El evangelio según Juan
1. El evangelio de Juan en
comparación con los sinópticos
El evangelio de Juan difiere mucho de los llamados
evangelios sinópticos (Mateo-Marcos y Lucas), a pesar de que éstos describen a
Jesús -claro está, con sus propios acentos- desde la misma perspectiva. El
evangelio de Juan, sin embargo, presenta otros aspectos que lo hacen diferente:
* En vez de parábolas, Juan incluye largos
discursos.
* Juan relata sólo siete milagros, bien
seleccionados, conocidos como `señales'.
* En los sinópticos los milagros muestran la
realidad del reino de Dios, mientras que en Juan revelan siempre algo de la
gloria de Jesús.
* Los sinópticos describen sólo un viaje de Jesús a
Jerusalén, centrando su ministerio sobre todo en Galilea; en tanto Juan habla
de tres fiestas de la Pascua en las que Jesús participó en Jerusalén,
extendiendo allí también su ministerio.
* El evangelio de Juan contiene las famosas
palabras "Yo soy", en las que Jesús se revela en su divinidad.
* En los evangelios sinópticos oímos más de los
discursos de Jesús acerca del futuro. En Juan el énfasis está en la decisión
que cae aquí y ahora de acuerdo a la posición que cada uno tome frente a Jesús.
Es de suponer que Juan haya conocido la tradición
sinóptica, pero que cuando él escribió lo hizo desde otra perspectiva, según la
iglesia de su tiempo lo necesitaba.
2. El propósito del evangelio
de Juan
No es difícil descubrir el propósito del evangelio
de Juan; el mismo se nos dice en 20,31: "Pero estas (señales) se han
escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo, tengáis vida en su nombre." Las palabras "para que
creáis" pueden significar un llamado para creer en Jesús siendo
no-creyente, pero también es posible entenderlas como un llamado para seguir
creyendo en Jesús. Dicho llamado no es superfluo, ya que la iglesia
tempranamente tuvo que luchar en tres fronteras:
a. Contra la acusación de los judíos. En aquel
tiempo ya hubo una división entre judíos y cristianos. Los rabinos habían
añadido una maldición de los `minim' (herejes) a la oración diaria (el
Sjemone-Esre); esta era razón suficiente para hacer un llamado a seguir
confiando en Jesús. Compárese el hecho de que tres veces (9,22; 12,42; 16,3)
Juan habla de ser expulsado de la sinagoga. Además, la expresión "los
judíos" -aunque no siempre- muchas veces tiene una connotación negativa:
aquellos que no creían en Jesús.
b. Contra los discípulos de Juan el Bautista.
Durante este tiempo ya formaban una secta (comp. Hechos 19,1-7) que casi ensalzaba
a Juan el Bautista. El evangelio de Juan muestra que el bautista mismo no era
la Luz (1,8) sino simplemente el testigo y mensajero de ella; y que el mismo se
gozaba en que la gente siguiera a Jesús (3,26-30).
c. Contra la secta de los gnósticos. La gnosis era
una secta que se encontraba tanto en el judaísmo como en el cristianismo
temprano; esta secta menospreciaba la materia a expensas del alma. Para ellos
el cuerpo no era nada más que la cárcel del alma. Dicha secta negaba que Jesús
realmente hubiera tomado un cuerpo físico, sino sólo la apariencia de un
cuerpo. Contra esta herejía, Juan recalca la encarnación de Jesús diciendo:
"Y aquel Verbo fue hecho carne (1,14)."
3. Motivos teológicos
A. El tema principal del evangelio de Juan es la
gloria de Jesús como Hijo de Dios. Esto se ve:
a. En los milagros. Todos los milagros señalan a
Jesús como el gloriosos Hijo de Dios; es por esta razón que Juan empleó en
lugar de `milagros' la palabra `señal'.
b. En las palabras "Yo soy". La gloria de
Jesús se evidencia también mediante las palabras de la autorevelación de Jesús
al decir "Yo soy". Estas palabras tienen su trasfondo en el AT; por
ejemplo Éxodo 3,14, donde Dios se revela como el Dios supremo de su pueblo. Él
es la luz del mundo, la vida, el camino, la verdad, el pámpano verdadero. El
que confía en Él, nunca será defraudado, pues Él es la única persona que nos
revela y conduce al Padre.
c. En las palabras de la muerte y resurrección de
Jesús. Juan hace con preferencia uso de la palabra "ser glorificado"
y "levantado de la tierra" (3,14; 8,28; 12,32-33), refiriéndose a la
muerte de Jesús, pero también a su futura glorificación.
B. El discurso sobre la obra del Espíritu Santo
toma un lugar prominente en este evangelio. A Él se le llama
"Parakleto"; Él tomará el lugar de Cristo cuando éste haya regresado
a su Padre; Él ayudará a los discípulos dándoles la virtud para testificar de
su Señor, y para enseñarles acerca de todo lo que Jesús les había hablado de su
propia persona. El Espíritu Santo les guiará a toda verdad y glorificará a
Cristo. Este Espíritu será la gran compensación por la ausencia de Jesús.
4. El escritor y fecha del
evangelio
La tradición eclesiástica antigua nos dice que
Juan, uno los discípulos de Jesús, fue el escritor del evangelio. Aunque el
mismo evangelio no nos brinda el nombre del escritor, sí nos muestra que por lo
menos debe haber sido un compañero íntimo de Jesús. En una aparente añadidura
del evangelio de parte de los discípulos del escritor (21,24), se nos
identifica al escritor con "el discípulo a quien amaba Jesús". Los
versículos 13,23-24 y 21,7 nos dejan la impresión de que este discípulo fuese
Juan, el hijo de Zebedeo.
La misma tradición habla de Asia Menor y de Efeso
como lugares del origen de este evangelio. Sabemos que Juan hasta una edad muy
avanzada trabajó en aquellos lugares. Se piensa en una fecha tardía para el
origen del evangelio de Juan, alrededor del año 90 d.C.
5. Bosquejo
Se puede dividir el evangelio -aparte del prólogo y
epílogo- en tres partes: (1) el ministerio público de Jesús; (2) su ministerio
entre sus discípulos, y (3) su muerte y resurrección. De esta manera podemos
hacer el siguiente bosquejo:
1. Prólogo (1,1-18)
2. Juan el Bautista y Jesús (1,19-52)
3. Encuentros en Galilea, Jerusalén y Samaria
(2,1-4,54)
4. Curación y testimonio en Jerusalén (5,1-47)
5. Jesús, el Maná celestial (6,1-71)
6. Jesús en la fiesta de los tabernáculos
(7,1-8,59)
7. El pastor y los asalariados (9,1-10,42)
8. La muerte y resurrección de Lázaro (11,1-57)
9. Sufrimiento y glorificación (12,1-50)
10. El testimonio de Jesús ante sus discípulos
(13,1-20,31)
11. Discurso de despedida (13,1016,33)
12. Oración de intercesión (17,1-26)
13. El sufrimiento y la muerte de Jesús
(18,1-19,52)
14. La resurrección (20,1-31)
15. Epílogo (21,1-25)
Juan 1
1. (1,1-18) El Prólogo
Los primeros dieciocho versículos de este capítulo
conforman lo que se ha definido como el Prólogo. Aquí Juan describe la
importancia del tema contenido en su evangelio: la grandeza y gloria de Jesús;
además, la reacción del mundo (tanto de los judíos como de los gentiles) y de
los creyentes frente a Él. En los primeros versículos, aún sin mencionar Juan
el nombre de Jesús, sí nos brinda una descripción de Él. De esta manera la
expectación va aumentando al vislumbrar de quién se trata. Finalmente se pone
en evidencia que esa persona divina, no es otra que Jesús, el Hijo de Dios.
Aquí Juan nos habla acerca de Él en relación con:
- Su Eternidad, "En el
principio..."
- Su Comunión con el Padre, "era con
Dios"
- Su Divinidad, "el Verbo era
Dios"
- Su participación en la Creación, "Todas
las cosas por él fueron hechas"
- Sus Atributos Divinos como Vida y Luz, "En
Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres"
- Su Triunfo sobre las Tinieblas, "La
luz en las tinieblas resplandece y las tinieblas no prevalecieron contra
ella".
Juan habla de Jesús como "el Verbo". Esto
lo hace para aclarar que Él es la persona en la cual Dios el Padre se expresa
totalmente. Es así como el mismo Jesús dice en el cap. 14,9: "El que me ha
visto a mi, ha visto al Padre", o, como Juan señala en el cap. 1,18:
"Él (Jesús) le ha dado a conocer (al Padre)".
En los primeros cinco versículos, Juan anuncia la
llegada de Jesús a este mundo como luz y vida. Sólo en Jesús hay vida en
comunión con Dios el Padre. Sólo Él puede dar luz a nuestras existencias; sólo
Él revela a Dios como Padre. En el v.5, Juan se refiere al triunfo de la luz
sobre las tinieblas en la creación, y luego en la cruz del Calvario, donde
Jesús venció a Satanás.
* Jesús es el eterno Verbo de Dios; Él mismo es Dios y vive en plena
comunión con Dios; Él es Luz y Vida, El único camino para conocer al Padre.
En el v.6, el apóstol habla de Juan el Bautista,
diciendo que él no era la luz, sino el testigo de la luz. El Bautista se
presentó con el fin de que todos aquellos que le oyeran creyesen en Jesús. Juan
se propone con esto, derrumbar todo intento de exaltación a la persona de Juan
el Bautista, quien sólo testificó de Jesús y no de sí mismo. Lo esencial es la
verdadera luz (Jesús), "que alumbra a todo hombre que venía a este
mundo". Juan nos aclara que con la predicación de Juan el Bautista se
hacía evidente que el mundo pasaba por un período crucial de su historia. ¡La
luz del mundo estaba por llegar! Esta es la luz que alumbra a todo hombre, es
decir, a todos aquellos que oyen el evangelio y que en cierta medida reciben
conocimiento sobre el camino hacia la salvación. Pero lo más extraño es la
manera en que esto ocurre. El v.10 repite en forma enfática lo que estaba
sucediendo, y esto era que la verdadera luz estaba en el mundo; aquel mundo que
era su propia creación, en donde, sin embargo, el hombre no le conocía. No
reconoció en esa luz, la luz verdadera de Dios, el único camino que conduce a
la salvación.
Más aún, su propio pueblo Israel (los suyos) no le
recibió. Para la gran Comisión de Jesús, ésto fue motivo de mucha decepción,
¿acaso su llegada fue en vano? Desde luego que no había motivo de frustración,
ya que Dios mismo le dio un pueblo, aquellos que le recibieron en fe, reconociendo
el tremendo significado de su nombre (Salvador); ellos recibieron el gran privilegio
de ser hechos hijos de Dios (así traduzco la palabra `potestad'). De
inmediato Juan nos dice que la fe (= creer en su nombre) y el privilegio de ser
hijo de Dios provienen directamente de Dios, de modo que también la fe es
obrada por Dios. "Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad
de varón, sino de Dios", por consiguiente, el nuevo nacimiento es obra de
Dios y no tiene nada que ver con la descendencia natural humana, como muchos
judíos pensaban. Ellos creían que por ser hijos de Abraham, eran hijos de Dios;
no entendieron que el nuevo nacimiento depende solamente de la voluntad de
Dios.
* El Hijo de Dios no encontró una aceptación común, ni del mundo, ni de
su propio pueblo. Sin embargo, posee un pueblo formado por hombres que tienen
el más alto privilegio: ser hijos de Dios.
El v.14 contiene el clímax del prólogo. Aunque Juan
ya había mencionado el hecho de que el Verbo (Jesús) estaba en este mundo,
revela ahora la manera en que su presencia fue hecha una realidad visible. No
lo hacía como visitante en figura humana, sino como el Verbo hecho carne (quien
era Dios mismo). Aquí se plasma el milagro divino de la encarnación de Cristo.
¡Dios revelado en la carne! La palabra `carne' apunta hacia el hombre en su
fragilidad y mortalidad, mientras que las palabras `fue hecho' señalan su nueva
dimensión de existencia. En Juan 3,16 el apóstol nos muestra el trasfondo de la
encarnación: el gran amor de Dios por un mundo perdido. Sin embargo, también
aquí muestra el amor de Dios, diciendo que el Verbo habitó (lit. "en una
tienda") entre nosotros. Este es el inicio del cumplimiento de la promesa
que Dios había entregado a su pueblo Israel (Lev.26,11; Is. 57,15), diciendo que
Él moraría en medio de ellos. El tiempo de la salvación de Dios ha llegado. Los
apóstoles como testigos oculares vieron su gloria, el resplandor de la majestad
de Dios, no como si fuera un resplandor cegador y mortal, sino lleno de gracia
y de verdad. Así era la gloria del Unigénito del Padre. No una gloria que
brilla para sí mismo, sino una que brilla y comunica verdadera gracia a los
suyos.
Su persona era muy superior a la de Juan el
Bautista; y a pesar de que actuaba después de él en el tiempo, Jesús era
primero que Juan, pues era el eterno Hijo de Dios. Su gloria es tan grande, que
podemos hablar de una plenitud que nunca se acaba. Es una plenitud de gracia en
la cual el conjunto de los creyentes se pueden amparar en todo momento, y
mediante ella estar en comunión con Dios. La gracia de Cristo es como las ondas
del mar, siempre llegan nuevas.
También era muy superior a Moisés, a pesar de que a
través de él Israel había recibido la Ley de Dios. Jesús era superior en el
sentido de que los creyentes por medio suyo recibieron la gracia y el perdón de
acuerdo a las transgresiones hechas a la ley. A través de Él vino también la
verdad (v.17; comp. v.14), lo cual quiere decir que en Jesucristo se hizo
visible la fidelidad de Dios en cuanto al cumplimiento de las promesas
de su gracia, de modo que en su persona todas las promesas de Dios se han
efectuado. Aún más, reveló a su Padre a quién jamás nadie ha podido ver; Juan
nos dice que Jesús ha dado a "conocer al Padre" (o según la palabra
griega, nos ha interpretado al Padre; la palabra "exégesis"
fue derivada de este verbo).
* Jesús, viniendo de la profundidad de la eternidad, reveló la
inagotable gracia de Dios.
2. (1,19-28) No sabemos exactamente quiénes
enviaron unos sacerdotes y levitas a Juan; tal vez haya sido el sanedrín, pero
el v.19 sólo dice "los judíos". En todo caso, estos enviados son sólo
delegados cuya tarea oficial es averiguar qué sucede con Juan y para controlar
el movimiento de las personas del pueblo cercanas a él. Este temor es infundado
e innecesario, puesto que Juan el Bautista ha declarado que él no es nada más
que una voz. A pesar de que la admiración de la gente por él es una tentación,
no llega al extremo de llamarse a sí mismo el Cristo. Incluso ni siquiera se
hace llamar Elías, aunque más tarde Jesús dirá que lo era (Mat. 17,12). De la
misma manera no se proclama como el profeta mencionado en Deut. 18,15, sino que
dice de sí, ser la "voz de uno que clama en el desierto"; Juan no
puede expresarse en forma más humilde que esta. Juan es la "voz"
profetizada en Isaías 40, que prepara el camino del Señor que ha de venir: el
Mesías. La humildad de Juan invita a glorificar a Jesús y a la vez sirve para
humillar a los hombres. Luego vienen otros delegados; ahora son los fariseos
quienes objetan diciendo: si Juan no es el Mesías, ¿por qué entonces está
bautizando? No lo comprenden. Para Juan, el bautismo es una preparación para
que la gente, por medio de esto, demuestre su condición caída y corrupta;
declarando así, públicamente, que necesitan de la gracia del Mesías. Todo
estorbo, ya sean montañas y cerros, serán destruidos con el propósito de
preparar un camino libre para Aquel que bautizaría con el Espíritu Santo,
haciendo del bautismo en agua una realidad que trae el perdón de los pecados y
la vida nueva. Juan pronuncia una frase llena de reverencia y temor piadoso al
decir: "Este (Jesús) es el que viene después de mí, el que es antes de
mí" (ver v.15), y agrega, "del cual yo no soy digno de desatar la
correa del calzado". El oficio de Juan es remitir las personas a Cristo;
aunque el Mesías es aún desconocido, tanto para la gente como también para él,
Juan sabe que el Mesías, quien se revelará pronto, es la persona más grande del
mundo. En el tiempo de Juan el Evangelista, había personas que respetaban y
reverenciaban profundamente a Juan el Bautista. Esto era demasiado,
considerando que el Bautista era sólo el heraldo del Rey. Por su parte, el
mismo Juan Bautista sentía reverencia en forma totalmente profunda por Jesús,
quien ahora estaba en medio de ellos. ¡La salvación estaba más cerca que nunca!
* La tarea de Juan, como la de cada siervo de Dios, era: preparar el
camino a Jesús y presentarlo como el Mesías a quien todos deben reverenciar.
3. (1,29-34) Este es el día
siguiente al `interrogatorio' que efectuaron los judíos enviados desde
Jerusalén. Ha llegado el momento culmine en la importante actuación de Juan el
Bautista, el que anunció la llegada del Mesías, el Hijo de Dios. Juan presenta
a Jesús como el Cordero de Dios. La gran tarea del Mesías no será establecer
inmediatamente el reino de su gloria, sino asumir la culpa del mundo, dando así
acceso a su reino a todos los que buscan su perdón. De esta manera, Jesús
tomará el papel del verdadero cordero pascual, cuya sangre cubrirá los pecados
de aquellos que crean en Él. A través de Él, el pueblo de Dios, de todas las
naciones, heredará la Canaán celestial. La palabra `quitar' se traduce por
levantar, pero también por quitar, remover, eliminar. Jesús quita la culpa de
los suyos, sufriendo el castigo de Dios por nuestro pecado. Juan usa el
singular "el pecado", puesto que todos los pecados tienen un sólo
punto de partida: el rechazar la autoridad de Dios sobre nuestra vida. ¡Qué
grande es el amor de Dios, permitiéndole a Juan que pueda llamar a Jesús el
Cordero de Dios (es decir, dado por Él)! `Cordero de Dios' puede ser una
alusión al cordero pascual por cuya sangre Israel había sido librado de la
muerte, pero también podemos pensar en el culto de los sacrificios en el
Templo, el cordero de Isaías 53 y en la pregunta de Isaac y la respuesta de
Abraham en Génesis 22,7.8.
Juan está seguro que ahora ha llegado el Eterno
Hijo de Dios (v.30, ver también el v.15 y 27) por la revelación directa del
Mesías hecha por el Padre, así que dice: "Vi al Espíritu que descendía del
cielo como paloma, y permaneció sobre él". Él puede testificar de Jesús
que Él es el Hijo de Dios. Los versículos 32 y 34 emplean la palabra `dar
testimonio', que es una expresión del ámbito de la justicia. Aunque muchos no
aceptan a Jesús, Juan testifica y afirma con plena certeza que Jesús es el Hijo
de Dios, pues Dios mismo le había revelado esto. Sin esta revelación, Juan no
podía decir que conocía a Jesús; pero ahora lo sabe y lo conoce como aquel que
bautiza con el Espíritu, dando así una vida nueva, un nuevo corazón. Lo que
Jesús va a hacer es mucho más importante de lo que Juan hace, ya que la obra de
este último es solamente algo preparatorio con respecto a la actividad de
Jesús.
* Juan testifica que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo, para que creamos en Él. ¿Hacemos nosotros lo mismo?
4. (1,35-42) Al día siguiente (se trata de una
semana llena de encuentros; los vv.29, 35, 43 y 2,1), Juan, acompañado por dos
de sus discípulos, nuevamente señala a Jesús como el Cordero de Dios; esto lo
hace para dejar en claro que él sólo es su precursor. Estos discípulos eran
Andrés y probablemente Juan, el escritor del evangelio. Oyendo hablar al
Bautista acerca de Jesús, siguen al Señor para tratar de conocerle. Jesús,
viendo que le siguen, les formula una pregunta a modo de invitación: "¿Qué
buscáis?" Los dos responden: "Rabí (Maestro), ¿dónde moras?"
Esta es una pregunta que intenta buscar una oportunidad para hablar con Jesús
en absoluta tranquilidad, como sus discípulos. La respuesta es tan amable como
la pregunta: "Venid y ved". Detrás de las preguntas hay un íntimo
deseo de estar en forma personal con Él; detrás de la respuesta existe un mayor
deseo de aceptarlos como discípulos.
