sábado, 21 de abril de 2012

La gracia de ofrendar


La gracia de ofrendar

                                                                              Pr Lic. Guillermo Sebastián Olivera

"Asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" (2ª Cor. 8:1-2)
Como en cualquier otro asunto referido a las prácticas de la iglesia, para lograr una comprensión cabal del tema que nos ocupa debemos recurrir necesariamente a la enseñanza de las doctrinas del Nuevo Testamento, siendo oportuno recordar que el antiguo régimen de la ley no tiene aplicación en la Asamblea cristiana.
Pablo, al escribir desde Macedonia, esperaba que las noticias de la generosidad de estas iglesias animaran a los creyentes de Corinto y los estimularan para solucionar sus problemas y para unirse en hermandad.
Durante su tercer viaje misionero, Pablo fue recolectando dinero para los creyentes pobres de Jerusalén. Las iglesias en Macedonia -Filipos, Tesalónica y Berea- dieron dinero a pesar de ser también pobres, y dieron mucho más de lo que Pablo esperaba. Era una dádiva con sacrificio, eran pobres pero querían ayudar. Lo sobresaliente del dar no radica en la cantidad sino en el porqué y en el cómo damos. Dios no quiere dádivas que se den de mala gana. En vez de eso, quiere que demos como lo hicieron estas iglesias: como una dedicación a Cristo, amor por los creyentes, la alegría de ayudar a aquellos que están en necesidad y porque era correcto hacerlo. ¿Cuánto se parece su medida de dar a la de las iglesias en Macedonia?
Según leemos en el pasaje bíblico precedente, en el orden del Nuevo Pacto la generosidad del creyente está motivada por la gracia que Dios le ha dado para socorrer a otros.
Las Escrituras distinguen apropiadamente el acto de ofrendar como un "servicio para los santos", utilizando indistintamente términos como: "ofrenda", "socorro", "donativo", "contribución", "ministración para los santos", etc. (nunca "diezmo")
Entonces, el creyente no ofrenda simplemente por acatar un mandato obligatorio, sino que lo hace impulsado por la gracia que Dios le concede para dar. Toda contribución forzada carece de valor genuino, más allá de su cuantía material, porque: "Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre"(2ª Cor. 9:7.


Las personas pueden dudar en dar generosamente a Dios si temen no tener lo necesario para satisfacer sus propias necesidades. Pablo les asegura que Dios es capaz de suplir sus necesidades. La persona que da poco recibirá poco en recompensa. No permita que la falta de fe le impida que dé libre y generosamente.

 Nuestra actitud al dar es más importante que la cantidad que damos. No debemos sentirnos avergonzados si sólo pudimos dar una pequeña ofrenda. Dios está preocupado por cómo damos de los recursos que tenemos. Según esta norma, la generosidad de la iglesia de Macedonia era difícil de igualar.

Un pasaje característico sobre el modo de ofrendar se encuentra en 1ª Corintios 16:1-3 Curiosamente, muchos comentaristas comienzan a considerar la enseñanza desde el versículo 2: "Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado..." Sin embargo, no debemos pasar por alto lo mencionado en el versículo 1: "En cuanto a la ofrenda para los santos..."Aquí observamos un aspecto esencial, hoy en alguna medida descuidado: En todos los casos, el dador, antes de ofrendar, determina el destino de su contribución. Este principio se reitera en todas los pasajes que se refieren al tema: "Entonces, los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual; en efecto hicieron enviándolo a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo." (Hechos 11:29/30) "Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén." (Romanos 15:26. "En cuanto a la ministración para los santos, es por demás que yo os escriba..." (2 Cor. 9:1) Entonces, aplicando este criterio general, las contribuciones, si bien podían ser hechas en forma anónima en cuanto a la identidad de los dadores, siempre se realizaban con un destino específico, determinado previamente por los propios ofrendantes. La ignorancia de este principio ha provocado no pocos conflictos en la historia de la iglesia en relación con el destino de los fondos recolectados.
A propósito, no encontramos en la iglesia bíblica ningún tesorero, ni comisión administradora de fondos de uso general. Cuando los creyentes tenían conocimiento de alguna estrechez, acordaban contribuir específicamente, cada uno según sus posibilidades, y toda la ofrenda así recogida se destinaba al fin propuesto, en el caso, ayudar a los necesitados. Cuando ayudaban a los creyentes necesitados de otras iglesias, los donativos se entregaban por medio de los ancianos de aquellas. (Hechos 11:30.
Si se trataba del sostenimiento de obreros, éstos eran encomendados a la gracia de Dios (Hechos 15:40), y Dios daba su gracia a las iglesias, y aún a creyentes individuales, para que abundaran en generosidad, supliendo sus necesidades.

Observemos que las Escrituras señalan tres fines básicos de las ofrendas

1) Para los pobres que hay entre los santos (Romanos 15:26)
2) Para los obreros encomendados a la gracia de Dios (Filipenses 4:15-16)
3) Para los ancianos o pastores de la iglesia local (1 Timoteo 5:17-18)
Respecto del primer punto, sólo como referencia para comprender mínimamente la importancia que encierra, recordemos el caso de la ciudad de Sodoma, que fue destruida por fuego y azufre. En Génesis 18:20 leemos: "...Por cuanto el pecado de ellos se ha agravado en extremo." Pensamos inmediatamente en las repulsivas desviaciones morales de sus habitantes, por las cuales cayó sobre ellos el justo juicio de Dios. Sin embargo, es notable lo que la Escritura declara en Ezequiel 16:49: "He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: Orgullo, abundancia de pan y despreocupada tranquilidad tuvieron ella y sus hijas, pero ella no dio la mano al pobre y necesitado"

Obviando más detalles; la peor de las maldades de Sodoma fue tener abundancia de pan, y no dar la mano al pobre y necesitado. Claro que eso ocurrió con los impíos, pero en la iglesia bíblica el asunto nunca se consideró como un tema menor. Tanta importancia reviste, que la mayoría de los versículos que se citan para enseñar sobre la ofrenda, están referidos esencialmente a un sólo tipo: la ofrenda para los pobres entre los santos. Dios establece que el socorro para ellos debe provenir de la iglesia, antes que del mundo. Vemos, entonces, que esto no es secundario, y tiene prioridad sobre cualquier otro proyecto de inversión. "Para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos. (2 Corintios 8:14-15)



“DIOS LOS BENDIGA Y NUNCA OLVIDEN QUE NUESTRO PADDRE AMA AL DADOR ALEGRE”

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