia, la fe, el amor y sigue la paciencia. La
paciencia lo que uno lleva. ¿Qué sería de nosotros si no hubiera hombres
que predicaran con paciencia la Palabra de Dios? Yo doy gracias a Dios por
todos ustedes que se mantienen fieles al Señor, pero más de uno y más de una
docena pisa con sus hechos lo que nosotros predicamos. ¿Y sabe qué
hermano? Dan ganas de dejarlo todo,
tantos años predicando y enseñando la Palabra de Dios para que los hermanos
sigan en sus caprichos, no vale la pena. Pero el hombre de Dios sigue la
paciencia.
Papá, predica tu fe en el Señor con paciencia. La paciencia da fruto. ¿De qué sirve lo que estamos
predicando?— Sirve de mucho porque habrá alguno que siga fiel. La Palabra de
Dios promete no volver vacía.
El varón de Dios sigue la paciencia pero también sigue la
mansedumbre, y así como la paciencia es lo que uno lleva, la
mansedumbre es lo que uno puede. El varón de Dios tiene que ser manso,
los padres tienen que ser mansos. Cristo dijo: Aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón. ¿Quién fue Moisés? Un varón de Dios, el
primero de los mencionados en la Biblia, el hombre más manso de toda tierra.
Si hay algo que distingue sobremanera al varón de Dios es su mansedumbre. El
hombre de Dios tiene la capacidad de destruir, tiene poder de hacer que fuego
caiga del cielo usando una sola expresión; pero tiene mansedumbre, trata con
amor a sus hijos, trata con amor a sus ovejas, las trata con paciencia y
perseverancia.
Joven y señorita, no te cases si no es con un varón de Dios porque vas
a sufrir, y déjame decirte una cosa, no hay varones de Dios intermedios, o es
de Dios o no es Dios.
3.- El varón de Dios es conocido por las cosas por las cuales pelea.
1 Timoteo 6:12 Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de
la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena
profesión delante de muchos testigos.
Judas 3 Amados, por la gran solicitud que tenía de
escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros
exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada
a los santos.
¿Por qué cosas peleamos? El varón de Dios pelea la buena batalla, no
pelea por más terreno en el vecindario, no pelea por las cosas livianas
pasajeras de este mundo, el varón de Dios pelea por la fe, contiende por la
fe, pelea por la justicia, por la rectitud, por el amor de Dios, por la
santidad y por las cosas que valen la pena. Pelea la buena batalla de la fe.
Muchos pelean el territorio del narcotráfico, un puesto en el gobierno para
ganar más dinero y no para servir a la gente, pelean por posición en la
educación, en la cultura y en las artes. El varón de Dios pelea la batalla de
la fe porque eso es lo único que va a permanecer. Hermano cuando se agrede el
nombre de Cristo, ¿te cala o te duele? ¿Defiendes la Fe? ¿O se pueden burlar
de Cristo o de la Biblia y de los hermanos delante de ti? No eres un varón de
Dios.
El varón de Dios pelea la batalla de la fe. No quiero decir que
agarres a golpes a las personas blasfemas pero que haya una voz que defienda
la fe. Vea usted las cosas que el mundo defiende: Paneles en las
universidades en la ciudades en los centros sociales en la televisión,
defendiendo la homosexualidad, defendiendo los derechos de no se quien y
¿quién defiende la fe? Nos ha tocado en los paneles de la televisión a
pastores. Los ridiculizan los psicólogos, los psiquiatras, los estadistas.
Los políticos son los grandes y el pastorcito allí esta diciendo: Si,
yo creo que la Biblia es la... y no termina aun de decirlo cuando todos los
demás se le van encima, burlándose y diciendo: Nada que la Biblia es la
Palabra de Dios, eres un ridículo. Ellos son gente que defienden las
creencias de este mundo.
Yo tengo una pregunta que hacerles: ¿Qué has hecho con tu filosofía,
adonde te ha llevado tu criterio, mira al mundo que has creado? Déjame
enseñar la Palabra de Dios en la sociedad y veras la clase de sociedad que
vamos a tener: Respetuosa, honrosa, digna. Pero cuanto más desechan este
libro, mas podrido estamos en todo lo moral en esta sociedad.
Dios no puede bendecir a un país que se pierde en la idolatría
hipocresía e inmoralidad, no puede. Porque la bendición viene de arriba. ¿Cuál
es la esperanza para los países, para las generaciones? y ¿Dónde está la
esperanza para nuestras generaciones venideras? Hermano, ¿sabe dónde está?
Está en los varones de Dios, en esas mujercitas que se casen con los varones
de Dios y engendren hijos e hijas que vallan en el camino del varón de Dios.
¿Cuál es el anhelo de tu vida? ¿Por qué sacas la espada? ¿Cuáles son
las cosas que ves como agresivas y peligrosas delante de ti? Eso te distingue
entre un varón de Dios y un varón del mundo. Hacen falta varones de Dios,
vamos a criarlos, vamos a enseñarles.
Los ataques y agravios en contra de la Palabra de Dios va a encontrar
oposición solamente cuando se encuentren con un varón de Dios que defienda la
fe.
Para ser un varón de Dios hay que ser decidido y valiente, el día de
mañana que nuestros hijos al vernos partir a la presencia del Señor puedan
decir mi papá era un varón de Dios y en vez de ponerle cruces y en vez de
escribirle en el epitafio descanse en paz, mejor que diga en la lápida: varón
de Dios.
Y si hasta ahora no hemos tomado en cuenta las medidas necesarias para
formar varones de Dios, hay que empezar a hacerlo.
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domingo, 30 de septiembre de 2012
HOMBRES DE DIOS
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