Para todos fue un día muy importante, ya que el
escritor se acuerda que fue a la hora décima. La palabra "porque" en
el v.39, indica que es muy probable que este encuentro tuviera lugar más o
menos a las diez de la mañana, y así tendrían todo el día para estar con Jesús.
El resultado de este encuentro desencadenó de inmediato
en un acto evangelístico. Andrés buscó a su hermano Simón para decirle que
habían encontrado a Jesús, el Mesías. El hecho de encontrar a Cristo, sirvió
para que ambos buscaran a otros para que también pudieran conocerlo a Él. Jesús
encuentra a Simón y le da la promesa que él será Pedro (piedra), es decir, un
pilar importante en su futura iglesia.
* Para conocer a Cristo se necesita de su enseñanza y sobre todo, un
encuentro personal con Él. El verdadero discípulo busca a otras personas para
traerlas a Cristo.
5. (1,43-51) El seguir a Jesús produce una reacción
en cadena. Jesús llama a Felipe, quien venía de la misma ciudad de Andrés y
Pedro, en Betsaida, un pueblo de pescadores construido por el hijo de Herodes
el Grande. A su vez, Felipe busca a su amigo Natanael y le da una información
que no es completa, cuando le dice: "Hemos hallado a aquel de quién
escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de
Nazaret". Natanael, sabiendo que el Mesías ha de nacer en Belén, responde
dudoso: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Para un judío piadoso
era una cosa insoportable que el Mesías naciera en el insignificante pueblo de
Nazaret en Galilea. ¿Estaría de acuerdo esta posición con la voluntad y Palabra
de Dios? ¿Es posible que sea una actitud no muy ortodoxa?
La reacción de Felipe es buena, ya que no entendía
todos los detalles del nacimiento, pero sí sabía que Jesús era el verdadero
Mesías. De modo que invita a Natanael para que también éste conozca a Jesús.
Este solo hecho convencería a Natanael; luego, ¡Un encuentro personal con Jesús
será mucho más efectivo que una explicación detallada de Él por sus discípulos!
Jesús al verle, dice a los que rodean a Natanael: "He aquí un verdadero
israelita, en quien no hay engaño". Esto significa que Natanael no es un
hipócrita, sino que por el contrario, es un hombre que muestra una actitud
abierta, la que no siempre se halló en el pueblo de Dios, Israel (ver Juan
2,24; 6,26). Natanael, con un genuino deseo de conocer la verdad y al Mesías,
se asombra sobremanera y pregunta a Jesús: "¿De dónde me conoces?"
Jesús demuestra que tiene un conocimiento concerniente a Natanael, al decirle:
"Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te
vi". Jesús le conocía como una persona estudiosa y que meditaba la Palabra
de Dios (así como lo hacían los rabinos por costumbre debajo de la higuera).
Natanael le reconoció inmediatamente como el Hijo de Dios. Entonces Jesús le
promete que verá cosas mayores, como fue en el caso de Jacob (Génesis 28): ver
el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo
del Hombre. El Rey es aún más grande de lo que se piensa. A lo largo del
evangelio Jesús siempre muestra algo más de su gloria. Cada señal o milagro
revela un aspecto de su divinidad y de su bondad hacia los suyos. Por medio de
Él, Dios abre los cielos y nos confirma su gracia.
* Jesús abre el cielo para los suyos, ya que Él como Rey vence al
pecado, la muerte y al diablo.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. Todo argumento para negar
la divinidad de Jesucristo es falso. Existen sectas y pensamientos modernos, algunos provenientes de ciertas
tendencias teológicas, que intentan negar la divinidad de Jesús, o tratan de
minimizarla (como los Testigos de Jehová que dicen que Jesús era un
"dios" y no Dios). Por el contexto del capítulo uno no cabe duda que
Jesús es el Verbo que era con Dios y que es Dios. A Él se le atribuyen
eternidad, deidad y omnipotencia. Además sólo en Él se halla la vida, es decir,
una calidad de vida caracterizada por la comunión con Dios; sólo Él nos da luz
para conocer el corazón de Dios; sólo Él triunfó sobre las tinieblas. Es por
todo esto que Jesucristo es la única persona que puede satisfacer nuestras
necesidades.
1b. Es muy extraño que quien
participó en la creación fuera rechazado por sus propias criaturas. Incluso su propia casa
(Israel) como nación no le reconoció ni recibió. Sin embargo, el Mesías no
queda sin pueblo. Dios obra en sus elegidos para que reciban a Cristo, mientras
que ellos, a su vez, reciben el alto privilegio de ser hijos de Dios. Aquí se
ve claramente que no somos tanto nosotros quienes "hemos aceptado a
Jesús como nuestro Salvador", sino que por el nuevo nacimiento, es decir,
por la obra de Dios en nosotros le hemos recibido a Él.
1c. En su encarnación, Jesús
reveló al Padre. ¡No existe un amor mayor que el de la encarnación! Juan nos muestra de inmediato
la grandeza del plan sempiterno de Dios. Nadie más que el eterno Hijo de Dios,
fue hecho carne y vivió en medio nuestro. Fue el principio del cumplimiento de
la promesa del perenne morar de Dios en medio de su pueblo. Jesús es superior a
Juan, porque Él trajo la realidad de la promesa anunciada por éste. En Él hay
plenitud de gracia que nunca se detiene, inagotable como las olas del mar que
siempre llegan nuevas a la orilla. También es superior a Moisés, quien nos dejó
la ley, ya que Jesús cumplió la ley y nos dejó su gracia y perdón. Aquel que
quiera conocer a Dios, a quien nunca podemos ver directamente, debe dirigirse a
Jesús: Él nos hace conocer al santo Dios, lleno de amor por los suyos.
2a. Nadie se puede comparar a
Jesucristo. En un momento de su
ministerio Juan es acosado por preguntas que venían del sector religioso,
¿acaso era él el Mesías? Enfáticamente dice que no, incluso afirma que al lado
del Mesías él es tan sólo un humilde esclavo. Juan no sólo era humilde, sino
que además reconocía que ni él ni nadie se puede comparar a Cristo, puesto que
su persona y obra son únicas. Este es un punto de orientación para
desenmascarar a esos falsos profetas que alegan estar al mismo nivel que Jesús.
2b. Nuestra labor en el
ministerio no es atraer a la gente hacia nosotros, sino hacia Cristo. Para Juan era una real
tentación la fama que estaba alcanzado en la sociedad judía, pero su mensaje
siempre fue "cristo-céntrico". Muchos ministros deben enfrentarse a
esta misma tentación, y seriamente auto-preguntarse: ¿Cuando predico la
Palabra, la gente está depositando su fe en Jesús, o admirando mis grandes
talentos?, ¿tiene mi predicación a Cristo como centro absoluto, o busco también
un espacio para mí? El Señor nos guíe en tal delicada situación y nos guarde de
caer en el orgullo ministerial. Debemos darnos cuenta de la grandeza de Jesús y
sólo buscar su gloria.
3. Toda la humanidad comparte
el mismo pecado, y es por eso que necesita con urgencia al único que la puede
librar de la muerte. Todos los pecados tienen un mismo punto de partida: rechazar la
autoridad de Dios sobre nuestras vidas. Es este un aspecto que vale la pena
considerar a la hora de compartir nuestra fe, ya que la gente tiene un concepto
totalmente errado de lo que es pecado, y sólo lo relaciona con asuntos de la
moral, o de la injusticia social. Ahora bien, no decimos que por el simple
hecho de dar a conocer el significado de lo que es pecado la gente se
convertirá, sin embargo, esto nos ayudará a ser más claros en lo que queremos
transmitir y recibir una respuesta más sincera de la gente.
4. Quien ha experimentado el
gozo del encuentro con el Señor Jesús, sentirá la necesidad de comunicar esto a
otros. Esto es lo que aprendemos del
primer encuentro que tuvo Andrés con Jesús. ¡Qué impactante fue para él conocer
que Aquél que estaba con ellos no era otro que el mismo Mesías!; era esta razón
más que suficiente para comunicar a otros tan buena noticia. Si realmente hemos
tenido ese encuentro con el Salvador de nuestras vidas, entonces no podemos
callar; tenemos que anunciarlo, y nuestra familia será la primera en enterarse
de esto, no sólo por lo que decimos sino también por el cambio que verán en
nosotros.
5. Para evangelizar no
necesitamos tener un conocimiento acabado de Jesús, ello vendrá después. Es importante que la gente
conozca en detalle la vida de Jesús, pero más importante que eso, en el plano
evangelístico, es conducir a las personas hacia un encuentro personal con Él.
Muchos hermanos alegan que no están preparados para comunicar el plan de
salvación a otros, y éstos forman un gran porcentaje dentro de la hermandad.
Sin embargo, no podemos hacer de esto una excusa, pues aunque el contenido del
evangelio sea de una profundidad inmensa, no obstante, posee una sencillez
extraordinaria. El apóstol Pablo nos brinda una de las formas más detalladas y
simplificadas del plan de salvación..."Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores" (1 Tim.1,15).
Juan 2
En los capítulos 2-4, Juan relata acontecimientos
que revelan el carácter del actuar de Jesús en Galilea, Jerusalén y Samaria. En
Galilea (2,1-11; 4,46-54) y en Samaria (4,1-42) Él halló fe, pero en Jerusalén
encontró rechazo. Sin embargo, debe viajar a Jerusalén, ya que la salvación
procede de Israel. La capital de Israel sigue siendo el lugar donde Dios revela
su gracia.
1. (2,1-11) Al tercer día (después del encuentro de
Jesús con Natanael) fueron celebradas las bodas de Caná de Galilea, ubicada en
las regiones altas al oeste del Mar de Galilea. Allí se encontraba la madre de
Jesús, Él y sus seguidores, quienes asistieron a la fiesta, puesto que habían
sido invitados a ella. Mientras que Juan era el predicador de la penitencia,
Jesús va un paso más adelante llevando a cabo y restaurando el gozo perdido por
el pecado. Sin embargo, Jesús es mayor que Juan: su amarga muerte es la base de
un gozo glorioso.
Probablemente el hecho de que llegaran más
invitados de lo que los novios habían pensado fuese la razón por la cual empezó
a faltar el vino, lo que para ellos era una situación bochornosa. La madre de
Jesús, al saber que éste había sido ungido con el Espíritu Santo para cumplir
en público su ministerio en Israel, insiste para que Él intervenga. Jesús,
entonces, le reprende diciéndole que nada tiene que ver con ella, en lo que
respecta a su ministerio espiritual, y que sólo recibe las órdenes del cielo,
directamente de su Padre Celestial. Su participación tiene un propósito y no es
simplemente para solucionar problemas. El milagro tiene otro objetivo (ver v.
11): es el de revelar su gloria y la plenitud de la gracia de Dios. Para poder
revelar esta plenitud, Jesús espera una señal de su Padre. Todavía no ha
llegado la hora de publicar su gloria, aún cuando ella esté por llegar. Sus
palabras, no obstante, en sí mismas, no son de rechazo hacia su madre. De modo
que María les dice a los que servían: "Haced todo lo que os dijere".
Las palabras de ella, manifiestan fe en el poder de Jesús, en la disposición de
ayudar y sumisión a sus órdenes, sabiendo que el Hijo es más que su madre.
Juan nos relata que había allí seis tinajas
(jarrones) de piedra para el agua, que se empleaban para el rito de la
purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres
cántaros (es decir más o menos 100 litros). Este detalle nos prepara para
hacernos comprender cuán grande fue la abundancia del regalo y del milagro de
Jesús, y a la vez nos indica otro detalle: en la antigua dispensación, era
necesaria una constante purificación por causa del pecado. Ahora su gracia es
tan grande que hace innecesaria esta constante purificación, ya que Él la
efectuaría para siempre. Lo que Jesús trae es vida en abundancia; pues en su
reino hay perdón y gozo. Juan nos muestra, con algunos detalles, esta plenitud.
Luego el Señor dijo: "Llenad de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta
los bordes. Toda el agua la convierte en vino de excelente calidad. Este
fue el motivo por el cual el maestresala, al probar el vino, alabó su calidad.
Su ignorancia del milagro realizado es una prueba de la grandeza del poder
divino de Jesús. El desconocimiento de la persona de Jesús y su grandeza divina
es un tema a través de todo el Evangelio de Juan.
El maestresala, llamando al esposo le contó lo que
ahora estaba sucediendo y que esto no era normal, ya que la costumbre en estas
fiestas era servir el vino bueno en primer lugar y después el vino de inferior
calidad. Pero en esta ocasión, pareciera que se hubiese reservado lo mejor para
el final. Esta, sin embargo, es una característica del reino de Dios.
Este primer milagro fue el principio de las señales
de Jesús en el que manifestó su gloria; los discípulos creyeron en Él por medio
de este milagro. Esto de "creer" significa que ahora crecieron en su
fe. Vieron algo de mayores proporciones de las que Jesús les había hablado,
algo del cielo abierto (1,51), de la abundancia que Dios está ofreciendo por
medio de su Hijo.
Acerca de este milagro y su significado, podemos
agregar lo siguiente: la abundancia aparece en la Biblia, a menudo, como una
señal de la gracia y perdón de Dios, del nuevo comienzo con su pueblo. Por
ejemplo, podemos pensar en Isaías 25,6 y Amós 9,11-15, sobre todo el v.13. Por
analogía de lo que Jesús dice en Juan Cap. 6, después del milagro de la
alimentación de los cinco mil ("Yo soy el pan de vida"), podemos
concluir que Él mismo es el vino, símbolo de la abundante gracia de Dios.
* Jesús es la fuente del gozo; Él trae vino de alegría, ya que por su
sangre nos da la reconciliación con su Padre. El vino en las bodas de Caná fue
el anticipo del gozo eterno.
2. (2,13-22) Los versículos 13-22 contrastan con el
pasaje anterior. Después del gozo de las bodas de Caná, nos encontramos aquí
con un conflicto. En vez de hallar fe, descubrimos enemistad y malos entendidos
en Jerusalén y sobre todo en el templo, lugar en donde se podría esperar
reverencia por las cosas del Señor; pero no la hay, sino sólo personas que
desean sacar provecho de la gran afluencia de los peregrinos.
No sólo era costumbre de Jesús visitar las
sinagogas en el día del sábado (Lc. 4,16); sino que, según Juan, también visitaba
el templo de Jerusalén durante los grandes días de fiestas. En esta historia,
el escritor bíblico insinúa que Jesús es el verdadero templo y el verdadero
Cordero Pascual que morirá, pero que luego resucitará.
El atrio del templo está saturado de comercio,
dinero y ruido. Están los vendedores de animales (animales usados para el
sacrificio) y los cambistas que venden la moneda antigua del templo a cambio de
monedas romanas con imágenes inquietantes. El atrio es centro de comercio en
vez de ser el lugar para preparación de aquellos que visitan el templo. Siendo
estas las condiciones, en las que el Santo Hijo de Dios encontró tanto desorden
en la casa de su Padre, es que hace un látigo con cuerdas (de esas con que
ataban a los animales), para echar fuera a todos los comerciantes de animales,
desparramando las monedas de los cambistas al derribar sus mesas. Cuando no hay
reverencia, y esta es reemplazada por cultos mundanalizados, se está pecando
gravemente y ofendiendo el santuario de Dios, lugar en donde mora el Altísimo.
Jesús entra en la casa de su Padre y al ver la
irreverencia de esa gente, actúa sin contemplaciones, ya que con tal actitud no
deberían estar en la casa de oración. Jesús aborrece la perversión de la
verdadera adoración. Al ver esta actitud, podemos comprobar que realmente Él es
el Rey de Israel, al quitar a todos los negociantes apostados en el templo.
"No hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado". Esto nada tiene
que ver con servir a Dios, sino que es servirse a sí mismo y bajar el grado de
la santidad en el servicio a Dios. Luego de esto, los discípulos se acordaron
que estaba escrito: "El celo de tu casa me consume" (Salmo 69,9).
Esto se cumple en la muerte de Jesús, pero este cumplimiento ya comienza cuando
no se acepta a Jesús como el Rey Soberano. Al no conocer a Jesús ni aceptar su
Soberanía, los judíos le piden que Él rinda cuentas por su comportamiento como
el Hijo de su propia casa, por eso le preguntan: "¿Qué señal nos muestras,
ya que haces esto?". Jesús les responde con palabras enigmáticas:
"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré". Los judíos no le
entendieron, porque pensaron en el templo material, construido de piedras y no
en el templo de Jesús, su cuerpo. Tampoco los discípulos entendieron de inmediato
sus palabras. Sólo se acordaron de estas, sus palabras, una vez que Él hubo
resucitado; así creyeron en la Escritura donde habla de la resurrección de
Jesús; la iglesia primitiva entendió entre otros el Salmo 16,10 como profecía
de ella.
A la vez, tenemos que decir que los judíos al
pensar en el templo de piedras tenían algo de razón. Jesús emplea
deliberadamente la palabra "templo", para dar una pista del hecho que
Él ya era el Templo verdadero; el Templo de piedra, sería ineficaz, puesto que
el sacrificio de Jesús pondría fin a la cadena indefinida de los sacrificios.
* Piense en la manera en que nosotros podemos pervertir la verdadera
adoración a Dios.
3. (2,23-25) A pesar de la resistencia y rechazo de
algunos, no todos responden de la misma manera, pues existen algunos que creen
en el nombre Jesús al ver sus señales. Sin embargo, Jesús no confiaba en ellos.
Jesús los conoce a todos, por tanto no necesita recibir referencia de nadie, ya
que como Hijo de Dios sabe lo que hay dentro del corazón del hombre. Él sabe
que esta "fe", pronto puede convertirse en incredulidad y rechazo.
Estos versículos sirven de enlace con el capítulo siguiente. Jesús no cree en
nadie que dice tener fe en Él, a menos que tal persona sienta una confianza y
una dependencia total en Él; incluso el fariseo Nicodemo, si no posee una fe
obrada por el Espíritu Santo, no tendrá parte con Jesucristo.
* Piense en la calidad de nuestra fe; ¿es una creencia vaga o una
confianza firme?
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. El primer milagro muestra
una de las razones por la que Jesús vino: ofrecernos vida abundante. Esta abundancia se refiere a
la gracia de Dios. Lo que la ley no pudo alcanzar, lo efectúa Jesús: la
purificación una vez para siempre, en vez de una purificación constante. Por
medio de Jesucristo la gracia de Dios es copiosa: dando el sacrificio de su
vida, cubrió multitud de pecados. Él mismo es `el vino' del reino de Dios; es
decir, el gozo, la alegría y el perdón.
1b. La intervención de Jesús
en las dificultades siempre tiene el propósito de revelar su gloria y la
plenitud de la gracia de Dios. Pensar en Jesús como la solución de un problema, y mirar esa solución
como un fin en sí mismo es tener una concepción muy pobre de quién es Jesús. A
lo largo de las páginas de este evangelio toda actividad milagrosa de Jesús
revela algo de su divinidad y majestad, lo cual exige también el compromiso de
la gente que es testigo de esto. Si pedimos al Señor que intervenga en alguna
situación específica nunca perdamos de vista su grandeza y gloria.
1c. Jesús sólo se subordina a
la voluntad del Padre. El diálogo de Jesús con su madre María revela su verdadera relación con
ella. Las palabras de Jesús en ninguna manera manifiestan irreverencia, sino
que dejan claramente establecido que la relación entre ambos es válida, en
cuanto a realidad filial, sólo en asuntos terrenales. Sin embargo, cuando se
trata de asuntos celestiales, Jesús únicamente puede intervenir por dictamen
directo de su Padre. María como madre de Jesús cumplió su papel dentro del plan
de Dios, pero en ninguna parte de la Biblia se nos enseña que María esté en
igualdad de condiciones con Él.
2a. Para servir y adorar a
Dios, se requiere de reverencia y sinceridad. Los vendedores y cambistas apostados en el
atrio del templo hacían lo que Pablo llama en 1 Timoteo 6,5 "tomar la
piedad como fuente de ganancia". La verdadera adoración se debe practicar
con un corazón sincero, que no tenga doble intención.
2b. El que Jesús hablara de su
cuerpo como templo, señala que todo lo que se hacía en el templo se cumplió en
Él. Esto se explica, en forma
magnífica, en la carta a los Hebreos, cuando dice: (10,11-12): "Y
ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados, pero Cristo,
habiendo ofrecido una vez y para siempre un solo sacrificio por los pecados, se
ha sentado a la diestra de Dios". Llaman la atención las palabras
"una vez y para siempre un solo sacrificio". Su sacrificio es suficiente
para cubrir todos nuestros pecados. Él se dejó matar en la cruz, pero, a la
vez, resucitó como el verdadero Hijo de Dios.
2c. Jesucristo nos muestra la
razón por la que debemos enojarnos y la manera en que debemos hacerlo. Por deducción lógica podemos
decir que el Señor estaba verdaderamente irritado, porque las cosas santas de
Dios estaban siendo pisoteadas por actitudes carnales llenas de irreverencia en
su templo. Pero su enojo era constructivo y educativo, no buscaba destruir sino
salvar. Siempre que la santidad de Dios esté siendo menospreciada dentro de la
iglesia debemos levantar una voz de alerta. Además el Señor nos enseña que en
su enojo Él no actuó irreflexivamente, sino que antes se dio el tiempo para
confeccionar un azote de cuerdas para echar a los profanos del templo.
3. La fe verdadera no ve
`algo' en Jesús, sino que depende totalmente de Él. Nuestra fe debe ser más que una creencia vaga de
que Dios puede hacer milagros, debe ser una confianza total en la obra de
Cristo. Es un gran peligro enfocar la atención de las personas a Jesús,
haciendo hincapié en sus milagros. Los hechos portentosos del Señor siempre
tuvieron y tienen un objetivo: dirigir a la gente a Jesús, para que por medio
de la fe, encuentre al Señor y Salvador de su vida, y no a un simple hacedor de
milagros.
Juan 3
1. (3,1-15) Jesús recibe la
visita de un hombre llamado Nicodemo (nombre griego que significa
"vencedor del pueblo"), un miembro de los fariseos. [1] Nicodemo era principal entre los judíos; es
decir, miembro del sanedrín. Este vino de noche a Jesús, quizás por miedo a
perder su reputación ante sus colegas, o a lo mejor para poder conversar
tranquilamente con Jesús en medio del silencio nocturno (la noche empieza bien
temprano en Israel). Nicodemo respeta a Jesús como maestro enviado por Dios, ya
que sus señales lo demostraron claramente; y es posible que acepte una cierta
autoridad divina en Jesús, con la que Él purificó el templo.
¿Qué motivo persigue Nicodemo con su visita?
¿será el deseo de aprender una mejor enseñanza acerca del cumplimiento de la
ley divina? En todo caso, Jesús comienza de inmediato a enseñarle; pero su
enseñanza es totalmente diferente de lo que Nicodemo esperaba. Esperaba que Él
pudiera agregar algo interesante a su concepto concerniente a su propia
exposición de la ley. Jesús le responde, que la entrada al reino de Dios no se
logra mediante una vida ligeramente mejor, sino a través de un nuevo
nacimiento, o como se puede traducir también, como un nuevo nacimiento que
viene de lo alto, de Dios, del Espíritu Santo. "De cierto, de cierto
(amén, amén) te digo". Jesús habla con autoridad divina; no basta con la
aplicación de reglas éticas para que la vida sea mejorada, se debe nacer de
nuevo.
¿En qué consiste el nuevo
nacimiento? Nicodemo no entiende esto, o
es posible que no lo quiera entender, ya que está pensando en un nacimiento
biológico, desde el vientre de su madre. Jesús reafirma sus palabras sobre el
nuevo nacimiento, diciendo: "De cierto, de cierto te digo" (esta
afirmación equivalía a un juramento). Ahora Jesús explica, pacientemente, lo
que significa el nuevo nacimiento, el que consiste en nacer de agua y del
espíritu. Estas palabras se refieren a las dichas por el profeta Ezequiel
(36,25-27): "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de
todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré
corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra
carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra". En esta profecía, Dios promete agua
limpia, un nuevo corazón donde morará su Espíritu, para que así Israel ande en
sus caminos. Esta profecía deja en evidencia el hecho de que andar en los
caminos del Señor, no es producto de nuestras propias fuerzas, sino de la obra
y acción del Espíritu Santo. Debemos tomar en cuenta también el actuar de Juan
el Bautista, quien aunque bautizó en agua para perdón de los pecados, señaló
además que Jesús traería la realidad de la promesa de Dios, el perdón y
la renovación a través del Espíritu Santo (ver Mat 3,11 y Jn 1,33). Entonces, lo
que Nicodemo necesita es el perdón por medio de Jesucristo y una renovación
completa de su vida a través del Espíritu Santo. Sin esto, nadie puede ver
(v.3) o entrar (v.5) en el reino de Dios. La carne (naturaleza
pecaminosa) sólo puede engendrar carne, y aunque hagamos todo lo posible por
agradar a Dios, sólo a través del Espíritu de Dios podemos ser gente
espiritual, una nueva creación. Jesús responde al asombro natural de Nicodemo,
y sigue diciéndole: "No te maravilles", es decir, no rechaces lo que
te he dicho; acepta mi juicio de lo que te dije sobre tu religión como
`carnal', que no es nada más de lo que ya habían dicho los profetas; que no
basta con tratar de vivir mejor, sin que haya una renovación total en la vida
como obra de Dios. ¿Acaso Nicodemo nada sabe de esto? Es posible. Pero es
cierto que "el viento (notemos que tanto en el Hebreo como en el griego la
palabra viento y espíritu son la misma palabra), sopla de donde quiere, y oyes
su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es
nacido del Espíritu". Hay cosas que son inescrutables, como lo es la obra
del Espíritu; pero con seguridad podemos comprobar que realmente está obrando
por su fruto, haciendo nuevas criaturas.
* Piense en la insuficiencia de "nuestra hermosa vida", en la
necesidad del nuevo nacimiento y en el único Maestro que puede enseñarnos la
verdad: Jesucristo.
Es evidente la protesta de Nicodemo contra la
enseñanza de Jesús, cuando pregunta: "¿Cómo puede hacerse esto?" Cree
firmemente en el concepto farisaico en relación a la salvación, que habla
acerca de mantener rigurosamente los mandamientos de Dios. Por eso le cuesta
mucho aceptar las enseñanzas de Jesús. Con asombro, Jesús le pregunta:
"¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?" Como maestro reconocido
dentro del pueblo de Dios, este prestigioso miembro del sanedrín debería saber
estas cosas tan predicadas por los profetas como por Juan el Bautista. Ahora,
Jesús utiliza la misma expresión usada por Nicodemo (ver v.2):
"Sabemos". Nicodemo y sus colegas, piensan que conocen el camino de
Dios y que están en condiciones de dar su opinión con respecto a Jesús; Él como
Rey Soberano, emplea esta palabra como un plural de majestad. Lo que Jesús está
diciendo es absolutamente verdadero ("de cierto, de cierto te digo").
El problema es que los fariseos (Jesús dice "vosotros") no aceptan su
enseñanza. Entonces, Jesús hace ver que este tipo de mal entendidos es producto
de la incredulidad, ya que él no entiende lo que Jesús está predicando. Si Él
está diciendo cosas terrenales, en otras palabras: si está enseñando sobre la
necesidad del nuevo nacimiento aquí, usando un lenguaje propio de la vida
terrenal, y ni aún así es entendido, entonces ¿cómo creerán en Jesús si les
dijera las cosas celestiales, como el secreto de la encarnación del Hijo de
Dios, que se hizo carne (v.16) para la salvación de los hijos de Dios? Nicodemo
sólo acepta a Jesús como maestro y nada más, ya que no entendió el origen
celestial de Jesús.
Nadie puede saber acerca de las cosas celestiales,
salvo Jesús. Él puede hablar con autoridad divina, pues como Hijo estuvo y está
en comunión íntima con su Padre. Ahora, Jesús expone algo de las cosas
celestiales: la salvación a través de la humillación y la exaltación del Hijo
de Dios. En realidad, Nicodemo no sabe nada de la salvación; no sabe por
ejemplo, que para ser salvo no basta que llevemos una vida estrictamente de
acuerdo a la ley; lo único suficiente es el remedio que Dios mismo ofrece: la
fe en el sacrificio vicario de su Hijo. Al igual como en el desierto en donde
Dios ofreció a un pueblo enfermo por las mordeduras de serpientes, una
serpiente levantada contra la muerte física, así ofrece a su propio Hijo que
también debe ser levantado en la cruz y a través de la resurrección; pero con
la diferencia que ahora sirve como remedio contra la muerte eterna. Jesús dice
que esto es necesario, puesto que nuestro pecado ofendió la justicia de Dios, y
esta debe ser satisfecha. El Padre ha "pagado", por medio de Cristo,
nuestra gran deuda con la justicia divina. "Para que todos aquellos que
creen en Él, no se pierdan mas tengan vida eterna".
* Jesús es más que un maestro que puede enseñar la verdad; Él es el Hijo
de Dios que vino desde el cielo, como la única solución de Dios para nuestra
enfermedad espiritual.
2. (3,16-21) Ahora (v.16) Jesús, expone a Nicodemo
en forma breve, pero profunda, el plan de la salvación: "Porque de tal
manera (es decir, de una manera inexpresable) amó Dios al mundo...". Dios
el Padre, quien fue insultado por los hombres de este mundo, expresó aun así
todo su amor por un mundo pecaminoso. Su amor fue tan grande, que "a su
Hijo unigénito (en el griego estas palabras van en primer lugar) ha dado".
Ahora escuchamos el eco de Génesis 22,1s. Sin embargo, la gran diferencia está
en que Dios realmente sacrificó a su Hijo y lo hizo por un mundo caído, muerto
en delitos y pecados (Rom. 8,32; en este pasaje Pablo expresa lo mismo). Pero
el propósito final del envío del Hijo de Dios es la vida eterna, en vez de la
muerte eterna, para aquellos que reconociendo su culpa frente a Dios depositan
su fe y su confianza en Jesús. Él repite estas verdades, enfatizando los
motivos tan hermosos contenidos en el plan de salvación, en que para ser salvos
y no ser condenados por Dios, Él envió a su Hijo.
Lo que más importa en nuestra vida es la fe, la
entrega a Jesucristo; ya que la fe, en plena dependencia de su sacrificio, nos
hace ser salvos (pero también esta fe es don de Dios; ver Ef. 2,8). En cambio,
la incredulidad nos condena. La condenación es una realidad terrible que ha
sido escogida libremente por muchas personas: "Esta es la
condenación" (esta frase es como una forma de hablar, la que continuamente
encontramos en el evangelio de Juan; compare Juan 17,3), es decir, esta es la causa
de la condenación: "Que la luz (Jesucristo) vino al mundo, pero los
hombres (en general) amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran
malas (v.19)". El que no quiere reconocer a Jesús (ese es el pecado más
grave, ver Juan 16,9) y sigue en su camino de rebeldía, aborrece la luz y
aborrece a Jesús, "para que sus obras -de los que rechazan a Jesús- no
sean reprendidas". La luz de Jesús es una luz que descubre cada parte
oculta de la vida humana, que nos dice la verdad sobre nuestra vida de
incredulidad. Por otra parte, el que practica la verdad (expresión para la fe
en Jesús y la vida nueva que viene por el nuevo nacimiento) y viene a la luz,
puede estar en la presencia de Jesucristo, ya que ha reconocido su pecado y ha
recibido el perdón, y en consecuencia la vida nueva, de tal forma que es
evidente que sus obras son hechas en Dios, como frutos del Espíritu Santo. Tome
nota, que tanto la condenación como la salvación son realidades ya presentes y
futuras, y está unida a la fe o incredulidad que se tenga ahora en Jesucristo.
* Meditemos en el milagro del amor de Dios, su increíble regalo, el
propósito final, la necesidad de la fe; pero, también en la torpeza de la
incredulidad.
3. (3,22-36) Después de su conversación con
Nicodemo, Jesús salió de Jerusalén en dirección al río Jordán, en Judea, Enón,
cerca de Salim. Allí Juan el Bautista continuaba bautizando, ya que aún no
había sido encarcelado. Jesús también fue a este lugar a bautizar o, al menos,
manda a sus discípulos que lo hagan. Un judío, que tal vez hubiese sido
bautizado por Jesús, provocó una discusión con los discípulos de Juan
concerniente a la purificación. Fue así como algunos vieron una competencia
religiosa entre Juan, y Jesús. Se había considerado a Jesús como discípulo de
Juan; pero lo que estaba sucediendo ahora, era todo lo contrario, ya que Jesús
hacía más discípulos que Juan. No obstante para Juan, el hecho de que Jesús
estuviera ejerciendo su ministerio fue motivo de gran gozo y satisfacción. De
ahí que dijera: "No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del
cielo". Ambos, tanto Jesús como Juan, reciben lo que les fue dado.
Evidentemente, Jesús recibe más honor; y la razón es que Él es mucho más que
Juan. El Bautista se sirve del ejemplo del amigo del novio; éste, luego de unir
al novio a la que será su esposa, pronto desaparece. Nunca podríamos encontrar
más humildad que en este gesto aquí relatado. Juan el Bautista se goza al ver
que la gente va en busca de Jesús. Él no ambiciona traer al pueblo para sí,
sino hacia Cristo. Juan sabe que sólo Jesús debe crecer, en tanto que él debe
menguar.
En el versículo 31 Juan repite sus argumentos:
Jesús puede tener más seguidores, ya que Él es el Dios verdadero, "el que
viene de arriba", que como mensajero del Padre revela cosas celestiales,
las que son necesarias para la salvación eterna. Juan puede hablar acerca de lo
que se debe hacer en esta tierra para convertirse a Dios; por su parte, Jesús
habla acerca del plan eterno de Dios, su envío por el Padre para salvación. En
cambio, Juan sólo puede dar testimonio que todo lo que es necesario para la
salvación se encuentra en Jesús. De manera que no es malo seguir a Cristo; todo
lo contrario, es absolutamente indispensable para ser salvo. Juan se queja de
la incredulidad, incluso de la de sus propios discípulos. Le entristecía que
tanta gente escuchara a Cristo y no atendiera a lo que oía. Aquellos que
aceptaban su testimonio afirman que Dios es verdadero, porque se dan cuenta que
el testimonio de Cristo es el testimonio de Dios. Jesús fue enviado por el Padre;
y siendo Él el Verbo, habla la Palabra de Dios. Él da testimonio por medio del
poder del Espíritu, el cual le ha sido dado sin medida, es decir, en plenitud.
Porque el Padre ama al Hijo, todas las cosas las ha entregado en sus manos, en
otras palabras: Jesús es el verdadero representante del Padre. Si alguien
quiere honrar a Dios, debe honrar a Cristo y depositar confianza en su palabra.
Si alguien rechaza el testimonio de Cristo, trata a Dios de mentiroso.
El que cree en el Hijo, no es que obtenga la
vida eterna, sino que ya tiene la vida eterna; no obstante, la persona
que no deposita su confianza en Jesucristo, no verá (no tendrá) la vida eterna.
* El destino eterno no se hace efectivo después de esta vida, sino ahora
mismo. Lo decisivo es la fe o la falta de ella en la persona del Señor Jesús.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. La vida cristiana no es
simplemente poner en práctica ciertas reglas éticas o morales, es primeramente
haber "nacido de nuevo". Es probable que mucha gente quiera mejorar su vida por medio de una
buena conducta, y algunos lo lograrán. Pero este tipo de mejoras es sólo
delante de los hombres, ya que ante Dios nuestro mayor despliegue de bondad no
cambiaría nuestra situación eterna de condenación si Dios antes no ha obrado el
nuevo nacimiento en nuestras vidas. Se puede llevar una vida estrictamente
religiosa, como Nicodemo, pero aún no pertenecer al reino de Dios.
1b. El nuevo nacimiento no es
un esfuerzo de nosotros para mejorarnos, sino el obrar del Espíritu Santo en
nuestras vidas. Él nos hace ver el quiebre de nuestra existencia; la gran necesidad que
tenemos del total perdón de Dios por medio de Jesucristo; y la obra renovadora
que efectúa el mismo Espíritu. Para poder comprender estas cosas es necesario
inclinarse ante Jesús, aceptándolo como el único medio de salvación.
2a. El propósito de la venida
de Cristo al mundo es primeramente un propósito salvador. El amor de Dios es único,
pues resulta incomprensible para nuestra mentalidad cómo Él pudo enviar a su
Hijo a un mundo sumido en el pecado, justamente para liberarlo del pecado y la
condenación eterna. Es claro que la salvación entonces sólo se logra por medio
de Jesucristo. Él es el único que ha satisfecho la justicia de Dios que
nosotros con nuestros pecados habíamos ofendido, es por eso que hemos de
recibirle con todo nuestro corazón.
2b. La condenación es el
destino que el hombre escoge libremente al rechazar a Jesús. Dios no es el autor del
pecado, ni el culpable de la condenación de los hombres. El amor de Dios es, a
la vez, un ultimátum: el hombre debe decidirse ante Cristo. En este sentido la
fe es tremendamente necesaria para la salvación, pero el persistir en la
incredulidad es una actitud pecaminosa que el hombre ha determinado escoger sin
ninguna imposición externa.
2c. El que ha nacido de nuevo
no debe temer el ser examinado por la luz de Cristo. El nuevo nacimiento implica tanto una
comprensión del sacrificio expiatorio de Cristo, como nuestra propia miseria
espiritual ante el Dios santo. El que ha experimentado este milagro de Dios en
su vida se reconoce como pecador e indigno de la misericordia del Señor;
además, el Espíritu comienza a obrar de tal manera en su vida que sabe que toda
su conducta está ahora siendo hecha en presencia de Dios, por eso procura vivir
una vida en santidad como fruto de la obra del Espíritu Santo en él. En cambio,
el que persiste en la incredulidad ante Jesús no está interesado en venir a sus
pies, ya que sabe que al hacerlo quedará al descubierto su pecado. Prefiere
vivir con su pecado que lo llevará a la condenación, que verse reprendido en
esta tierra por lo que está haciendo.
3a. El "gozo
cumplido" de todo ministro de la Palabra es ver cómo la persona de
Jesucristo adquiere cada vez más importancia para la gente. El lugar que ocupó Juan el
Bautista en el plan de Dios fue ser nada más que el amigo del novio. Todo
verdadero ministro del evangelio se conocerá a sí mismo como un humilde
instrumento que allana el camino para que la gente conozca a la persona más
importante que existe: Jesucristo. En el plan de Dios somos señales que
conducen a Jesús. Que nunca hagamos que la gente ponga su confianza en
nosotros. A medida que Jesús crezca, nosotros mismos debemos ir disminuyendo.
Al final de todo, Jesús y nadie más que Jesús.
3b. La salvación y la
condenación son realidades ya presentes. Mucha gente piensa que el destino eterno de una
persona se decide después de la muerte. Sin embargo, dicho planteamiento es
rotundamente falso. El destino eterno de alguien se hace efectivo aquí y ahora,
la fe o la incredulidad ante Jesús es lo concluyente. Aunque esto parezca
fuerte, en sí contiene una hermosa promesa de seguridad: los creyentes ya
pueden tener la certeza de su salvación, sin temer al futuro juicio que vendrá
sobre todos los hombres.
Juan 4
1. (4,1-20) Jesús sale de Judea para ir a Galilea,
puesto que sus seguidores, al decir que "Jesús hace y bautiza más
discípulos que Juan", estaban irritando a los fariseos. Su tiempo de morir
no ha llegado todavía; por tanto, Él se retira del lugar. En su viaje pasa por
la ciudad de Samaria. Juan nos dice que por tal lugar le "era necesario
pasar". Había otro camino más largo, al otro lado del Jordán, que los
judíos solían tomar por sus malas relaciones con los samaritanos. Fue la compulsión
de su amor hacia los samaritanos, lo que le impulsaba a compartir el Evangelio
con ellos. Aunque los judíos odiaban a los samaritanos y éstos a los judíos,
ambos profesaban una religión parecida, pero no igual, ya que la religión de
los samaritanos era sincretista (es decir: una mezcla de la religión verdadera,
con elementos paganos; comp. 2 Reyes 17,1-34). Jesús y sus discípulos llegaron
a Sicar; probablemente era la misma Siquem donde vivía Jacob (Gén. 33,18; 35,4;
37,12-14).
