lunes, 25 de marzo de 2013

Sociologia de la Religion (parte 2)


¿Cuál es el papel de las religiones en la construcción social de la realidad?

La noción en la que se basa una parte de la pregunta, el de la construcción social de la realidad, es una expresión acuñada por dos de los sociólogos de la religión a los que aludo en la respuesta a la pregunta anterior. Thomas Luckmann y Peter Berger proponen que de hecho la realidad está mediada por una construcción social que se da a través de un proceso de socialización. Para decirlo brevemente, las religiones nos ayudan a percibir la realidad no sólo como una serie de OB-jetos materiales (como cosas que se oponen a los sentidos, sería el sentido, lo que queda aun más explícito en el término en alemán: Gegenstand = objeto), sino como una realidad que tiene algo por encima o por detrás de lo que percibimos cotidianamente. Son estos marcos religiosos “de sentido”, los que nos permiten entender que haya quienes interpreten muchos de los acontecimientos en el mundo como milagros o al menos como una “hierofanía” o manifestación de la voluntad divina en este mundo en el que habitamos.
Las religiones suelen presentar, además de un conglomerado de creencias en torno a lo divino, una forma sistemática de organizar y prescribir la relación de los hombres con lo sobrenatural y, de paso, suelen establecer formas de comportamiento vinculadas con determinadas nociones del “buen creyente”. En términos generales, plantean el razonamiento según el cual quien crea en determinadas formas de actuación de lo divino en el mundo de los humanos, ha de ser un creyente que lo haga de manera congruente y que no sugiera variaciones en el comportamiento de lo sobrenatural que se salgan del sistema establecido por el sistema de creencias en que se inscribe. Habrá que aclarar que esa relación general entre un conjunto de creencia y de prescripciones de las religiones no siempre, ni en todas las religiones se cristaliza en una doctrina y en una institución que se encargue de vigilar que el comportamiento de los creyentes se ajuste a las regulaciones establecidas en la doctrina. Cuando surgen cuerpos organizados y que se abrogan la interpretación de los designios divinos, suele sucedes que estos no sólo planteen de qué manera es o debe ser la relación del hombre con lo sobrenatural, sino también cuál debe ser el comportamiento de l creyente que se inscribe dentro de una interpretación doctrinal hacia los otros creyentes e incluso hacia quienes no comparten sus creencias.
Acostumbrados como estamos a que en las religiones de occidente existan iglesias, puede parecernos extraño que existan doctrinas que no estén ligadas a una jerarquía burocrática (en el sentido weberiano de forma racional de administrar y vigilar las tareas de salvación de las almas ajenas). En algunos casos, pueden darse diversas interpretaciones doctrinales, como en el caso del Islam, sin que necesariamente exista un conjunto sacerdotes ligados a instituciones religiosas más allá de las escrituras y de los esfuerzos por transmitir y hacer comprensibles los mensajes escritos.
A grandes rasgos puede hablarse de dos consecuencias de las religiones como fuente de sentido en la vida de sus creyentes. Por un lado, la posibilidad de que una fe compartida sea la base para la solidaridad entre los creyentes, quienes harán esfuerzos explícitos por construir una comunidad basada en el hecho de que comulgan en una misma visión de lo divino que les prescribe una vida de armonía con sus compañeros de fe. Por el otro lado está la posibilidad de que los creyentes en una doctrina y en una determinada interpretación de la manera en que los humanos deben comunicarse con lo divino entren en conflicto con quienes sostienen visiones diversas. Desafortunadamente, aunque existen ejemplos históricos de comunidades que se han sostenido unidas gracias a su fe, es más frecuente encontrar casos de enfrentamiento, tanto dentro de la misma visión de lo religioso, como entre distintas religiones. Es decir, los conflictos inter-religiosos e inter-denominacionales ha sido parte de la historia de buena parte de los pueblos e incluso los “hermanos” en religión suelen entrar en sangrientos y fatales enfrentamientos, como sabemos por las guerras fratricidas que se dan entre diferentes interpretaciones del Islam o entre diferentes versiones del cristianismo. Al respecto, vale la pena mencionar el “debate” sostenido por dos importantes figuras del pensamiento alemán contemporáneo a finales del año 2004. Jürgen Habermas (1929- ), una de las más importantes figuras del pensamiento social y de la filosofía de nuestra época, sostuvo un intercambio en torno a la razón secular y la razón religiosa con Joseph Ratzinger (1927- ), quien meses más tarde adoptaría el nombre de Benedicto XVI al ser nombrado líder de la iglesia de Roma. En pocas palabras, mientras que el primero, en su carácter de filósofo de una época de grandes cambios sociales, destacaba la necesidad de encontrar formas de convivencia basadas en la razón secular sin excluir las visiones religiosas e inspiradas en visiones trascendentales, el segundo, desde su postura de líder religioso, señalaba el peligro que conlleva el radicalizar las posturas basadas en lo religioso y de qué manera en la historia se han forzado estas posturas para “justificar” la opresión o el conflicto.

¿Cuáles son los bienes simbólicos y religiosos que producen las religiones?

Entiendo que en la pregunta se plantea una distinción entre bienes simbólicos y bienes materiales. Por otra parte, considero que todas la religiones producen bienes “religiosos” (por definición, o no serían religiones) y a la vez “simbólicos”. Pero no creo que sea tan fácil distinguir lo material de lo que significa. Cosas tan concretas, visibles, tangibles como un templo, un altar, un libro sagrado o una ofrenda son a la vez objetos materiales y simbólicos. Conllevan un significado que depende de quien los considera bienes religiosos. Igualmente, toda acción tiene un significado y ésta se materializa al menos en el momento en que alguien la ejecuta, es decir, la encarna. De tal modo, la transustanciación de la carne de Cristo es un acto simbólico que se ejecuta en ocasión de una celebración y un rito religiosos con los que se conmemora “el hecho” del sacrificio de Jesús en la cruz. Para varias interpretaciones en la visión cristiana ello no es sólo “simbólico” en el sentido de que el sacerdote actúe “como si” él fuera Jesús, sino que para los creyentes efectivamente Jesús el cristo se encarna en la hostia y el vino se convierte en verdadera sangre. Evidentemente, habrá quien sostenga que ese líquido que es el vino de consagrar no es la sangre de Cristo, ni puede probarse que tenga las mismas propiedades químicas, aunque no por ello los creyentes se convencerían de que el Salvador no esté presente en el acto de la consagración y de la comunión.
De ahí que autores como Pierre Bourdieu (1930-2002) propongan el concepto de “bienes de salvación” como forma de designar lo que de intangible contienen los bienes y los discursos que ofrecen las religiones. En buena parte de los casos, las iglesias luchan por ser las portadoras de la salvación, con lo que se establece una especie de “mercado de bienes de salvación” y a la vez de competencia entre esas instituciones por ser las legítimas portadoras del mensaje divino. En pocas palabras, y a riesgo de esquematizar en extremo, la visión de que son las religiones o las iglesias las que conducen a la salvación está vinculada con la noción de que se requiere de determinadas relaciones entre los humanos para poder alcanzar lo divino. Esa visión realmente parece tener pocas vías de escape si se considera que el término mismo de la religión como una forma re-ligar incluye tanto un vínculo con dios o los dioses como un vínculo entre los creyentes. Un componente importante de lo simbólico es lo que Durkheim llamara el “tótem”, que representa no sólo al dios de la tribu, sino a la noción de misma de la comunidad cuya solidaridad se representa en sus símbolos religiosos.

No hay comentarios: