Sea el nombre de Jehová bendito
Pr Lic. Guillermo
Sebastián Olivera
Job 1:21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová
bendito.
Bien
podemos decir que la paciencia es una gran virtud, porque realmente lo es;
puesto que son muy pocos los que conocen el significado de la palabra
"paciencia," podemos deducir que valorarnos escasamente el ser
pacientes y tener esta virtud de la cual tanto nos asimos. Ahora Dios, siendo
tal indiferencia de parte de los hombres quiere poner ante sus ojos aquello que
nos es tan necesario. Porque si no fuésemos
pacientes, nuestra fe se habría desvanecido, puesto que no se la puede mantener sino por este medio.
Job
se humilló bajo la mano de Dios. Él razona a partir del estado corriente de la
vida humana, cosa que describe. Nada de los bienes de este mundo traemos al
mundo sino que los recibimos de otras personas. Job queda reducido a su primer
estado con todas sus pérdidas. Él está justo donde debería haber estado al
final y sólo es despojado o, más bien, descargado un poco antes de lo que él
esperaba. Si nos sacamos la ropa antes de irnos a la cama, es poco conveniente,
pero puede soportarse mejor cuando es casi hora de acostarse. De la misma
forma, quien dio, quitó. Vea cómo Job mira por encima de los instrumentos y
mantiene fijos sus ojos en la Primera Causa. Las aflicciones no deben
desviarnos de la religión sino estimularnos a ella. Si miramos al Señor en
todos nuestros problemas, Él nos sostendrá.
El
Señor es justo. Todo lo que tenemos es por Su dádiva; nosotros lo perdimos por
el pecado y no debiéramos quejarnos si Él nos quita una parte. El descontento y
la impaciencia acusan de necedad a Dios. Job vigiló cuidadosamente contra ellos
y, así debemos hacerlo nosotros, reconociendo que como Dios ha hecho lo bueno
pero nosotros hemos hecho lo malo, asimismo Dios ha hecho sabiamente pero
nosotros hemos hecho muy neciamente. Y que la maldad y el poder de Satanás
hagan más precioso para nuestras almas a ese Salvador que vino a destruir las
obras del diablo; Aquel que por nuestra salvación sufrió de parte de ese
enemigo muchísimo más de lo que sufrió Job, o de lo que podemos pensar.
Ahora,
dice que se levantó Job y rasgó sus ropas,
que se rasuró la cabeza y que se postró en tierra para humillarse ante Dios. Aquí
vemos, en primer lugar, que aquellos que son pacientes saben cómo llevar una aflicción, puesto que
sienten disgusto y angustia en su corazón; porque si fuésemos como un tronco de árbol o una
piedra, no habría virtud en nosotros. ¿Acaso es digno
de ser alabado un hombre que no es consciente de su enfermedad? Ciertamente,
vemos a un débil mental
riéndose, burlándose de todo el mundo, a
pesar de estar al borde de la tumba; es una persona
inconsciente de su enfermedad. Esto, pues, no merece ser considerado o tenido
en cuenta como virtud, puesto que es estupidez; a veces las bestias brutas no
sienten nada, y no por eso son virtuosas. De manera entonces, notemos que la
palabra "paciencia" no significa que los hombres deban ser
mentalmente disminuidos,2 que no deben sentir tristeza, que nunca se deben
sentir ofendidos cuando experimentan alguna aflicción; virtud es cuando son capaces de dominarse y controlarse de tal modo que no cesan de alabar a Dios en
medio de todas sus aflicciones, que no son abatidos por la angustia ni tan
absorbidos por ella que renuncian a todo; que, en cambio, luchan contra sus
pasiones hasta poder aceptar la buena voluntad de Dios para concluir como Job lo
hace aquí, diciendo que Dios es totalmente justo.
Eso
es lo que debemos notar cuando dice: "Job rasgó sus ropas y se rasuró la cabeza." Esto era una costumbre en los países
orientales, como también sabemos que había otras ceremonias en aquellas regiones que no existen en los países fríos donde nosotros vivimos. Porque cuando ocurría algo que
podía despertar gran enojo en los hombres, rompían sus ropas como señal de congoja. Suficiente a este respecto. Entonces, cuando Job
rompe su ropa y se rasura la cabeza, lo hace en señal del dolor que le sobrevino. Ahora, es cierto que su conducta no era de ninguna manera fingida, como
frecuentemente la de aquellos que se quieren disfrazar y se ponen máscaras para que nadie sospeche que tienen profunda tristeza, y para
no dejar de reír en su corazón.
Job no usó de semejante hipocresía. Sepamos
entonces, que cuando hubo rasgado sus ropas y rasurado su cabello, era por la
angustia y la ilimitada amargura, y que cuando se postró en tierra, lo hizo en señal de otro testimonio. Sin embargo, pareciera aquí que Job da
rienda suelta a su tristeza, lo cual habría sido un defecto condenable. Porque sabemos que los hombres son demasiado excesivos y desbordantes en sus pasiones.
Porque si bien se contiene y se corrigen a sí mismos tanto
como pueden, sin embargo no dejan de salirse de sus límites; no hay nada más difícil que
controlarnos de tal manera de mantenernos a nosotros mismos bajo control y en orden. Vemos que la gente no sabe regocijarse sin estar
demasiado festiva. La amargura o tristeza es una pasión mucho más violenta que descarría a las personas mucho más
que la alegría.
Así que, entonces, debemos estar en guardia siempre y toda vez que
Dios nos envíe alguna adversidad, porque es allí donde solemos descontrolarnos más. Ahora, dice aquí que Job
rasgó sus ropas; como si quisiera
incentivarse a estar más triste de lo que estaba, porque un
hombre, al verse tan desfigurado, se asombra de su
propio aspecto, y luego, tocante a su cabello, se podría decir que buscaba elementos para
aguijonearse a sí mismo y ayudarse en su congoja, y que él mismo se estaba llevando a la desesperación. Lo cual (como he dicho) sería condenable; sin embargo, notemos en primer lugar, que la escritura aquí quiere expresarnos que la tristeza de este santo hombre era tan grande y tan vehemente que no pudo
consolarse y que fue más allá de la costumbre normal, rompiendo sus ropas, para mostrar que
experimentaba tal angustia y que estaba acongojado hasta lo más
profundo de su corazón. Esto es lo que las escrituras quieren expresar. Ahora bien, aunque los hombres tienen que estar
atentos para no ser avasallados por la tristeza cuando están en aflicciones, no obstante deben reflexionar cuando Dios
envía algún mal. Porque la forma común de rechazar cualquier prueba es muy perniciosa; pero ese es
el modo en que se han conducido a este respecto;
cuando quisieron practicar la paciencia extinguieron todos los pensamientos
referidos a sus males, los expulsaron lejos, se apartaron de ellos; en breve,
aspiraron a tal estupidez como es la de no poder discernir nada.
La
boca de los hombres exhala blasfemias tan horribles, y muy pocos piensan en
ellos. Sin embargo, el Espíritu Santo
quiso decirnos que si queremos glorificar
a Dios y bendecir adecuadamente su nombre, debemos estar persuadidos de que
Dios no hace nada sin razón. Entonces, no le atribuyamos crueldad ni
ignorancia, como si hiciera las cosas por despecho
e inadvertidamente; reconozcamos en cambio, que en todo y por todo, él procede con admirable
justicia, con bondad e infinita sabiduría,
de modo que solamente hay absoluta rectitud en
todo lo que hace. Ahora, es cierto que hay aquí
un asunto que dilucidar, esto es, ¿cómo reconoció Job que Dios le había quitado
lo que le fue llevado por los ladrones; es algo que nos parece muy extraño, pero lo que no podemos explicar ahora, lo dejaremos para
mañana. Es suficiente con haber demostrado que si
somos afligidos no hemos de pensar que ello ocurre sin razón, sino que Dios tiene
una buena causa para hacerlo. Y toda vez que estemos en pruebas y angustias
volvamos corriendo a él, oremos a él que nos dé la gracia de
reconocer que en este mundo nada nos ocurre sin que él los disponga; y de estar convencidos que él dispone todas las cosas de tal manera que todo redunde para nuestra
salvación. Y cuando tengamos ese convencimiento nos ayudará
a llevar pacientemente las aflicciones que él nos mande. También nos hará humildes ante
él, y que, habiendo gustado su bondad paternal, no
hemos de querer otra cosa sino glorificarle en todo y por medio de todo, tanto
en las aflicciones como en la prosperidad.
Ahora con urgencia debemos de inclinarnos ante, el rostro de nuestro Dios y alabar y glorificar su santo nombre, porque todo cuanto somos se lo debemos a Él, solo a ÉL, corresponde toda honra y toda gloria.
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