Jesús estaba cansado por el
viaje y el calor, ya que era como la hora sexta. [2] Aquí podemos comprobar que Jesús, por su
naturaleza humana, estaba condicionado a enfrentar y sufrir todas las
consecuencias que debe soportar un hombre, a excepción del pecado. Jesús se
sienta junto al pozo cavado y construido por Jacob; este pozo debe haber tenido
una profundidad de 27 metros aproximadamente. Sus discípulos bajaron a la
ciudad a comprar pan. Mientras estaba sentado allí, una mujer samaritana se
acercó al pozo con su cántaro para sacar agua; Jesús le pide un poco para
beber; la samaritana se maravilla al ver que un judío le dirige la palabra; por
esta razón le manifiesta verbalmente su sorpresa. Posiblemente la vestimenta de
Cristo y su acento, le llamaron la atención; por esos motivos ella deduciría
que Jesús era judío. Esta mujer no sabía quién era ese hombre que le hablaba;
aún no conocía a aquel que amorosamente y sin prejuicios había comenzado un
diálogo con ella. Ahora Jesús cambia la conversación dándole una nueva
dirección, porque Él deseaba revelarse a ella. "Si conocieras el don de
Dios y quien es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías y Él te daría
agua viva". Para los judíos el don de Dios era la Torá; aquí `agua viva' y
`don de Dios', ambos se refieren al Espíritu Santo (cp. Juan 7,37-39) quien
llena a los creyentes con gozo, paz y comunión con Dios.
Como en el caso de su conversación con Nicodemo, al
principio esta mujer no comprendía lo que Jesús trataba de enseñarle. Ella
miraba las manos vacías de Jesús y no lograba entender cómo podía éste
ofrecerle agua viva, como la que brotaba del manantial. Desde luego, Jesús le
proveería para una sed más profunda, la de su alma. Sed de vida satisfecha
únicamente por Dios. Él podría hacer brotar fuente de agua para vida eterna en
su corazón. Jesús restaura la comunión con Dios, la cual durará para siempre.
Pero todavía la mujer no sabe cómo tomar lo que Jesús le dice. Esta oferta es
insólita: ¡Agua de vida sin tener sed jamás! ¡Eso es mucho! Sin pensarlo dos
veces, le dice: "Señor, dame esa agua". Estaba fascinada por lo que
este judío le decía, pero aún así, no estaba tomando en serio sus palabras.
Entonces Jesús, para penetrar hasta lo más profundo en la vida de esta mujer y
abrir su necesidad espiritual, le dice: "Ve, llama a tu marido, y ven
acá". Pero aún la mujer se encierra en lo profundo de su ser, diciendo
solamente: "No tengo marido". Aquí Jesús la desenmascara, mostrándole
que Él sabe todo de sus relaciones pasadas y las presentes con los hombres,
siendo seis en total. Y ahora había dejado la formalidad del matrimonio y era
la conviviente de un hombre. Sin necesidad de entrar en detalles, ni
reprenderla ni ofenderla por su pecado, Jesús le indica el punto débil de su
vida. Aunque todavía no le confiesa todos sus pecados, le deja ver su inquietud
en lo que respecta a su fe; ella sabe que le está diciendo la verdad;
aparentemente, la persona que le está hablando es un profeta; entonces, Él puede
decirle dónde hay que adorar a Dios. ¿Tienen razón entonces los judíos, al
insistir en que se debe ir a Jerusalén para adorar a Dios?, ¿o acaso sus
antecesores samaritanos, que también pretendían adorar, tendrían razón al decir
que el lugar adecuado de adoración se encontraba en el monte Gerizim? ¿Por qué
le hizo esta pregunta a Jesús? Tal vez porque nunca había encontrado la paz
interior en su propia religión.
* Jesús no es solamente un profeta, sino también el verdadero sumo
sacerdote, capaz de descubrir el pecado y además perdonarlo.
2. (4,21-24) Jesús responde que conforme al pacto,
los judíos poseían la verdadera revelación de Dios y que la salvación se
encuentra en medio de ellos; no obstante, también la adoración de los judíos
estaba limitada. La "hora" estaba llegando; esta expresión se utiliza
repetidas veces en referencia a la muerte de Jesús. Cuando esta hora llegue,
Jerusalén dejará de ser el único lugar de adoración pública, ya que, a través
de su sacrificio, Cristo abrirá la puerta del reino de Dios. Por tanto, el
lugar de adoración no volverá a ser lo más importante, más bien, la forma
en que adoramos a Dios, lo será. Viene la hora (después del sacrificio
expiatorio de Jesús) en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad, es decir, por medio del Espíritu Santo, quien guía a los
creyentes a toda verdad. El Espíritu nos lleva a Cristo, pues nadie puede
agradar a Dios, sino por medio de Él (ver Efesios 2,18). Podríamos decir: el
lugar de la adoración no será Jerusalén, sino Jesucristo, en quien Dios se ha
revelado por completo. Dios toma la iniciativa, a Él le agrada que pecadores le
adoren por medio de su Hijo, pues Él busca a tales adoradores.
La mujer samaritana responde que ella espera una
buena y verdadera enseñanza del Mesías, al decir: "Pero cuando Él
venga". Entonces Jesús se revela, diciéndole: "Yo soy, el que habla
contigo". Ya no hay que esperar a nadie más, ni a ninguna otra enseñanza.
El Mesías ya llegó.
* Ninguna otra adoración fuera de Jesús, el Mediador, es aceptable ante
Dios.
3. (4,25-38) Inmediatamente, después de que Jesús
se auto-revela a la samaritana, llegaron sus discípulos; sin que ella siquiera
tuviera tiempo para reflexionar. Mas el Espíritu Santo penetró tan
profundamente en su alma, que ella creyó. El primer fruto de su fe, fue que al
momento ella se transformó en una evangelista en su ciudad y empezó a predicar
diciendo que había un hombre que le había mostrado toda la verdad de su vida,
sin omitir un solo detalle. Lo dice sin avergonzarse, pues ha encontrado a
aquel Mesías que había perdonado sus pecados. La gente estaba estupefacta: ¡Qué
cambió tan grande y repentino había sufrido esa mujer! Al momento la gente le
siguió para ver a Cristo.
A todo esto, los discípulos habían regresado y,
para sorpresa de ellos, encontraron a su Maestro conversando con una mujer,
pero ninguno se atrevió a preguntarle lo que había hablado con ella. Ellos le
ofrecen pan, pero Jesús se halla tan absorto en realizar la obra de su Padre
que no necesita comer ni beber. Su comida es hacer la voluntad de su Padre y
acabar su obra. Esta se refiere a la predicación del Evangelio y de llevar a
cabo la salvación en la cruz. Jesús está totalmente dispuesto a realizar la
tarea encomendada por su Padre.
No tiene ganas de comer. Para Él, es más importante
trabajar, pues la cosecha está madura. Mirando al campo, observa que faltan
cuatro meses para la cosecha; insta a sus discípulos a que vean con fe, que
aquellos campos ya están blancos para la siega. Los samaritanos están
por llegar para encontrarle; aun cuando los discípulos no habían sembrado este
despertar en ellos, de igual manera podían cosechar. Otros también han sembrado
(Jesús mismo en este caso) y ahora se puede iniciar la cosecha.
* Adoremos a Jesús por su disponibilidad para obrar siempre y llevar a
cabo la salvación.
4. (4,39-42) Este relato termina con algo muy
importante, con el testimonio de los samaritanos que han venido a Cristo. Ellos
dicen que la verdadera razón de su fe no fue exactamente el testimonio de la
mujer (aunque al menos fue el motivo para acudir a Jesús), sino el contacto y
el encuentro personal que habían tenido con Jesús. A la petición para que se
quedara con ellos, Jesús accedió; aunque les acompañó sólo dos días. Esto era
suficiente para que llegaran al conocimiento del Salvador del mundo.
* Es a través del contacto personal con Jesús, que nace la verdadera fe.
¿Hemos tenido tal encuentro con Cristo? y ¿testificamos a otros de nuestro
encuentro con Él?.
5. (4,43-54) Pasados estos dos días, Jesús y sus
discípulos volvieron a Galilea. La razón de su regreso la expresó con un
proverbio: "Un profeta no tiene honra en su propia tierra". Aunque en
los otros evangelios se refiere a Nazaret, parece que aquí señala a Judea, como
el centro principal del país, ya que su capital era Jerusalén. En este caso
podemos apreciar que la recepción cordial demostrada en Galilea, contrasta con
la frialdad que Jesús encontró en Judea.
El único incidente que Juan nos relata de este
período en Galilea se refiere a un oficial del rey, que se dirige a Jesús
pidiéndole que sanara a su hijo moribundo. Esta historia tiene rasgos parecidos
y distintos del relato que encontramos en Mateo 8 y Lucas 8. Juan destaca la
necesidad de la fe.
Es posible que el padre acudiera a Jesús debido a
todos los comentarios que había oído con respecto a los milagros de Jesús en
esa ciudad. Habiendo tenido en Jerusalén la experiencia de muchos que creyeron
en sus milagros, sin poner su fe en Él, por un momento pensó que era uno de
ellos y quiso probarle. Jesús no sólo hacía milagros, sino que además reclamaba
el corazón de la gente. Empero, el oficial mostró su disposición tanto para
creer en el poder de Jesús de hacer milagros, como en la autoridad de hacerlo
de cualquier manera: así de lejos como de cerca. Por la gran necesidad de ver
restaurada la vida de su hijo, este oficial se sometió a la Palabra de Jesús y
creyó que su petición fue concedida al instante, porque Jesús no le acompañó a
su casa. Luego recibió la confirmación del milagro de Jesús por parte de sus
siervos, los que le contaron que la fiebre había dejado a su hijo en la misma
hora en que Jesús lo había mandado. Entonces, todos los de la casa del oficial
fueron impactados por el milagro y creyeron en Jesús. Este fue el segundo
milagro en Galilea (ver 2,11). Nuevamente Jesús reveló aquí algo de su majestad
divina.
* ¿Creemos en las promesas de Dios, incluso si aún no vemos su
cumplimiento?
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1. Sólo Jesús satisface la sed
espiritual que tiene todo ser humano. La única satisfacción es el don del Espíritu
Santo, quien derrama el amor de Dios en nuestro corazón (Romanos 5,5) y nos da
gozo y alegría (Hechos 13,52). Si hemos recibido este don, entonces la paz se
encuentra en nuestro interior. No es necesario buscarla en lo exterior, en
cualquier otra cosa. Sepamos que el Espíritu de Dios puede recuperar para
nosotros el gozo de la salvación.
Muy a menudo, no estamos conscientes de nuestras
necesidades espirituales. Por ende, Jesús también a través de su Espíritu debe
detectar esta necesidad convenciéndonos de nuestros pecados. Lo hace de una
manera profunda, pero a la vez muy tierna; Él tocó con pocas palabras el pecado
de la mujer samaritana, sin el ánimo de moralizar ni avergonzar. Él, pues, es
el sumo sacerdote quien quitará en la cruz la culpa de todos sus hijos.
2. La única manera aceptable
para adorar a Dios es a través de Jesucristo, pero siendo impulsados por el
Espíritu Santo. Después de haber dado el sacrificio de su vida, el velo del templo se
rompió de arriba a abajo; indicando con esto que ahora hay entrada y libre
acceso a la presencia de Dios (Hebreos 10,19). Dios, sólo puede ser conocido a
través de Jesucristo. Aunque la salvación viene de los judíos, siendo el único
pueblo del pacto, se ha cambiado por completo la forma de adorar. Judíos y
gentiles no necesitan un lugar adecuado para adorar, sino la fe en Jesús. La
verdadera adoración es entonces honrar a Dios a través de Jesucristo.
3. Nuestra salvación depende
de la disponibilidad de Jesús para cumplir la voluntad del Padre. Jesús nunca buscó el bienestar
de sí mismo; buscó el bienestar de la gente. Así cumplió la misión que el Padre
le había encomendado. Estemos también dispuestos a sembrar la semilla del
evangelio, ya que la cosecha es de Dios.
4. La fe en Jesús nace del
encuentro personal con Él. Por muy importante que sea nuestro testificar de Cristo, nada puede
reemplazar el encuentro espiritual con Él. La gente necesita a personas que le
conduzcan a Él. Pero también es cierto, que sólo el poder de la Palabra y del
Espíritu puede efectuar el conocimiento vivo de Cristo.
5. Todos los milagros buscan
despertar una fe genuina en Jesús como el Mesías. Juan destaca la necesidad de la fe en Jesús; no
sólo en sus milagros, sino también en su persona. Vemos un clímax: primero una petición
de parte del noble, en la esperanza de que hay un poder ayudador. Segundo,
la confianza en la palabra de Jesús. De esta manera la fe del noble
sobrepasa la de Tomás, quien quiso ver antes de creer. Esta segunda señal, igual
como la primera, estuvo llena de la gloria de Jesús. ¿Nos apoyamos enteramente
en sus palabras?
Juan 5
1. (5,1-18) Jesús subió a Jerusalén para poder
participar de una fiesta judía. Es probable que ésta no fuera la de la Pascua,
ya que en otras ocasiones es nombrada en forma explícita (2,23; 6,4; 13,1).
Posiblemente fue para la fiesta de los tabernáculos. Normalmente, en estas
ocasiones, Jerusalén se llenaba de gente. Pero Jesús deja la multitud para
visitar el hospital de Betesda, su fin es apiadarse de un solo hombre. Se han
efectuado varias excavaciones en un lugar que concuerda bastante con la
descripción de Juan, cerca del área norte del templo. En ese lugar había muchos
enfermos, porque se creía que periódicamente un ángel agitaba el agua del estanque
y que la primera persona que descendía a éste, luego que el suceso angelical
ocurría, quedaba sanada. Aunque en los mejores manuscritos los vv.3 y 4 no
aparecen, ellos entregan un resumen correcto de las ideas populares acerca del
manantial. Si no fuera por el versículo 7 sería imposible comprender la idea de
los versículos 3 y 4.
Betesda significa "Casa de misericordia".
Precisamente aquí, Jesucristo demuestra su gran misericordia. Este milagro es,
como todos los suyos, un signo de la naturaleza del Reino de Dios (ver Is.
33,22-24; 35,5-6; Apoc. 21,3-4). Un hombre paralítico de 38 años recibe la
atención especial de Jesús, quien le pregunta si quiere ser sanado. ¿Por qué
Jesús formula esta pregunta tan obvia y a la vez tan ilógica? Él tiene sus propósitos
al realizarla. En primer lugar para que este hombre recuperara la esperanza
perdida. Este paralítico le responde: "No tengo a nadie". En segundo
lugar, para que fijara su atención en Él. Si a Jesús no le hubiera sido posible
sanar a este hombre, habría sido una pregunta muy cruel. Pero ahora hace
renacer su esperanza. Sabía muy bien que para ser sanado debía bajar al
estanque, pero también estaba consciente de que, por sus propios medios, le era
imposible hacerlo. Estaba solo, no tenía a nadie que le ayudara. ¿Acaso no
tenía familia?, a lo mejor sus familiares y amigos ya no estaban cerca de él, o
bien, ya habían desaparecido con el tiempo. Pero pronto descubriría que tiene
un amigo cuya misericordia es infinita; y así es, con una sola palabra de Jesús,
este hombre es sanado. Cuando el Señor da una orden provee también los medios
para que esa orden sea cumplida. Sin perder un solo momento, el hombre toma su
colchoneta y se va. Juan agrega que este milagro fue hecho en día sábado. Cuando
los judíos vieron que este hombre se iba con su lecho al hombro, se enojan con
él y se lo prohiben. Pero tan pronto se aclaró que la responsabilidad era de
Jesús, el enojo de ellos se dirigió a Él. Jesús no eludió su responsabilidad,
ya que deliberadamente había realizado este milagro, y luego se dio a conocer
al hombre en el templo. En este encuentro, Jesús aprovechó la ocasión para
ordenar al hombre que no pecara más, para que no le sucediera alguna cosa peor.
No siempre existe una relación específica entre la enfermedad y el pecado (ver
Jn. 9,2-3), pero en este caso aparentemente la hay. La sanidad es signo del
Reino de Dios, y también ser perdonado es la característica de la misericordia
del Dios Soberano. Volver a la vida pecaminosa sería peor, porque esto
significaría ¡perder la vida eterna! El Señor concedió el perdón a fin de que
el hombre aprendiera a temer a Dios.
En su inconsciencia, el paralítico pregona a todo
pulmón que Jesús era quien le había sanado. Este hecho en sí era muy peligroso,
puesto que tal aviso daba a los judíos la oportunidad para que ellos
encontraran un motivo para atacar a Jesús por haber realizado un "trabajo
en día sábado". Jesús, al escuchar esta acusación, responde: "Mi
Padre hasta ahora trabaja". Con esto Jesús quiere decir que aunque los hombres
descansan para honrar a Dios, Éste no descansa; Él sigue trabajando y dando
vida en vez de descansar como lo hacen los hombres. Jesús, por ser Dios-Hijo,
debe imitar a Dios-Padre dando vida al hombre en vez de descansar como lo hacen
ellos, los judíos. Estos últimos habían entendido muy bien lo que Jesús quiso
decir; para ellos, Él se estaba "igualando a Dios". Ellos no
aceptaban esto y, por lo tanto, creen tener razones suficientes para matarlo.
* Jesús, como Hijo del Padre, sigue trabajando; preocupándose de
nuestras necesidades, tanto de las corporales como de las espirituales.
2. (5,19-30) A partir del versículo 19 en adelante
Jesús expone lo que ya ha dicho en el v.17, sobre el Padre que está trabajando
igual como el Hijo. No hay razón para acusar a Jesús, ya que Él como Hijo de
Dios hace lo que ve hacer al Padre. Jesús no actúa en forma independiente, está
siendo dirigido por la voluntad de su Padre, quien le ama y por este amor le
muestra lo que debe hacer. Los judíos han visto uno de estos trabajos (como la
curación del paralítico), pero verán otras obras mayores, como la resurrección
de los muertos (de la cual, la resurrección de Lázaro será un pequeño signo) y
la ejecución del juicio. En todos estos versículos, Jesús destaca la unidad que
existe entre Él y su Padre. En el v.22 Jesús repite que el Padre le ha dado a
Él todo el poder para juzgar en el juicio. De manera que el Hijo (Jesús)
naturalmente también merece la misma honra que el Padre, porque Él lo ha
enviado. Aún más, podemos afirmar que quien no honra al Hijo, tampoco honra al
Padre. Esta es una seria advertencia para aquellos judíos que sólo pensaban en
honrar a Dios el Padre, mas se resistían a honrar a Jesús. Por tal motivo, a
modo de un solemne juramento, Jesús anuncia que ahora es el momento decisivo en
cuanto al juicio de Dios, pues este juicio depende si hemos puesto nuestra fe
en Él o si hemos perseverado en la incredulidad frente a Él (ver Jn.3,36). La
posición que se tome ahora frente a Jesús, determina el futuro. Ahora es
el momento decisivo; ahora es el momento cuando todos pueden ser confrontados
con Jesús. Es el momento en que aquellos que son espiritualmente muertos, (es
decir, sin una relación viva con Jesús), oirán la voz del Hijo de Dios y
aquellos que la oyeren, al reconocer y obedecer al Hijo (Jesús), vivirán. Ellos
tendrán desde ya la vida de comunión con Dios y vivirán eternamente en
su Reino, y no serán condenados cuando comparezcan ante el trono del Señor. El
Hijo tiene este poder, porque al igual que el Padre, tiene la vida en sí mismo,
de tal modo que puede generar vida en quien Él lo desee. Además, Él no sólo
recibió este poder, sino también la autoridad para juzgar y aplicar juicio, ya
que Él es nada menos que el Hijo del Hombre (ver Dan. 7,13-14; allí comprobamos
que al Hijo del Hombre le fue dado el dominio, la gloria y el reino). Parece
imposible que sea Jesús quien ejerza acción judicial sobre el mundo, pero no
debemos olvidar que habrá una resurrección general para todos. La totalidad de
los hombres y mujeres que estén en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios,
y los que hicieron lo bueno saldrán y resucitarán para vida eterna. Mas los que
hicieron lo malo, a resurrección de condenación. Por consiguiente seremos
juzgados según las obras. No hay contradicción con el juicio basado en la fe,
pues la fe viva no es estéril, sino que da verdaderos frutos. El juicio que
aplicará Jesús será justo, no arbitrario; estará basado en la voluntad del
Padre, y esta es, que todos crean en Jesús (ver Jn 6,40).
