Pr Lic. Guillermo Sebastián Olivera
Éxodo 2:23 -25 Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los
hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el
clamor de ellos con motivo de su servidumbre.
Y oyó Dios el
gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.
INTRODUCCION
Esta
es la pregunta que golpea nuestra mente
mientras transitamos o pasamos por el oscuro e interminable valle de la
aflicción. Por cuanto el mundo ha sido nuestro
escenario de dolor, no han sido pocas las veces que he tenido en la
mente, o en el silencio de mi corazón o aun en voz audible, he realizado este
desesperado reclamo. Para muchos es inconcebible el “silencio” de Dios frente
al clamor humano, para mí también lo ha sido en este tiempo de aflicción. Hay
personas que han asumido una actitud de rebeldía pasiva o activa, dando lugar
al endurecimiento del corazón, porque no ven ninguna actuación divina para
detener el sufrimiento y calmar el dolor. Pero, ¿es esto del todo cierto? ¿Es
Dios indiferente a nuestra condición de dolor, dificultad y miseria? ¿Le
importa a Él si sufro o no? La manera cómo Dios se ha movido en la historia,
buscando al hombre en su condición perdida hasta llenarlo con sus bienes eternos,
nos muestra cuánto le importa a Dios el dolor humano.
¿Dios
está conmigo en mi dolor? ¿Está conmigo en mi aflicción? ¿Está conmigo en mi
necesidad? ¿Dónde está Dios mientras
sufro? Está con siempre conmigo; nunca me ha dejado. Por otro lado, si comparo mi sufrimiento con el de Él, tengo que
concluir que nadie ha sufrido más que
nuestro Padre celestial. Ninguno ha pagado un mayor precio por enfrentar el
pecado como lo ha hecho Dios. Nadie se ha entristecido más por el dolor de una raza descarriada como
nuestro Dios. ¿Quién puede comparar el sufrimiento con Aquel que pagó por
nuestro pecado en el cuerpo crucificado de su propio Hijo? ¡Alguien puede
explicar eso! Nadie ha sufrido más que Aquel que, cuando abrió los brazos y
murió, nos mostró cuánto nos amaba. ¿Dónde está Dios cuando sufrimos? Está
allí, donde siempre ha estado. Es verdad que a veces pareciera que Él se
desentendiera del sufrimiento, o incluso que lo permitiera, como se ve en el
caso de Job y del apóstol Pablo, pero de acuerdo a los resultados, esa es la
manera como Dios trabaja en el carácter
y cómo puede usar el sufrimiento para bendecirnos más
abundantemente. De modo, pues, que el sufrimiento no le es indiferente. En el presente pasaje tenemos a
un Dios que se hace presente cuando su pueblo está pasando por la más dura
prueba de esclavitud. Hay una serie de verbos que nos muestran la actividad de
Dios para indicarnos dónde está Él mientras su pueblo sufre.
La continua preocupación de Dios (2:23-25)
Aunque no
conociéramos la historia de Moisés; podríamos sospechar que algo importante
esta por suceder. Éxodo 2:23- 25 provee evidencias para esta afirmación. En lo
profundo de su opresión, los israelitas gemían
y clamaban a Dios por ayuda. Los versículos 24 y 25 describen las
acciones de Dios: Dios
oyó; El recordó; Dios los miró; Dios conoció su condición. Éxodo
2:23-25 muestra el contraste entre la profunda necesidad de los israelitas y la
profunda preocupación de Dios por su pueblo. Precisamente cuando las cosas se
miraban muy mal para los hebreos y toda esperanza parecía perdida, algo estaba
por suceder. Dios iba a intervenir a favor de su pueblo.
Conclusión
No importa que
sea lo que estemos careciendo o sufriendo en estos momentos, como hijos de Dios,
tenemos la seguridad de que Dios está obrando en medio de nuestras más grandes
tormentas. Así como Dios no se había olvidado del pueblo hebreo en su
cautiverio en Egipto, Dios tampoco se ha olvidado de nosotros. Cuando menos lo
esperemos, Dios se manifestará en nuestras más difíciles situaciones para
darnos la victoria. Sin embargo, en medio del sufrimiento y la necesidad, Dios
nos está preparando para servirle mejor. El pueblo de Dios tiene que tomar
decisiones en respuesta a su llamado. Dios llamó a Moisés para un ministerio
único, pero Dios preparó a Moisés para ese ministerio en formas
extraordinarias. Sin embargo, Moisés tuvo que decidirse por el llamado de Dios,
y disponerse a recibir la preparación de Dios. Al final, Moisés tuvo que
moverse a través de las puertas abiertas de oportunidad que estaban delante de
él. Lo mismo sucede para nosotros hoy en día, Dios abre puertas de oportunidad,
pero también tenemos que movernos a través de ellas.
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