* Será decisivo en el juicio nuestra actitud frente a Jesús, el Hijo de
Dios.
3. (5,31-47) Según el derecho judío (ver Deut.
19,15), en cada proceso era necesario el testimonio de dos o tres testigos.
Jesús, en el v.17, ha declarado ser el Hijo de Dios. Sin embargo, su pretensión
no es sólo una opinión personal. Hay tres testigos que afirman que lo
que Él ha dicho es verdadero y válido. El primer testigo fue Juan el
Bautista. Los judíos habían enviado emisarios para investigar su actuar,
pero Juan les dio testimonio de Jesús (Jn. 1,26-27,30-34). Jesús no menciona a
Juan porque necesitase de su testimonio, pues Él tiene otros testigos más
fuertes. El testimonio de la identidad de Jesús no depende de la autoridad de
Juan; es todo lo contrario, eran los judíos los que necesitaban de su
testimonio para ser salvos. No obstante, para la mayoría, el testimonio de Juan
fue en vano; muchos se regocijaron un tiempo en su luz, pero no llegaron a la
fe en Jesús, la que ya antes había sido predicada por Juan.
Jesús tiene un mejor testimonio. El segundo
testigo que declara que Jesús es el verdadero Hijo de Dios, son sus
obras. Obras, señales y todos los milagros realizados por Jesús son un
verdadero testimonio de que Él fue enviado por el Padre. ¡En el fondo, el
verdadero Testigo es el Padre mismo! Éste es el tercer, o mejor dicho, el
primer testigo. Él ha dado su testimonio a través de: Juan el Bautista, el
bautismo de Jesús por Juan y el descenso del Espíritu Santo sobre Jesús, a
través de sus obras y a través de las Escrituras. Nunca el pueblo de Israel
había oído su voz, ni visto su aspecto (ver Deut. 4,12). En realidad el pueblo
de Israel sí había oído una voz, pero no en el sentido más profundo, como lo es
por medio de las Escrituras. La Palabra de Dios no mora en ellos, porque no creen
en Jesús, de quien las Escrituras dan testimonio. "Escudriñad las
Escrituras". Lo trágico es que la gente piensa que en ellas tienen la vida
eterna, leyéndolas e investigándolas. Sin embargo, tal investigación es
insuficiente si no conduce al hombre a una fe viva en Jesús, de quien toda la
Escritura da testimonio. Por culpa de esta ceguera no pueden descubrir a Jesús
en las Escrituras, porque no creen en Él y tampoco desean hacerlo. Jesús no
busca la vanagloria ni el aplauso de parte de los hombres, sino la fe
necesaria. La gente no cree en Él, porque no tiene el amor de Dios en sí misma.
Si alguien amara a Dios, a la vez lo amaría a Él. Los judíos recibirán a los
falsos mesías, que no son enviados por el Padre; y, sin embargo, no aceptan al
verdadero Enviado de Dios, su Hijo Jesús. En el fondo, la verdadera razón de
esta incredulidad es el deseo de recibir la fama de otra gente, como los
rabinos que recibían la honra de sus alumnos. Cuando uno se deleita en este
tipo de gloria, no se da cuenta de que necesita de la gracia de Dios por medio
de Jesucristo. Los escritos de Moisés testificarán contra ellos en el día del
juicio, ya que tales escritos han dado testimonio de Jesús. Pero si los judíos
no aceptan las Escrituras, tampoco aceptarán la Palabra de Jesús.
* ¿Aceptamos nosotros con humildad el testimonio de Dios acerca de su
Hijo?
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. Jesús se preocupa por el
hombre que no recibe atención de nadie. La historia del paralítico de Betesda muestra
que Jesús no sólo manifiesta amor hacia la multitud en general, sino que además
su amor se dirige al individuo que se siente solo y abandonado. Sin embargo,
también en este caso no obra sin pedir fe. El hombre, como muchos de nosotros,
ya ha perdido la fe, pues nadie se preocupaba de él. No obstante, la fe en Dios
no parte de las circunstancias, ni de los hombres, tiene su origen en la buena
voluntad de Dios; su obra sobrepasa nuestras aflicciones más profundas.
1b. Trabajar el sábado, para
Jesús no era romper la ley sino hacer lo mismo que el Padre hace: dar vida a
los hombres. Se nos hace ver que el
propósito de Jesús al trabajar el día de reposo, era más que curar simplemente
a un enfermo o preocuparse de una persona; era dar vida en el sentido más
amplio: restaurar al hombre de tal modo que sea capaz de servir a Dios.
1c. No siempre existe una
relación directa entre el pecado y la enfermedad. Sin embargo, no podemos excluir esta
posibilidad. Es necesario ser muy cautelosos en este aspecto, para no cometer
graves problemas pastorales. Dios puede castigar el pecado a través de una
enfermedad. No obstante, este castigo no debemos interpretarlo en forma
fatalista, como si Dios nos hubiera castigado para siempre. El propósito de
Dios es que nos convirtamos a Él y disfrutemos de su gracia.
2. La unidad entre el Padre y
el Hijo (Jesús) tiene muchas implicancias importantes:
a. Si Jesús está `trabajando' en sábado, es porque
el Padre está haciendo lo mismo.
b. Si el Padre hace maravillas (resucitar a los
muertos), el Hijo igual las hará.
c. Si Dios tiene el derecho para juzgar al mundo,
el Hijo también lo tiene.
d. Si el Padre merece la honra de parte nuestra, el
Hijo la merece igual.
e. El que piensa creer en Dios, entonces debe creer
también en Jesucristo.
d. La vida eterna depende de nuestra relación con
el Hijo.
e. Si la vida viene de Dios, el Hijo puede también
ahora dar vida (en sentido espiritual) a aquellos que no la tienen.
f. En el juicio, el Hijo actuará como el Juez
supremo: Él decide sobre la salvación y la condenación.
En un sermón sobre este pasaje podemos recalcar la
importancia de nuestra fe en Jesús y la plena dependencia en Él. Él puede ya
darnos vida, aunque estemos muertos para Dios. Esta vida es la más íntima
comunión con el Señor.
3. Aunque escudriñemos las
Escrituras, será en vano si no depositamos fe en Jesús, de quien ellas
testifican. Jesús tenía tres testigos que
declaraban y afirmaban que Él era Hijo de Dios: Juan el Bautista, sus propias
obras hechas en el nombre del Padre, y el Padre mismo que habla a través de las
Escrituras. Si a pesar de todo esto no reconocemos a Jesús, es por nuestra
ceguera espiritual y por buscar gloria para nosotros mismos. El que no se
humilla delante de Dios, nunca sentirá la necesidad de la gracia del Señor
Jesucristo.
Juan 6
1. (6,1-15) El milagro de
Jesús en la multiplicación de los panes es el único milagro que hallamos
registrado en los cuatro evangelios. Habiendo vuelto Jesús a Galilea, pasó al
otro lado del mar de Tiberias (así lo llama Juan, en vez de mar de Galilea). [3] A Jesús le seguía una gran multitud, pero tal
multitud no poseía una fe genuina en Él, sino que eran atraídos por el afán de
lo sensacional, ya que veían las señales del poder de Dios contenidas en los
milagros de Jesús. Éste subió a un monte y se sentó allí con sus discípulos.
Juan comenta que estaban cerca de una fiesta judía denominada pascua. Esa referencia
implica que había mucho pasto, por ser el tiempo de la primavera. Juan explica
además, que junto a este marco espléndido, surgió en la multitud el deseo de
declarar a Jesús como Rey, porque en esta fiesta celebraban la Pascua y en ella
la liberación de la esclavitud de Egipto. Con este contexto histórico como
fondo, surgieron con mayor razón los sentimientos nacionalistas de la multitud.
La presencia de esta multitud creaba un problema:
¿Cómo alimentar a tantos? Entonces Jesús para probar a Felipe, le pregunta:
"¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?" Aunque Felipe había
presenciado todos los milagros de Jesús, aún le faltaba fe para confiar en Él;
debía aprender que Jesús tiene el poder para hacer cualquier milagro y en
cualquier circunstancia. Aún no comprendía que también el pan viene de Jesús y
que, aún más, Él mismo es el verdadero pan. Felipe razonaba lógicamente, que
incluso con doscientos denarios (cada denario equivalía al sueldo de un
jornalero para un día) no era posible alimentar a todos. Luego Andrés, hermano
de Pedro, se dirige a Jesús y le cuenta que un muchacho anda por ahí con cinco
panes de cebada y dos pequeños peces. De todas maneras, para Andrés también
esto era totalmente insuficiente. Sin embargo, para Jesús era más que suficiente.
Su milagro sobrepasaría largamente el milagro de Eliseo, que alimentó a cien
hombres con veinte panes de cebada (2 R.4,42). Jesús quería demostrar su poder
a través de un nuevo milagro y a la vez revelar quién era Él. Por esta razón
hizo sentarse a la multitud; tomó los panes, dio gracias a Dios quien como el
Creador nos alimenta, y partió los panes y los peces. Entonces, milagrosamente,
los panes y los peces se multiplicaron en las manos de Jesús, de modo que
durante la distribución todos quedaron satisfechos. Sobraron tantos pedazos que
cada discípulo pudo devolver un canasto lleno a Jesús.
El milagro hizo pensar al pueblo que Jesús era el
profeta prometido (Deut.18,15-18) y, en consecuencia, se despertó un entusiasmo
tan grande que la multitud quiso hacerle a Jesús su rey, quien como Moisés
podría liberarles del yugo hostil. Pero Jesús se retira de la escena. Aunque Él
es el verdadero rey, no obstante, su reino es el reino de la gracia, cuya
libertad es primeramente sobre el pecado, la liberación de Satanás y de la
muerte.
* Jesús reveló la abundancia de su reino, un reino sin ninguna clase de
necesidades.
2. (6,16-21) Hacía poco que los discípulos habían
sido testigos del gran milagro de la multiplicación de los panes y peces; ahora
que están solos, sin su Maestro, sienten una sensación de abandono; sin Él, se
hallaban impotentes. De este modo, Él les enseña que deben vivir por la fe y no
(siempre) por vista. Precisamente en el momento en que estaban sin su Señor, se
levantó una tempestad. El mar de Galilea es famoso por los vientos peligrosos
que se levantan y caen desde los montes sobre el agua, levantando grandes olas.
Después de haber remado unos 5 kilómetros (un estadio son unos 190 metros),
cuando los discípulos estaban muy angustiados y con mucho temor, Jesús apareció
para poner fin a todos sus temores; pero, cegados por la superstición, creyeron
que se trataba de una aparición fantasmagórica (ver Marcos 6,49), de manera que
se angustiaron aún más. Jesús se les acerca con las palabras "Yo soy".
En Jesús se revela el Dios de Israel (compare este versículo con Jn. 4,26;
6,51; 8,12; 10,11; 18,5-6 con Éx. 3,14), quien hace desaparecer el temor a
través de su presencia y ayuda. Inmediatamente el temor de ellos se convierte
en tranquilidad; reciben a Jesús en la barca y llegan a tierra sanos y salvos.
Juan da por sentado, sin mencionarlo, que Jesús calmó la tempestad.
* Jesús en medio de la tempestad revela su presencia y calma tanto la
tempestad como el temor.
3. (6,22-40) La gente pensaba encontrar a Jesús al
día siguiente, pero no lo pudieron hallar; Él no estaba por ninguna parte,
aunque sabían que no se había embarcado mar adentro en ninguna barca. Por fin
volvieron a Capernaum, afanados en su búsqueda, y allí lo encontraron en la
sinagoga (el v.59). La gente le preguntó, cuándo había llegado; Jesús no
responde en forma directa, sino que se refiere a los motivos por los cuales
ellos le estaban buscando. El afán de ellos era palpar lo sensacional de los
milagros y no el real interés en el mensaje de Jesús. Por ende, les
exhorta a trabajar por otro tipo de comida; no por la comida que perece, sino
por la comida que permanece. De ninguna manera este es un consejo para dejar de
trabajar, sino que se trata de la actitud que tiene la gente hacia Él. No deben
andar en busca de sensacionalismos, al contrario, deben tener el deseo profundo
de conocer lo que Jesús ofrece, en otras palabras, interesarse por conocer
realmente el significado de sus señales. Él, en su lugar como el Hijo del
Hombre, ofrece la comida que permanece, porque a Él lo señaló Dios el Padre.
Jesús había recibido de parte de su Padre el sello del Espíritu Santo, por lo
que está autorizado para dar bendiciones espirituales.
La gente formula dos preguntas. En primer lugar:
"¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?" La
respuesta inesperada es: deben creer en Jesús, pues el Padre lo ha enviado. La
segunda pregunta, es si Jesús puede acreditar su identidad, de tal forma que
logre crear fe en ellos. Si Él es más que Moisés, debe hacer cosas mayores que
las que él hizo, por ejemplo cuando les dio el maná. Para corregir este
concepto que tienen acerca de Moisés, Jesús les dice que él no les pudo dar pan
del cielo, sino que Dios el Padre lo hizo. El maná era un símbolo del verdadero
pan; es símbolo de Jesús que descendió del cielo para dar vida al mundo.
Aparentemente la gente aún no entiende que Jesús mismo es este pan de Dios.
Ellos le piden este pan a Jesús. Ahora, enfáticamente, Jesús les dice que Él es
este Pan. Lo que Jesús está ofreciendo es tan bueno, que aquella persona que
cree en Él nunca tendrá hambre ni sed. Pero la fe es precisamente la condición
que necesita una persona para recibir de este pan celestial llamado Jesús. Pero
por otro lado, lo que justamente les falta es esta fe. A causa de la
incredulidad no han recibido la vida eterna, y esto, porque no han recibido al
que es el Pan de Vida, Jesús. El Señor no es culpable de esta carencia de fe;
al contrario, el deseo de Él es salvar, pues nadie que viene a Él es echado. La
gente que le ha sido dada por el Padre, vendrá a Él; aquellos recibirán la
salvación eterna a través de la resurrección; esta no es sólo la voluntad de
Jesús, sino también la de su Padre.
* Es la voluntad del Padre que todos los que creen en Jesús tengan vida
eterna.
4. (6,41-59) La multitud se opone a las palabras de
Jesús; para ellos son "declaraciones pretenciosas": ¿Cómo podía decir
Jesús que es del cielo si sus padres eran Galileos? Jesús responde que es
imposible conocerle tal como es, si el Padre no obra en el corazón del hombre
con su poder para atraerle a Él. Necesitamos, así como lo han dicho los
profetas, la enseñanza del Padre mismo. Sólo el Padre influye en la decisión de
venir a Cristo. En el v.46, Jesús destaca la diferencia que hay entre su
conocimiento del Padre y el de los creyentes. Jesús le conoce en una forma muy
diferente, ya que Él vino del cielo. El creyente conoce al Padre a través de la
obra que Él hace en el corazón.
En los versículos 47-51, Jesús repite que Él es el
único dador de la vida eterna; es superior a Moisés. En el desierto los
Israelitas comieron el maná, pero murieron; mientras que aquellos que creen en
Jesús recibirán la vida eterna. Jesús dice, cada vez en palabras más firmes, lo
que significa el hecho de ser Él el Pan de vida y lo que implica el poner la fe
en Él. Su persona, si la entrega a la muerte, será verdaderamente el Pan de
vida. La gente no entiende el mensaje de Jesús y esto produce más y más asombro
en ellos; se preguntaban: ¿Qué significa el que tengamos que comer su carne, su
cuerpo?; como si esto fuera poco, Jesús emplea expresiones aún más fuertes
agregando otras frases más conflictivas, al decir que también es necesario
beber su sangre. Si esto se tomaba literalmente, se estaba violando la ley (Levítico
17,10-14). La gente estaba atónita, pero lo que Jesús quería destacar es el
poder lograr la unidad con Él, a través de la fe en el sacrificio de su muerte
(expresado por las palabras; "comer su carne y beber su sangre").
Como Jesús le debe la vida a su Padre, así también los creyentes le deben la
vida a Él, pues sin fe en su sacrificio, acarrean para sí mismos la muerte
eterna. Nuevamente Jesús enfatiza el inmenso valor que tiene su sacrificio, lo
cual va más allá de lo que Israel recibió en el desierto. Aunque este pasaje no
habla de la santa cena, contiene claras alusiones a ésta.
* La fe en el sacrificio de Jesús es imprescindible para obtener la vida
eterna. Este tipo de fe no es producto de nuestro esfuerzo, sino que es la obra
de Dios en los suyos.
5. (6,60-71) Ahora se desencadenan las reacciones,
porque gran parte de las enseñanzas de Jesús acerca de su carne y sangre fueron
consideradas como una palabra dura, difícil de entender. Jesús entrega una
respuesta doble en cuanto a su divinidad; por ejemplo, si la gente le viera
ascender al cielo, ¿no deberían admitir que Cristo es verdaderamente el Hijo de
Dios? La otra parte de su respuesta tiene el propósito de aclarar los malos
entendidos y no que se llegue a pensar que tendrían que comer su carne y tomar
su sangre en forma literal. La carne en sí misma, para nada aprovecha. De modo
que si la gente llegara a entender las palabras de Jesús de una manera
espiritual y las aceptan, entonces recibirán a través de ellas la nueva vida en
Cristo. No todos creen y aceptan estas afirmaciones, pues por sí mismos no
pueden creer, porque para hacerlo es necesaria la obra del Padre en el corazón.
Jesús sabe quienes lo rechazan o quien lo entregará (Judas), y por esa razón
ofrece a sus propios discípulos la oportunidad de irse. De ahí sus palabras:
"¿Queréis acaso iros también vosotros?" Esta pregunta es hecha con la
intención de arrancar una confesión de fe en ellos. Pero lo que para muchos fue
motivo de un alejamiento definitivo de Jesús, para sus discípulos es el
incentivo que les impulsa a seguir más adelante. Aquí aparecen las famosas
palabras pronunciadas por los discípulos y guía de confesión de fe:
"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros
hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
viviente". Con esta confesión de fe, sin darse cuenta, Simón (vocero de la
confesión) demuestra claramente que él pertenece a aquellos que fueron
enseñados por el Padre mismo. Debemos hacer notar que Judas Iscariote también se
une a esta confesión, pues de otra manera se hubiera alejado como lo hicieron
los demás. En cuanto al fin de Judas, podríamos pensar si verdaderamente él
hizo suya esta confesión de fe.
La palabra "escogido", en el v.70, apunta
a la elección de los discípulos como discípulos y no a la elección para la
gloria eterna. Jesús sabía exactamente lo que sucedería y cómo es la gente en
su fe, y en su incredulidad y su rechazo. Jesús soporta todo esto. Él no vino
para condenar al mundo, sino para salvarlo.
* Jesús no busca hacer prosélitos; Él busca formar a un pueblo que pueda
vivir confiando en Él, motivados por una fe genuina.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1. Los milagros de Jesús no
buscan llamar la atención hacia lo sensacional, sino fe en el hacedor de ellos:
Jesucristo. En el evangelio de Juan, los
milagros no sólo apuntan al reino de Dios como en los evangelios sinópticos,
sino que revelan cada vez un aspecto de la persona de Jesús. En este caso, Él
quiere mostrarse como el Pan de vida. La gente lo interpreta mal; reconoce su poder
y, por ende, espera que Él sea su Libertador, pero no le reconoce a Él tal
como es: el único que nos puede dar vida en el sentido más profundo: comunión
con Dios.
2. Por muy grande que sea la
angustia, Jesús está presente y revela su majestad. Muchas veces ocurre que después de momentos
álgidos, los creyentes se encuentran en profundos y bajos desalientos; esto se
produce justamente para aprender a seguir confiando en el Señor. Esto sucedió
con los discípulos, y a menudo pasa con nosotros. Jesús se reveló como el Dios
presente "Yo soy". Aunque la situación para nosotros no siempre
termina en forma positiva, la promesa sigue en pie e inalterable. Dios está
presente en nuestras dificultades, a pesar de que a nuestro parecer Él está muy
oculto.
3a. Aunque los hombres
incrédulos vean los milagros, nunca descubrirán el significado real de Jesús. Para mucha gente, Jesús era
una persona tremendamente atractiva. Sin embargo, nunca estuvo satisfecha con
lo que vio, siempre quería más. Por lo tanto, Jesús les invita a tomar otra
posición frente a Él. Deben `trabajar' por una comida que permanece, siendo
este `trabajo' el creer en Jesús como el Mesías. Él es mayor que Moisés, ya que
Moisés no ha dado nada, sino Dios; mientras que Jesús es el verdadero Pan de
vida. Sólo Él satisface el hambre y sed espiritual por completo, pues Él
restaura la comunión con Dios que estaba quebrada. Dios mismo proveerá las
personas que vendrán a Jesús. Ellos obtendrán por medio de Él la vida eterna.
3b. Siempre es necesario saber
el motivo por el que la gente acude a Jesús. Después de ser testigo del milagro de la
multiplicación la gente busca afanosamente a Jesús. Una vez que lo halla, Jesús
inmediatamente desenmascara el verdadero motivo que impulsó esta búsqueda,
motivo que nada tiene que ver con una fe verdadera en Él. Es muy fácil, y una
fuerte tentación, para muchos ministros el dejarse atraer por las multitudes;
sin embargo, si queremos personas maduras en la fe hemos de sondear en los
intereses que ellos persiguen cuando acuden a la iglesia. El saber esto nos
dará la oportunidad para conocer cuál es el estado espiritual de la gente, y la
manera en que debemos orientar el evangelio a sus vidas.
4. El hombre sólo se une a
Dios por medio de la fe en el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. Las palabras de Jesús
resultaron ser bastante enigmáticas para personas que sólo esperaban señales
visibles del mesianismo de Jesús. Él les invita a comer su "carne y a
beber su sangre", pero tal invitación no ha de ser vista en forma literal,
sino espiritual; estas palabras nos hablan de la relación que debe existir
entre la gente y Jesús. Nos hacemos partícipes de Jesús cuando aceptamos
profundamente su muerte por nosotros en el Calvario. Quien no se "alimenta"
de Jesucristo no puede tener vida eterna.
5a. La incredulidad se enfada
con Jesús; la fe se goza en su enseñanza. Mucha gente abandona a Jesús. Sin embargo, el
primer interés de Jesús no es la cantidad, sino la calidad de los
que le siguen. Los suyos tienen la oportunidad de irse, pero no quieren;
reconocen (por la obra del Padre en ellos) que sólo Jesús tiene palabras de
vida eterna que darles.
5b. Conocer realmente a Jesús
no es fruto de nuestro esfuerzo, sino la obra de Dios Padre en nuestros
corazones. Nuestro Señor confronta a la
multitud que le sigue con palabras que demandan fe. Seguir a Jesús no es un
asunto superficial, la gente debe saber que seguirle es un compromiso total.
Pero muchos volvieron atrás, sin embargo, algunos, sus discípulos, confesaron que
sólo en Jesús se hallaba la vida eterna. Por difícil que nos parezca
comprender, pero esta decisión de fidelidad a Jesús muestra que los discípulos
fueron tocados por Dios para obedecer a Jesús y venir ante Él.
Juan 7
1. (7,1-9) Ahora Jesús se queda en Galilea, ya que
no busca la muerte, ni debe hallarla antes de la hora destinada por su Padre.
Sus hermanos lo desafían para que vaya a Jerusalén a celebrar allá la fiesta de
los Tabernáculos; en esta fiesta se recuerda el paso del pueblo de Israel por el
desierto, y cómo vivieron en carpas mientras duró su peregrinaje. En esta
fiesta, la gente se trasladaba a vivir en cabañas formadas con ramas de árboles
durante siete u ocho días para agradecer a Dios por su protección. Aunque los
hermanos de Jesús aún no creían en Él (solamente después de la resurrección lo
harán), ellos desean que Jesús sea famoso, porque Jerusalén es la ciudad
adecuada para mostrar sus obras a los ojos del "mundo"; es decir, a
una gran multitud. Jesús responde que para Él la hora aún no ha llegado. De
modo que debe esperar y evitar demasiada conmoción desde el principio de la
fiesta, ya que esto sería muy peligroso para su integridad; porque los líderes
del pueblo están planificando su muerte. Su sacrificio es un acto voluntario
(cap. 10,17-18), y, por ser así, no quiere morir en una situación de
insurgencia popular. Ellos pueden asistir a la fiesta sin ningún obstáculo,
pues para ellos no existe peligro aparente. Jesús, además les explica que por
el hecho de no encontrarse junto a Él estarán más seguros, de modo que no
tienen motivos para temer a la gente. Pero Jesús sí, ya que Él castiga al mundo
sacando a luz sus pecados, especialmente el pecado de la incredulidad ante su
persona divina.
* Jesús evita morir antes de su tiempo, pues morirá en pascua, como el
verdadero cordero de Dios.
2. (7,10-24) Por un breve período Jesús se mantiene
oculto, pero luego de un tiempo acude a Jerusalén. De esta manera puede evitar
la compañía de los peregrinos. Allí en Jerusalén le buscan los judíos, sobre
todo sus líderes que esperan tener la oportunidad para poder saldar cuentas con
Él. En Jerusalén se puso en evidencia que no todos son de la misma opinión en
cuanto a su persona. Unos le consideran como un bienhechor, debido a sus
milagros; otros opinan que es un falso profeta. De pronto, en la mitad de la
fiesta de los Tabernáculos, esto es desde el cuarto día, Jesús aparece
enseñando en el templo. Los judíos están sorprendidos con respecto a su
enseñanza, puesto que no había asistido a ninguna escuela rabínica. No
obstante, Jesús se opone a esta acusación, mostrándose a sí mismo como el que
ha recibido otro tipo de enseñanza y que ésta ha venido directamente de su
Padre. Sólo aquel que quiere hacer la voluntad de Dios, es capaz de discernir
si la enseñanza de Jesús viene de Dios o no. Entre esta persona y Jesús hay
afinidad, ya que ambos buscan la gloria de Dios. Si Jesús se hubiera atribuído
esa sabiduría como propia, estaría apuntando para su gloria. Sin embargo, Jesús
está preocupado por la gloria de Dios, más que por la suya propia. En Él no hay
injusticia, porque es el verdadero Hijo enviado por Dios. El que tiene la misma
preocupación que Jesús es quien hace la voluntad de Dios; en el fondo es el que
cree en Jesucristo.
Los judíos se jactaban de cumplir la ley de Moisés
al pie de la letra. Sin embargo, al querer asesinar a Jesús estaban
evidenciando que ya no estaban cumpliendo con esta ley, porque ese mismo
intento de homicidio quebrantaba el sexto mandamiento. No debemos olvidar que
ya, proféticamente, Moisés se había referido a Jesús en Deut. cap.18 (así lo
confirma Juan en el cap. 5,45-46). De modo que los judíos, al no creer en
Jesús, tampoco creen en lo dicho por Moisés y, en consecuencia, no cumplen la
ley (el mandato de creer en el profeta de quién Moisés había hablado). Para
mostrar que en el pasado no había infringido la ley, Jesús les recuerda la
curación del paralítico (Jn. 5). Es cierto que Moisés dispuso la observancia
del día sábado, pero también había legislado sobre la circuncisión ya dada a
los patriarcas; él había ordenado que si la circuncisión caía en día sábado (la
circuncisión se efectuaba ocho días después del nacimiento), ésta tenía
prioridad sobre el deber de no realizar ningún trabajo en sábado. ¿No era la
curación de un hombre aún más importante que la circuncisión de un niño?
Aparentemente los judíos no tenían un buen criterio para juzgar sobre lo que
era justo e injusto en cuanto a la ley.
* Cristo es el verdadero Hijo de Dios, el Salvador del mundo. No hay
otro camino hacia la seguridad, sino por la fe en Él.
3. (7,25-36) Los habitantes de Jerusalén se
asombran de la "forma atrevida" con que Jesús hablaba, y sobre la
poca reacción de parte de los líderes. ¿Acaso creen también en Jesús como el
Mesías? Aquí podemos observar que algunos judíos sugieren la posibilidad que
Jesús sea el Mesías, pero luego rechazan este pensamiento, puesto que Jesús era
de origen Galileo. El caso es que los judíos pensaban que el Mesías se
ocultaría hasta el momento de su aparición de una manera que sólo Dios conocía
y que no estaba de acuerdo a un origen terrenal normal. Jesús comienza a
enseñar, cogiendo el hilo de la conversación, acerca de su origen. Los judíos
piensan que conocen a Jesús y el lugar de su procedencia, pero en realidad no
saben nada; aunque ellos apelan a las Escrituras, no conocen a Dios, ya que no
aceptan que Él ha enviado a su Hijo Jesús; Jesús viene de Dios, y debido a su
origen divino es que tiene autoridad. Sólo por estas palabras, lo único que
desean los líderes es prenderle y matarle, pues no aceptan su autoridad
celestial. Por otra parte, los milagros que ellos han visto son prueba
suficiente de su mesianidad.
Tanto los fariseos como los principales sacerdotes
consideran que esta era una situación tan peligrosa, que intentan oficialmente
arrestar a Jesús. Por lo tanto envían a la policía del templo para proceder con
su arresto. Pero mientras esto sucede, Jesús sigue enseñando sin ser
perturbado, diciendo que después de poco tiempo volverá a quien le envió;
entonces la gente lo buscará, pero no lo podrá encontrar. Con estas palabras,
Jesús habla acerca de su regreso al Padre donde sus enemigos no podrán alcanzarle.
Las palabras "buscar y no encontrar", suenan como una amenaza de
juicio (Am. 8,12; Os.5,6). Luego será demasiado tarde para ellos. Los judíos
interpretan mal las palabras de Jesús cuando les dice que ellos no podrán ir
donde Él va. ¿Es que Jesús quiere probar su suerte con los judíos de la
diáspora, en Grecia? Aunque no lo saben, dicen una gran verdad; porque, después
de la resurrección de Jesús, el Evangelio será esparcido por Grecia.
* El Señor Jesús descendió del cielo y regresó al Padre; su misión era
divina.
4. (7,37-39) Estos versículos nos trasladan al
octavo y último día de la fiesta de los Tabernáculos. En este día, un sacerdote
sacaba agua con un jarro del estanque de Siloé y además vino del sacrificio y
lo derramaba sobre el altar (como un recuerdo a Éxodo 17,6). En este ritual se
escondía una petición por lluvia. Entonces se recitaba Isaías 12,3:
"Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación". Pero en
esta misma recitación, se notaba la falta de algo permanente que siempre estuviera
satisfaciendo la sed (Juan 4,14 y 6,35). Generalmente los rabinos enseñaron
sentados. Pero ahora se dice que Jesús se pone de pie, lo que significa que va
a decir algo de gran importancia para todos: "Si alguno tiene sed (porque
tiene un vacío espiritual por causa del pecado) venga a mí y beba". Sólo
Jesús sabe saciar nuestra sed, dándonos su Espíritu, el cual nos hace
partícipes de la gracia de Dios revelada en Jesucristo; y nos llena con el gozo
y alegría de la salvación. "El que cree en mí, como dice la Escritura, de
su interior correrán ríos de agua viva". No es necesario pensar en un
versículo bíblico en especial, sino en la Escritura que nos habla de la
plenitud del Espíritu Santo. Esta plenitud es posible recibirla (ver Isaías
44,3; Ezequiel 36,25-26; Joel 2,28; 3,3,18) una vez que Jesús haya sido
glorificado (su muerte, resurrección y ascensión), ya que en aquel entonces el
Padre derramará su Espíritu para llenar a todos los creyentes con la gracia y
el gozo en Cristo; de tal modo que desde el corazón de los creyentes, correrán
ríos de agua, como un canal de bendiciones para otros. Desde luego que para
recibir todo esto es necesario recurrir a Cristo, porque sólo por medio de la
fe puesta en Él podemos beber de su plenitud.
* Jesucristo satisface la sed espiritual, dando a todos los que acuden a
Él la plenitud de su Espíritu, del gozo y de la alegría.
5. (7,40-52) En relación a Jesús existen variadas
opiniones. Según algunos, Jesús es un profeta de la misma línea de Moisés;
según otros, Jesús debe ser el Mesías. Pero otros dudaban de esta posibilidad,
ya que el Cristo debería venir de Belén, la ciudad de David, según las
Escrituras; mientras que Jesús venía de Galilea. Al parecer, se produjo más de
una disensión, ya que en el v.44, según el griego, se habla de un cisma, una
gran división.
La policía del templo (ver también v.32) retorna a
los principales sacerdotes y a los fariseos (que probablemente estaban reunidos
en la sala del sanedrín) sin haber conseguido su objetivo; pues la hora de
Jesús todavía no había llegado. Su respuesta a la pregunta de la causa por la
cual no habían traído a Jesús, molestó mucho a los miembros del sanedrín. El
testimonio de los policías del templo fue: "Jamás hombre alguno ha hablado
como este hombre". Están sumamente impresionados de las enseñanzas de
Jesús. Enojados porque sus planes no han tenido éxito, los fariseos les
preguntan si ellos, al igual que las multitudes, también han sido engañados.
Una opinión adecuada acerca de Jesús sólo se puede esperar, según ellos, de alguien
que conoce la ley de Dios, pero no de la gente que no la conoce y que por ende
está bajo maldición. Afirman que ninguno de los fariseos jamás ha creído en
Jesús. Luego Nicodemo les corrige diciendo, que no es correcto juzgar a Jesús
sin un proceso normal. Eso no se debe hacer. ¿Acaso ellos no conocen la ley que
prohibe juzgar a una persona sin una investigación previa (ver Deut. 1,16s;
17,4ss, 19,15ss)? Pero el sanedrín no está para oír razones. Alegan que nunca
un profeta ha venido de Galilea (pero véase 2 Reyes 14,25).
* Por incredulidad el corazón se cierra, incluso para reconocer
honestamente a Jesús.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1. Jesús no hizo nada fuera
del `horario' establecido por su Padre. No fue a la fiesta para promoverse a sí mismo,
buscando su propia gloria, como sus hermanos le recomendaban. Él espera la hora
que el Padre ha determinado para que lleve la culpa del mundo y luego reciba
honra y gloria a través de la resurrección y ascensión. Igual nosotros, no
podemos anticiparnos a la gloria eterna; debemos pasar por muchos sufrimientos
antes de entrar en el reino de Dios.
1-3. El Salvador del mundo es
a la vez el Maestro que redarguye al mundo. No todos creen en Jesús, y esto por diferentes
motivos:
a. Algunos no quieren aceptarlo cuando Él les habla
de sus pecados, y es por eso que le aborrecen (comp. v.7). A nadie le gusta
escuchar la verdad acerca de sí mismo. Es por esta razón que necesitamos la
gracia de Dios para ser sinceros, predicando la Palabra sin temor alguno. Es
fácil caer en el error de no confrontar a la gente con su pecado de
incredulidad, y de esta manera evitar ser rechazados. Pero esto no es lo que el
Señor quiere.
b. Otros dudan de su origen. El hombre Jesús, quien
además es de Galilea (según la opinión común en aquellos días), no puede venir
de Dios. Estas objeciones proceden de un corazón que no está obedeciendo a Dios
ni está buscando su gloria. Sólo los que reconocen a Jesús como el Enviado de
Dios, pueden conocerse a sí mismos y darse cuenta de que necesitan del
sacrificio de Jesús para cubrir sus pecados.
Unicamente reconociendo a Jesús como el Enviado por
el Padre, podremos ir un día adonde Él va (Juan 14,3); si no ponemos fe en Él,
jamás estaremos en su presencia (7,34).
4. Por medio de la fe depositada
en Cristo, Dios nos promete la plenitud de su Espíritu. El único que sabe satisfacer
nuestro vacío espiritual es Jesús. Esto se hace posible a través del Espíritu
Santo. Él es la persona que nos une a todas las riquezas de Dios: el perdón, el
gozo de la salvación y la experiencia de su presencia. Aunque la fe es algo muy
personal, nunca nos hace místicos o individualistas. Recibimos las riquezas
para compartirlas con los demás.
5. No es sólo la carencia de
información lo que produce incredulidad, sino el negarse humillar ante Dios. Nótese que Jesús no se
esfuerza para rebatir los falsos argumentos productos de no saber que Él nació
en Belén. La fe no nace en primer lugar de la correcta información (aunque se
la necesita), sino de la obra del Espíritu de Dios, quien nos lleva a tener un
corazón contrito y humillado. Es muy probable que algunos sean puestos bajo la
enseñanza seria de la Palabra, y, sin embargo, mantener una postura de
incredulidad ante Dios. En los planes de discipulados que podamos realizar
nunca perdamos de vista la oración que pide que el corazón del hombre sea
iluminado por el Espíritu Santo. Nuestro fin no es dar sólo información de la
persona de Jesús, sino hacer un llamado al arrepentimiento y fe en Jesús.
Juan 8
1. (8,1-11) Aun cuando este pasaje no aparece en
los primeros manuscritos, no hay razón para dudar de la veracidad de este
relato. En algunos manuscritos este pasaje se encuentra después de Lucas 21,38.
Es extraño observar que Juan nunca usa la palabra "escribas", pero
aquí sí lo hace. También existe la posibilidad de que haya pertenecido
originalmente al evangelio de Juan, pero que luego fue omitido; porque en él se
habla de cómo Jesús fue indulgente con el pecado cometido por una mujer
adúltera, y esta actitud podía ser mal interpretada.
Mientras Jesús estaba en Jerusalén, muchas veces
pasaba la noche en el monte de los Olivos para volver a la ciudad al próximo
día. Aquí leemos de una confrontación acaecida entre la coalición
escribas-fariseos con Jesús; esto, en realidad era una trampa, ya que aquellos
hombres buscaban una nueva razón para deshacerse de Él. Entonces, traen una
mujer que había sido sorprendida en adulterio. Ellos no estaban siendo
impulsados por un sincero respeto por la ley de Dios, sino por el deseo de sacar
de en medio a Jesús. Los casos de adulterio eran comunes en la fiesta de los
Tabernáculos; la gente se entregaba a excesos y libertinaje. Es evidente que
ellos no se interesaban en el caso en sí, ya que sólo trajeron a la mujer y no
al hombre. La trampa consistía en que Jesús debía tomar una decisión: ya sea en
favor de la mujer (así contravenía la ley) o en contra de ella (lo que sería en
favor de la ley). Era una decisión entre misericordia y justicia. La ley de
Moisés mandaba apedrear a ambos (ver Deut. 22,22-24 y Lev. 20,10); sin embargo,
la ley de Jesús, es decir, su manera de actuar, demostraba que se debía tener
misericordia con ella. Lo que sus oponentes judíos olvidaron, es que Jesús usa
medios diferentes que ellos para llevar a los pecadores al arrepentimiento. El
encuentro con Jesús cambia a la persona completamente.
En primera instancia, Jesús no responde; lo hace
para demostrar que comprende sus motivos. Mientras tanto escribe con el dedo en
la tierra. ¿Sería que Jesús estaba ganando tiempo para meditar bien lo que
ellos estaban haciendo? Por otra lado, también es posible que Jesús se esté
refiriendo a Jeremías 17,13, en donde se dice proféticamente: "Los que se
aparten de mí serán escritos en polvo"; así que aquellos hombres, habiéndose
apartado de Dios, estaban frente a un hecho cuya situación no era menos grave
que el de la mujer. Pero cuando sus adversarios insisten en preguntarle, Jesús
les responde que Él se mantiene de acuerdo a la ley, confirmando lo que
establece Deut. 17,7, que los testigos debían tirar la primera piedra. Aquí
aprovecha Jesús para alcanzar sus conciencias, agregando: "El que de
vosotros esté sin pecado...". De esta manera les muestra tanto su
hipocresía, como su propia culpa frente a Dios.
Jesús sigue escribiendo sobre la tierra como si
nada hubiese acontecido. Todos se escabulleron de a poco, uno por uno, hasta
que solamente quedaron Jesús y la mujer. Como si Jesús volviera en sí, le
pregunta a ella: "¿Ya no hay nadie?, ¿Nadie te ha condenado?" Tampoco
Él lo hará, porque Él no vino al mundo para condenarlo, sino para salvarlo.
Pero su indulgencia nada tiene que ver con relajamiento espiritual. Con sólo
una palabra la llama al arrepentimiento, diciéndole: "Ni yo te condeno;
vete, y no peques más".
* Jesús es justo y misericordioso. Él nos llama al arrepentimiento y nos
ofrece perdón.
2. (8,12-20) En este pasaje Jesús se presenta como
la luz del mundo. Aquí tenemos otra alusión a la fiesta de los Tabernáculos, a
la gran iluminación de la fiesta en relación con este derramamiento de agua. El
templo entero estaba bañado con la luz de los grandes candelabros. No obstante,
hay más motivos. Para los judíos la Torá era la luz de la vida. Sin embargo,
Jesús es más que la Torá, Él cumple la Torá de Dios y entrega el sacrificio
necesario por aquellos que confiesan sus pecados. Además, la Torá sólo muestra
los caminos de Dios, pero no salva como lo hace Jesús. También Él cumple en
otro sentido la Torá, siendo el cumplimiento de la nube de fuego que iluminaba
a Israel cuando estaba en el desierto. Por todo esto, Jesús dice: "Yo soy
la luz del mundo".
Sólo Él da a conocer a su
Padre y nos da la seguridad de la vida eterna; sólo Él nos redarguye y nos
libera; sólo Él da nueva perspectiva, nos guía y orienta en todo aspecto de la
vida. Esta es una afirmación
absoluta. Ningún hombre podría decir lo mismo, ya que Él es el Hijo y la
revelación de Dios en esta tierra. Por esta razón nos llama a servirle con la
promesa de que nadie que le siga estará en las tinieblas (un indicio del pecado
por no conocer verdaderamente a Dios, ver Jn. 3,19 y 1,5).
El resto del capítulo 8 contiene una discusión de
los fariseos con Jesús; ellos se niegan a aceptar la declaración absoluta de
Jesús. Entonces lo acusan de que Él da testimonio de sí mismo, como si el
orgullo fuera el móvil principal de su actuación. La respuesta de Jesús es
simplemente que Él puede dar testimonio de sí mismo por el hecho de que es el
Hijo de Dios y que tanto el Padre como Él dan testimonio de su origen, pero sus
adversarios no. El criterio de los fariseos es terrenal, mas no aplicable con
el de Jesús. Él no juzga a nadie, pues no vino a juzgar, sino a salvar (ver Jn.
3,17 donde Juan mantiene la misma palabra griega). Pero cuando Jesús juzgue (en
el juicio final), su juicio será definitivo y verdadero, no de acuerdo a
criterios falsos (como hacen los fariseos), sino con criterio justo (la fe o la
incredulidad frente a Él). Para emitir este juicio, tiene la autorización nada
menos que de su Padre.
El Padre es quien, conforme a la ley, respalda al
Hijo. Ambos testimonios son suficientes (v.17). Es evidente que los adversarios
no conocen a Dios ni a Jesús, pues tienen que preguntar: "¿Dónde está tu
Padre?" A esto, Jesús responde que un verdadero conocimiento del Padre se
canaliza únicamente por medio del conocimiento que una persona tenga del Hijo
de Dios. De esta manera, Jesús impartió su enseñanza en público, en el lugar de
las ofrendas, un puesto ubicado en el atrio de las mujeres.
* Sin la fe no podemos conocer ni al Padre ni a Jesús. Por medio de la
fe podemos conocer a ambos.
3. (8,21-59) Aquí continúan las discusiones. El
centro de toda la problemática es la autoridad que posee Jesús y sobre cuál es
su origen. Jesús ha dicho que un día se irá a un lugar donde sus adversarios no
podrán llegar. Ellos le irán a buscar, mas para ese entonces, será demasiado
tarde; por tanto ellos morirán en sus pecados, en el pecado de no creer en
Jesús como el Hijo de Dios. Los judíos malinterpretan estas palabras pensado
que Él va a suicidarse. Jesús les responde que Él, es de arriba (del cielo, de
Dios), y no de este mundo; por tal motivo no deben pensar en el suicidio. En el
v.24, Jesús aborda el problema principal: ellos morirán en el pecado de no
querer aceptar el mesianismo de Jesús. Las palabras "Yo soy" nos
recuerdan la misma expresión pronunciada por Jehová a Moisés en Éx. 3,14. Los
judíos al no reconocer el significado de la declaración de Jesús, de inmediato
le preguntan quién es Él. Jesús no responde en forma directa, ya que les ha
hablado de su origen y de su Padre, pero los judíos no comprendieron esto por
culpa de su incredulidad.
Sin embargo, luego que los judíos hayan levantado a
Jesús en la cruz y se haya realizado posteriormente su resurrección y el
derramamiento del Espíritu Santo, conocerán a Jesús tal como es: en su debida
dimensión, esto es, el Hijo del Hombre que vino de la gloria celestial (Dan.
cap. 7). Después de Pentecostés, gran parte de los judíos creerán en Él,
convencidos por la obra del Espíritu Santo.
A pesar de existir tanta incredulidad, Jesús sabe
que no está solo, sino que el Padre está con Él, porque siempre está haciendo
su voluntad. Ahora mucha gente cree en Él, por las palabras que pronuncia.
Pero, ¿qué tan profunda será su fe? (ver Jn. 2,23.24). Su cruz, ¿no será motivo
de tropiezo? Por eso Jesús insta a los judíos a que permanezcan en sus
palabras, es decir, que crean que Él es el Hijo de Dios. De esta manera podrán
ser sus discípulos y al llegar a serlo conocerán la verdad, la cual consiste en
que Jesús es la persona divina que dice ser. Por el conocimiento de la verdad,
vale decir, acerca de la persona misma de Jesús, serán libres de la prisión del
pecado.
Los judíos se enojan porque como hijos de Abraham
se sienten libres, ya que han guardado los mandamientos de Dios, y por ello no
se sienten esclavos. Sin embargo, a los ojos de Jesús, sí son esclavos del
pecado, por la sencilla razón que rechazan al Hijo de Dios: Jesús. Ser esclavo
significa que llegará el día en que no podrán estar en la casa de Dios, sólo el
Hijo quedará para siempre en ella. Sólo Jesús libera de toda esclavitud. A
decir verdad, los judíos son descendientes de Abraham, pero deben portarse como
verdaderos hijos, aceptando a Jesús en vez de rechazarlo. Lamentablemente ellos
no le dan cabida a las palabras de Jesús.
* Todo hombre es esclavo del pecado y necesita que Jesús le liberte para
que llegue a ser hijo de Dios.
En los versículos 39-47 Jesús profundiza más en
cuanto al origen de los judíos (ya que ellos no creen en Él), que afirman ser
hijos de Abraham y además, hijos de Dios. Pero no tienen el mismo espíritu que
Abraham, pues quieren matar a Jesús. De esta manera revelan su verdadero
origen: son hijos del diablo, porque no aman al Hijo de Dios. El diablo es
mentiroso y se opone a Dios, a la verdad y a Jesús. Además es homicida desde el
principio y le gusta destruir; los judíos, al querer matar a Jesús, estaban
siguiendo los mismos pasos que el diablo. Ellos deben admitir que Jesús no ha
cometido pecado, porque es de origen celestial.
Los judíos responden a la afirmación de Jesús,
relativa a su origen, muy agresivamente, llamándolo `samaritano, lo cual era un
insulto muy grave que equivalía a hereje o idólatra. Además agregan que Él es
quien tiene demonio. Jesús rechaza esto tajantemente. Él honra al Padre, pero
ellos, al no reconocer su mesianidad, le deshonran. Sin embargo, deben saber
que el Padre honra a Jesús. Un día, como el Juez supremo, los juzgará a ellos y
les manifestará que su Hijo, Jesús, tenía toda la razón.
Reconocer a Jesús es de vital importancia: el que
guarda su Palabra, es decir, quien pone fe en sus pretensiones mesiánicas,
recibirá la vida eterna que no puede ser dañada por la muerte. Esto es para los
judíos demasiado. ¿Acaso Jesús es más Abraham, que tenía que morir igual; más que
los profetas, los siervos de Dios que también estaban sujetos a la muerte?
Jesús responde que al decir estas cosas no está honrándose a sí mismo sino al
Padre quien le ha otorgado esta autoridad sobre la muerte. Los judíos pueden
pensar que conocen al Padre como su Dios, sin embargo, están equivocados pues
al rechazar a su Hijo, Jesús, demuestran que no lo conocen. En cambio Jesús sí
conoce al Padre y guarda sus palabras. El mismo Abraham se gozó en poder ver
`su día' (el día de Cristo), y lo vio y se gozó. En el nacimiento de Isaac,
Abraham vio el principio del cumplimiento de la promesa de Dios que culminaría
en la época mesiánica. Entonces, en este día ya `vio' (por la fe) a Jesús. Los
adversarios de Jesús ridiculizan sus palabras como si Jesús hubiera vivido en
la época de Abraham. Pero ni siquiera tiene 50 años, dicen ellos. Nuevamente
Jesús tropieza con un muro de incredulidad. Desde una perspectiva humana, es
verdad ellos tienen razón, Jesús no ha vivido en la época de Abraham. Pero lo
que no saben, o mejor dicho rehusan saber, es que antes de Abraham Él ya
existía, como el eterno Hijo de Dios.
Esta última afirmación de Jesús es insoportable
para sus oponentes. Quieren matarle, pero Jesús se retira, atravesando por en
medio de ellos. Sus palabras han ocasionado división entre los judíos. Pero
Jesús está dispuesto a tomar las últimas consecuencia de sus palabras, incluso
la muerte, mas a su tiempo, el tiempo determinado por el Padre.
* El eterno Hijo de Dios, que da vida eterna a todos los suyos, es más
que Abraham, pues existía entes de él.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. Juzgar sin misericordia la
conducta de alguien es pasar por alto nuestra propia culpabilidad ante Dios. Jesús no cayó en la trampa de
hacer justicia sin misericordia o viceversa. Si Él, en sus decisiones, da
preferencia a la misericordia, es porque en su muerte Él mismo lleva la culpa
de nuestros pecados.
Ante aquellos que demandan el castigo para la mujer
que ha pecado, Jesús les muestra que ellos también son pecadores y culpables
delante de Dios, por tanto igualmente dignos de muerte. Aunque la conciencia no
siempre está en condiciones de evaluar la conducta, pues se puede volver
insensible, sin embargo, aquí juega un papel importante. Podemos aprender de
esta historia, que toda disciplina dentro de la iglesia ha de tener tanto el
elemento de justicia como el de misericordia. Además nosotros mismos debemos
considerar nuestra propia condición de debilidad ante el Señor.
1b. El perdón de Jesús no es
libertad para seguir pecando, sino la razón por la que hay que cortar todo
vínculo con el pecado. Según la ley, la mujer adúltera merecía la muerte, mas ahora ella se
sabe perdonada por Jesús. Sin embargo, este perdón no sólo la libra de la
muerte, sino que ahora la hace responsable de su futura conducta. Ella debe
abandonar su antigua existencia de pecado. Si hemos experimentado el perdón de
Dios hemos de estar conscientes que tal perdón está arraigado en la muerte
vicaria de Cristo, por tanto esto mismo nos exige romper con antiguas prácticas
de vida, y consagrarnos por entero a Dios. Aquel que tenga un verdadero
encuentro con su santa presencia no puede seguir siendo la misma persona.
2. Cristo, la Luz del mundo,
disipa las tinieblas de nuestro alejamiento de Dios y nos lleva al conocimiento
de Él. La incredulidad nos mantiene
presos, de tal manera que nos convertimos en unos ignorantes de la misericordia
de Dios, ni tenemos la certeza de que somos sus hijos destinados para la vida
eterna. A través de Jesús, Dios está para los creyentes más cerca que nunca.
Sin la revelación en Jesús no podemos conocer a Dios. En el último juicio, la
fe o la incredulidad será el criterio según el cual Jesús juzgará.
3a. Sólo Cristo nos libera de
la esclavitud del pecado. Sin fe puesta en Él hemos de morir en nuestros pecados, ya que pasamos
por alto al único Redentor. Jesús en Juan 16, nos enseña que el pecado más
grave es la carencia de fe depositada en Él. Los judíos se enorgullecieron de
ser descendientes de Abraham, sin preocuparse de cultivar una verdadera
relación con Dios la cual se logra únicamente por medio de Jesús; sólo esto los
hacía hijos de la promesa. De la misma manera los creyentes podemos ser
engañados cuando afirmamos nuestra relación filial con Dios (ser hijos de Dios)
en base a los años de servicios o presencia que llevamos en la iglesia. Así que
nada puede sustituir la fe genuina en Jesucristo. Sólo por medio de Él podemos
ser llamados hijos de Dios.
3b. "No existe otro Dios
que Jesucristo". Esta afirmación de Martín Lutero quiere decir que no podemos conocer a
Dios sin reconocer y depositar nuestra fe en Jesucristo. En este mundo hay un
sinnúmero de personas que pretenden tener una relación con Dios, depositan su
esperanza en Él, acuden en circunstancias difíciles a Él, pero no muestran una
necesidad verdadera de Cristo, necesidad que nos revela que necesitamos el
perdón de Dios a causa de nuestros pecados. Es lamentable, pero es cierto: no
todos creemos en el mismo Dios, como la mayoría de la gente piensa. El hombre
Jesús es el Hijo del Padre, enviado para adquirir vida eterna para los suyos a
través de su muerte vicaria.
Juan 9
La historia del encuentro de Jesús con el ciego se
relaciona con lo que Él ha dicho en el cp. 8,12: "Yo soy la luz del
mundo". Jesús da la luz al mundo en un doble sentido, no sólo sanando su
ceguera física, sino también dándole la luz para conocerle a Él como el Cristo.
Esta última iluminación es un milagro no menos grande que recibir la luz en los
ojos físicos. El hecho de que los líderes rechazaran al ex-novidente, mientras
que Jesús le buscó, muestra claramente que este capítulo está estrechamente
relacionado con el cap. 10. Jesús es el buen Pastor. Los líderes son nada más
que asalariados y no les preocupan las ovejas, tal como muestra Jesús.
1. (9,1-7) En 8,59 leemos que Jesús salió del
templo, porque los judíos le querían matar. Al retirarse y al pasar por las
calles, Jesús divisó a un hombre ciego. Él no se fija sólo en su propio
bienestar, sino en el bienestar de la gente para que así sea glorificado Dios.
Jesús miró al hombre ciego con mucha compasión, no obstante, sus discípulos lo
ven con otros ojos; para ellos el ciego es nada más que un caso interesante que
causa algunas interrogantes lógicas: si es ciego de nacimiento, ¿quién tiene
entonces la culpa?, ¿sus padres o él mismo?, ¿a caso su alma preexistente ya
había cometido pecado? Para la gente de aquella época siempre había una
relación entre la enfermedad y el pecado. Aunque Jesús no niega que pueda
existir una relación entre una cosa y la otra (ver cap. 5,14), sí niega que
haya una relación entre ambas en este caso. En este hombre se revelarán las
maravillas de Dios para gloria de su nombre. Nótese que la gloria de Dios y la
salvación del hombre no son cosas opuestas, sino que Dios recibe la gloria a
través de la salvación del hombre. Jesús fue enviado por su Padre para hacer
las obras de Dios; de modo que mientras dure el día (el período después
de su primera actuación hasta su muerte en la cruz), Él podrá obrar. En los
mejores manuscritos, se dice (v.4): "Hagamos las obras del que me
envió". Con estas palabras los discípulos se ven involucrados en la obra
de Jesús (ver cap. 14,12). Ellos también, a través del poder del Espíritu
Santo, debían hacer las obras de Dios. Ahora es el tiempo en que se debe
trabajar, para servirle y creer en Él. Cuando venga la noche será demasiado
tarde. Estas palabras contienen una exhortación para que sigamos a Jesús y
creamos en Él ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde. Había que
aprovechar bien el tiempo de la gracia del Señor, porque entonces (también
ahora a través de su iglesia) Él se hallaba en el mundo como la luz del mundo.
Ahora Jesús prepara lodo con tierra y saliva para
cubrir los ojos del hombre, no porque necesitara de este lodo para sanarle,
sino para probarle su fe (como el caso de Naamán en 2 Reyes 5); luego le manda
a lavarse en el estanque de Siloé. El significado de la palabra `Siloé' es
"enviado". Probablemente se refiere al hecho de que las aguas fueran
enviadas o conducidas desde su fuente Gihón por un túnel construido por el rey
Ezequías hasta el estanque. Ahora éste tiene un significado más profundo,
porque señala hacia Cristo como el enviado del Padre para realizar maravillas.
Nótese el hecho de que obedeciendo a Jesús, la fe del ciego da como fruto el
don de la vista.
* Jesús, la luz del mundo, el Enviado del Padre, hace maravillas para la
gloria de su Padre y para la salvación del hombre.
2. (9,8-34) En este pasaje se relatan las distintas
reacciones que produce el milagro efectuado por Jesús, como la reacción que
tuvieron los vecinos (8-12), los fariseos (13-17, 24-34) y los padres
de este hombre sanado (18-23). Los vecinos y todos aquellos que lo vieron
como un mendigo, se impactan y se sienten confundidos por los hechos. No pueden
distinguir claramente si él es el ciego o si sólo se le parece. Pero la
afirmación que él hace en el versículo 9, respecto a estas inquietudes, pone
punto final a la discusión. Ahora cuando se confirma la identidad del hombre,
surge la interrogante sobre el "cómo" fue sanado y sobre la identidad
de su sanador. La primera pregunta es fácil de responder; en cambio la segunda,
muestra que el hombre conoce a Jesús sólo de nombre, pero no como el Hijo de
Dios. Nótese que las preguntas de los vecinos no van más allá de satisfacer su
curiosidad. El detalle importante contenido en el v.14 es que este día era día
de reposo, y este hecho introduce una reacción mucho más crítica, la de los
fariseos. Una de las cosas prohibidas en día de reposo era la realización de
cualquier trabajo, como el de hacer esta mezcla de tierra y saliva. El
encuentro de ellos con el ciego, tiene, por ende, un carácter de investigación
legal, la que pasa por dos etapas (13-17 y 24-34), mientras que en los
versículos 18 al 23, los fariseos piden que los padres del ex-ciego aporten más
información al respecto.
Etapa 1.
a. Investigación. No sólo el hacer lodo en día
de reposo estaba prohibido por la ley judía, sino que también el curar a un
enfermo crónico. Por tanto, les interesa a los fariseos saber cómo esta persona
le había sanado. Al oír sobre los detalles de este hecho, de inmediato sacan
sus propias conclusiones; unos dicen: "Ese hombre no procede de
Dios". Tal como en cap. 7,43 también surge disensión; algunos opinan que
Jesús no ha cometido pecado, si hace estas señales. Dicho de otra manera: ¿es
Jesús un profeta falso o verdadero? Para disimular esta desunión, se dirigen
directamente al hombre sanado a fin de extraer de él información. Sin embargo,
éste muestra un mayor discernimiento que sus interpeladores, ya que para él
Jesús es un profeta.
b. Pedir más informes. Ahora los judíos se ven
obligados a recabar más informes, ya que según sus pensamientos algo debe estar
mal en el relato de este hombre. Pues, según ellos, Dios no habría permitido
que un milagro fuese realizado en día de reposo. Luego los padres responden a
la primera pregunta en forma positiva, diciendo que realmente este hombre era
ciego y que lo reconocen como su hijo, pero no toman en cuenta la segunda
pregunta (el cómo del milagro), por temor a que los judíos los echaran fuera de
la sinagoga. Su hijo tenía edad más que suficiente para dar un testimonio
válido (la edad mínima era 13 años), entonces el ex-ciego debe testificar. Los
padres, ante las amenazas de expulsión, muestran una actitud `neutral'. No
tienen el valor de pagar el precio de verse rechazados por causa de Jesús.
Etapa 2.
Confrontación y expulsión. Obligadamente los judíos deben
dirigirse al ex-ciego. Debe ser él quien dé gloria a Dios. [4] Sin embargo, en esta etapa hay un cambio notorio
en este hombre; después de haber sido un testigo para que Jesús fuera acusado,
poco a poco se va oponiendo a ellos. Según los fariseos, Jesús ha pecado, pero
el hombre sanado de ceguera, se resiste a aceptar esta conclusión. ¿Acaso no
era suficiente el hecho de que le hubiera devuelto la vista?, ¿por qué en el
caso suyo hacían tantas preguntas?, ¿sería que también querían convertirse en
discípulos de Jesús? Como era de esperar, los judíos se irritaron bastante con
este hombre, porque ellos sólo piensan en ser discípulos de Moisés, pues era
evidente que Dios habló a Moisés, pero con respecto a Jesús, no saben de donde
es. Para el ex-ciego es increíble. Dios permitió que Jesús fuera el instrumento
de su sanidad. ¡Nunca antes se había visto una cosa igual! Entonces por eso
debía venir de Dios, ya que Dios no respondería a los pecadores. Este era un
sólido argumento. Los judíos ahora se ven atrapados en las redes de su propio
interrogatorio. A lo único que atinan es recurrir al insulto. Aprovechan que el
hombre había nacido ciego (usaron de su teología que afirmaba la relación entre
el pecado y la enfermedad), para descalificarlo como un testigo, arguyendo que
su testimonio no tiene validez. Cuando lo expulsaron se podría pensar que lo
echaron de ahí, para luego expulsarlo de la sinagoga. Esto demuestra que ellos
no eran buenos pastores, puesto que no eran ovejas de Jesús.
* ¿Qué actitud tenemos frente a Jesús?, ¿será una actitud neutral,
negativa, o llena de gratitud y admiración por todo lo que ha hecho?
3. (9,35-41) El buen pastor busca y halla
inmediatamente a la oveja expulsada. El ex-ciego, al confesar a Jesús como
profeta, demostró que había recibido algo de la luz de Cristo. Ahora Jesús
sigue iluminándolo, revelándose como el Mesías. Los mejores manuscritos hablan
del Hijo del hombre en vez de Hijo de Dios. No obstante, la diferencia, no es
tan grande, ya que el Hijo del hombre significa que Jesús viene de Dios (ver
Dan. 7). El ex-ciego habló de Jesús primero como hombre (v.11), luego como
profeta (v.17), un hombre que vino de Dios (v.33), ahora aprende a conocerlo
como el Hijo del hombre, el Cristo. Cuando el hombre sabe que Jesús mismo es el
Hijo del hombre, el Mesías, en seguida le confiesa y le adora. Esa es la
adoración (cap. 4,25) y el reconocimiento verdadero dado a Jesús.
A continuación Jesús, dirigiéndose a los fariseos,
dice: "Para juicio, he venido", dice Jesús (la expresión he venido,
en la boca de Jesús siempre significa: enviado por el Padre con autoridad
mesiánica). Su juicio tendrá lugar en el último día. Pero ya se vislumbra cómo
los caminos se separan, ya sea por motivo de fe o de incredulidad frente a
Jesús. Por esa razón los ciegos recuperan la vista y los que ven quedan en
tinieblas. El ciego recibió la luz por partida doble: la vista física y el
conocimiento de Jesús. Los fariseos se enceguecen y preguntan: "¿Acaso
nosotros también somos ciegos?". Eso muestra que su ceguera era originada
por el pecado. Al no reconocer su necesidad de Jesús, permanecen en la ceguera
espiritual, y para los tales que niegan a Cristo no existe curación alguna.
* Para aquel que confiesa que es ciego hay esperanza, pero al que
persiste en su incredulidad le espera una horrenda expectación de juicio.
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. Mejor que afanarse en
buscar una respuesta lógica de las enfermedades, es tratar de llevar
consolación a los enfermos, sin perder de vista la gloria de Dios. Los discípulos al ver a un
hombre ciego, sólo querían saber el porqué de su enfermedad. La respuesta de
Jesús es inesperada: la enfermedad del hombre es para que la misericordia de
Dios se manifieste en él. Con esto Jesús no está negando que a veces hay
ocasiones en que la enfermedad está vinculada a algún pecado, sino que Él
quiere que sus discípulos pongan más atención en la forma en que podemos ser
misericordiosos con otros. Es por esta razón que nunca debemos emitir un juicio
apresurado acerca de una enfermedad u otras situaciones penosas,
relacionándolas con algún pecado escondido o manifiesto; actuemos con sabiduría
y misericordia tal como lo hizo Jesús.
1b. El período de gracia para
la humanidad es a la vez un llamado para que la iglesia siga predicando el evangelio. Jesús entendió su ministerio
terrenal como el tiempo que el Padre le estaba dando (por amor a los pecadores)
para llevar a cabo su plan salvífico que concluiría en la cruz del Calvario.
Ahora Jesús no está corporalmente en la tierra,
pero su presencia es real a través de la iglesia que es su cuerpo. El hecho de
que la iglesia aún esté en la tierra indica que el tiempo de gracia para que
los pecadores se conviertan a Él todavía no ha llegado a su fin. Es por esto
que la iglesia debe anunciar a Jesús al mundo, haciendo un llamado urgente al
arrepentimiento y mostrando misericordia por medio de actos concretos.
2. Es imposible pretender
servir a Dios y no honrar a Jesús. Los fariseos se niegan rotundamente a aceptar que en Jesús opera un
poder sanador que viene de Dios. Para ellos Jesús es sólo un pecador que
quebranta el día de reposo. Lo más terrible de todo es que ellos piensan que es
posible servir a Dios e insistir en rechazar a Jesús. Pero esto es realmente
imposible, pues si buscan agradar a Dios, primeramente deben reconocer el
mesianismo de Jesús. Hoy en algunos sectores, este tipo de rechazo se oculta
muy sutilmente bajo una máscara de aparente religiosidad o piedad. Para algunos
es muy compatible decir que creen en Dios, pero niegan con sus hechos que
realmente aman a su Hijo Jesús, no teniendo en cuenta su obra en la cruz. Si
alguien dice amar a Dios, entonces amará a Jesús, y este amor se hará evidente
en actos visibles de obediencia. No puede ser de otra manera.
3. Negarse a recibir a Jesús
como el Señor de nuestras vidas es permanecer en total oscuridad de pecado. Los fariseos pretendían ser
ellos "guías de ciegos"; reclamaban ser los que conducían a los
hombres a la luz de Dios. Pero en su encuentro con Jesús son desenmascarados
como los verdaderos ciegos. Su pretensión de ser personas que "ven",
que no están ciegas y que por tanto no necesitan de Jesús, muestra cuán lejos
se hallaban de la comunión con Dios. La persona que afirma ser muy religiosa,
pero rechaza colocarse bajo el señorío de Jesús permanece en total oscuridad.
2-3. Para depositar la fe en
Jesús es necesario llegar a la conclusión correcta en cuanto a su obra. Los fariseos dicen: el que
obra innecesariamente en el día de reposo debe ser un pecador. El ex-novidente
saca otra conclusión: el que hace estas maravillas no puede ser un pecador. Por
otro lado, para llegar al conocimiento de quién es en verdad Jesús, Él mismo
debe revelarse personalmente a nosotros mediante su Palabra y su Espíritu.
Para aquel que humildemente reconoce su ceguera,
admitiendo que no sabe quién es Jesús, hay esperanza: Jesús mismo abrirá sus
ojos. Sin embargo, si no reconocemos que somos ciegos, jamás llegaremos al
conocimiento de Jesús, y en consecuencia nunca alcanzaremos la salvación.
Juan 10
1. (10,1-21) En este capítulo Jesús se dirige al
pueblo y a sus líderes, refiriéndose a los acontecimientos del capítulo
anterior, del cual se había registrado una situación escabrosa: la expulsión de
la sinagoga del hombre que ha sido sanado de su ceguera. Jesús, con un ejemplo
de la vida diaria, muestra cuál había sido la actitud y el proceder de ellos.
La palabra que se traduce en el versículo 6 por `alegoría' significa una figura
o proverbio, que por un lado ilustra una cosa, pero que de igual manera
necesita una explicación. Jesús emplea dos imágenes, tanto para los líderes
como para sí mismo. En esta alegoría, los elementos `puerta' y `pastor' se
aplican a Jesús, en cambio ladrón (o salteador) y asalariado para los líderes
que no cuidan de las ovejas. Aún cuando Jesús usa diferentes imágenes, éstas
tienen el mismo significado. Lo que hicieron los fariseos con el ex-ciego (y
eso es pan de cada día para estos líderes) es robar las ovejas y maltratarlas,
tal como lo hace un ladrón y salteador. Por otra parte muestran claramente que
no se preocupan de las ovejas, no están cuidándolas, sino que tienen la actitud
de un asalariado que huye inmediatamente cuando ocurre algún peligro. En otras
palabras a muchos de los líderes espirituales del pueblo les falta amor por la
gente; no tienen buena relación con ellos, actúan sin misericordia y paciencia.
Esa es la gran diferencia con Jesús: Él tiene amor por sus ovejas,
misericordia, paciencia y preocupación.
Jesús es el buen pastor y a la vez es la puerta.
Vale la pena explicar ambas figuras.
a. Jesús, el buen pastor. Lo que Jesús destaca es que
existe una buena relación entre las ovejas y su pastor. Él las conoce y ellas
le conocen a Él (ver los versículos 3 y 14), en una relación de profunda
amistad entre ambos. El pastor cuida de tan buena forma a sus ovejas que busca
siempre un buen pasto, les da vida en abundancia, y les protege de animales
salvajes. Pero la figura del buen pastor, aunque sea muy hermosa, no puede
explicarlo todo. La vida que Él concede la compró con su propia vida: "El
buen pastor su vida da por las ovejas" (v.11 y 15). Él concede la vida
abundante en comunión con Dios, ya que se coloca a sí mismo bajo el juicio de
Dios en favor de los suyos, y les protege contra la ira de Dios; igualmente Él
muere para dar vida a los suyos. En esto consiste su amor por ellos. El amor es
tan grande, que Jesús compara en los versículos 14 y 15 la relación que hay
entre sus ovejas y Él, con la relación íntima que Él tiene con su Padre
celestial. Él conoce a sus ovejas (esto es conocer en amor) y éstas a Él; esta
es una relación de amor mutuo, tal como el Padre conoce a Jesús y Él al Padre.
El versículo 17 dice que el Padre le ama, porque Él pone su vida por sus
ovejas. Por ende, el amor del Padre se dirige tanto a Jesús como a los
creyentes.
En el versículo 18 Jesús demuestra que su muerte
futura es una entrega voluntaria y no es efectuada por ningún hombre. Morir no
es el final de un destino trágico e inesperado, sino la demostración de su
"poder", del cual su resurrección será la prueba. Él mismo dispone de
su vida, de tal forma que la puede poner (= morir) como volverla a tomar (=
resucitar). Detrás de su muerte y resurrección está la voluntad del Padre a la
cual Jesús obedece voluntariamente.
* Jesús es el buen pastor; sufre la muerte para dar la vida abundante a
los suyos.
b. Jesús es la puerta. Cada redil tenía una puerta
por donde las ovejas podían entrar y salir, y un portero que sólo dejaba entrar
a aquellos que eran los pastores del redil (en un redil podían estar varios
rebaños). El portero no tiene un significado importante en la alegoría de
Jesús, sólo sirve para complementar la figura que Él está empleando.
Las figuras `pastor' y `puerta' son casi sinónimas.
Bonita es la palabra de uno de los padres de la iglesia, Crisóstomo, quien
dijo: "Cuando Jesús nos trae al Padre se llama "puerta", si Él
nos cuida se llama `pastor'". Podemos agregar que en la palabra `puerta'
Jesús demuestra la necesidad de poseer fe; hay que pasar por la puerta y
recibir permiso del portero para entrar en el redil y para sacar las ovejas.
Esta es especialmente una palabra para líderes. Son buenos líderes sólo
aquellos que aceptan a Jesucristo como único líder y pastor de las ovejas.
Tanto en el versículo 1 (no entrar por la puerta sino que subir por otra parte)
como en el v.8 (todos los que antes de mí vinieron son ladrones y salteadores)
Jesús tiene en mente a los líderes que, como en el capítulo anterior, no han
cuidado bien a una de las 100 ovejas. Pero en el versículo 9 piensa en toda la
gente. Todos le necesitan y tienen que pasar por Él (= creer en Él) para ser
salvos, para no perder su vida cuando venga el gran peligro, el juicio de Dios
sobre los pecadores.
* Jesús es la puerta, hay que entrar por Él (creer en Él) para ser
salvo.
2. (10,22-42) El gran tema de los capítulos 5 al 10
es la pregunta ¿quién es Jesús? Los líderes esperaron tener una respuesta a
esta interrogante, y aunque la recibieron, la rechazaron. La discusión de ahora
tiene lugar unos meses después de la anterior, ya que ahora nos encontramos en
la fiesta de la "dedicación" que se celebraba en diciembre, esto es
en el invierno. Por eso Jesús se halla en el pórtico de Salomón, a fin de
protegerse de los fuertes vientos de invierno. Esta fiesta conmemoraba la
purificación y reconsagración del templo por Judas Macabeo, después del
sacrilegio cometido por Antíoco Epífanes en el año 165 a.C.
Los judíos exigen de Jesús que ponga término a sus
dudas y les dé una respuesta clara si es o no el Cristo, aunque ya en
reiteradas ocasiones Él había dicho quién era. Como siempre, Jesús hace
referencia a sus obras que demuestran claramente quien es. El problema es que
ellos no entienden este lenguaje de la revelación de Dios por no pertenecer a
sus ovejas. Ellas oyen su voz y le siguen. Las ovejas no tienen problemas con
el lenguaje de la revelación divina (las obras y milagros de Jesús), ellas
comprenden su profundo significado: Jesús viene de Dios.
En su ataque contra Jesús están incluyendo también
a las ovejas. Jesús, sin embargo, les declaró que ellas se sienten seguras a su
lado; las ovejas tienen vida eterna y no perecerán, pues la vida eterna es un
don de Dios y depende enteramente de su gracia. Además, nadie las puede dañar,
ya que están en las manos de Jesús, porque el Padre se las ha dado (el v.29).
Por otra parte, las ovejas no sólo están en las manos de Jesús, también están
en las manos del Padre, quien es mayor que todos (cp. Rom. 8,38-39). Jesús
puede decir que están en las manos del Padre, porque Él y el Padre uno son, es
decir, entre ellos hay una completa unión en el ser.
Estas últimas palabras de Jesús, son para los
judíos motivo suficiente para tomar otra vez (ver 8,59) piedras para
arrojárselas. Pero Jesús apela a sus obras como las pruebas de su divinidad.
Los judíos, no obstante, separan las obras de Jesús de su pretensión de ser
Hijo de Dios e igual al Padre. No tiran piedras, dicen, por causa de sus obras,
sino por sus palabras, las que para ellos equivalen a blasfemias. Jesús
mantiene con énfasis la relación entre sus obras y la pretensión de su
divinidad. Además, ¿no se habla en el Salmo 82 de los jueces a quienes se les
menciona como "dioses", porque son representantes de Dios? ¡Cuánta
más razón tiene Él para llamarse Hijo de Dios, como el santificado y enviado
del Padre! Otra vez, las obras (los milagros que ha hecho Jesús) son pruebas de
su divinidad, pues son las obras del Padre, obras hechas con la misma fuerza e
intención del Padre.
Ahora Jesús no sólo se defiende contra sus
adversarios; también les hace a ellos un llamado a la fé en su mesianismo, en
la unidad que tiene con el Padre en base a sus obras. Los judíos, empero,
cegados por su incredulidad, intentan otra vez apresarle, pero Jesús se les
escapa de las manos. Aún no es el tiempo para morir, sino para hacer otra obra
que glorifique a su Padre (la resurrección de Lázaro, el cap. 11). Fue luego a
un lugar, al otro lado del Jordán; Betania era más segura que la capital
religiosa de Israel. En ese lugar estuvo anteriormente bautizando Juan; allí
también había predicado que Jesús era mayor que él. Mucha gente recordaba las
palabras del Bautista y creyeron; se dieron cuenta que los milagros que Jesús
había hecho, probaban ésto. Allí muchos creyeron en Él. ¡Qué enorme contraste
hallamos aquí en comparación con la incredulidad de los líderes del pueblo!
* Las obras de Jesús muestran y prueban su divinidad. ¿Creemos en Él o
le rechazamos?
Síntesis aplicativa de temas
importantes
1a. Jesús es el verdadero
Pastor de las ovejas. La figura de Jesús como el Buen Pastor sólo se entiende a la luz de la
historia de la expulsión del hombre que había sido sanado de ceguera. Mientras
los líderes echan fuera a este hombre, Jesús se preocupa de él y le ofrece la
vida abundante en estrecha amistad con el Padre y con Él. Las ovejas son
aquellos que conocen la voz de Jesús, es decir, que reconocen su amor hacia
ellos y por lo tanto le siguen. Los líderes no se preocupan para nada de las
ovejas, y por ende no son buenos pastores, sino ladrones y asalariados. Por muy
bonita que sea la religión que se nos ofrece, no hay vida si no pasamos por la
puerta de la fe en Jesús.
1b. Jesús es el Buen Pastor en
un sentido único. Nuestro Señor no sólo establece la comunión que existe entre Él y sus
ovejas, es decir, la gente que reconoce su amor y le sigue, sino que además Él
entrega su vida por las ovejas. En este sentido la obra pastoral de Jesús es
única, pues su amor por los suyos lo lleva hasta la misma cruz. Pero su muerte
tampoco es un hecho inesperado en su programa de vida, sino el cumplimiento de
la voluntad de Dios para dar vida a los que le fueron dados por el Padre.
1c. Los ministros del Señor
han de ser fieles reflejos de Jesús el Buen Pastor. Todo este capítulo que nos habla acerca de la
hermosa relación que existe entre Jesús y los que le siguen, es a la vez una
enseñanza y exhortación para aquellos que cumplen labores ministeriales frente
a una congregación. Ellos deben atender a la grey de Dios con amor y paciencia,
procurando darles `pastos frescos', obtenidos siempre de la Palabra de Dios.
Quien no actúa así, sólo se comporta como dijo Jesús: como un
"asalariado", quien se preocupa únicamente de cuidarse a sí mismo.
2. La salvación es un don de
Dios, y aquellos que la reciben nunca la perderán. Jesús afirma que sus manos son tan poderosas
que nadie podrá arrebatar a los suyos de su cuidado. En este sentido la
preocupación del Padre y el Hijo es la misma: dar a los suyos seguridad de
eterna salvación. Comprender esto, es dejar de lado toda posible inseguridad
acerca de nuestra salvación, pues ella no surge como nuestra elección, sino
como voluntad del Padre (ver v.29 "Mi Padre que me las dió..."). Esta
verdad es compatible con la doctrina bíblica que habla de la
"perseverancia de los santos", la que dice que aquellos que
verdaderamente pertenecen al redil de Cristo jamás se perderán.
1-2. Los que verdaderamente
pertenecen a Jesús viven en una estrecha relación con Él. Este capítulo es importante
para comprender cuál es la relación que debe existir entre los creyentes y
Jesús, pues en este capítulo se nos dice primeramente que:
a. Ser ovejas de Jesús es pasar por la puerta, es
decir, tener una verdadera conversión.
b. Ser ovejas de Jesús es tener vida eterna por
medio del sacrificio de Jesús.
c. Ser ovejas de Jesús es tener un estrecho vínculo
con Él, como Jesús la tiene con el Padre.
d. Ser ovejas de Jesús es creer en Él como el
Enviado que vino a salvar al mundo.
e. Ser ovejas de Jesús es reconocer su voz,
entendiendo la forma de su revelación.
f. Ser ovejas de Jesús es seguirle en una
obediencia real a sus mandamientos.
g. Ser ovejas de Jesús es estar plenamente seguros
que nuestras vidas están en sus manos.
Juan 11
1. (11,1-16) En este capítulo encontramos
registrado un nuevo ejemplo de la gloria de Jesús y de su poder sobre la
muerte. Este milagro es el punto culminante de las señales de Jesús. Él no
sólo es la luz del mundo, sino también la vida, por quien aún la muerte debe
desaparecer. Notable es el énfasis en este capítulo en cuanto a la fe (los
versículos 15,25-27,40,42,45,48). En contraste con la fe, leemos también de
la incredulidad de los líderes judíos quienes se reunen con motivo de lo
ocurrido para decidir la muerte de Jesús.
Los primeros versículos introducen personas aún
desconocidas: Lázaro (del hebreo Eleazar, "Dios ayuda"), su hermana
María (Juan adelanta el relato del capítulo 12) y Marta, quienes viven en
Betania a 3 kilómetros de Jerusalén. Lázaro se encontraba gravemente enfermo.
El aviso de la enfermedad de Lázaro es una petición silenciosa para que Jesús
le sane; apelan a su misericordia afectiva, mandándole a decir: "El que
amas está enfermo". La palabra amar indica la amistad mutua de hermanos
que ambos se tienen. En v.4 hallamos algo parecido a lo que Jesús dijo en cp.
9,3. La crítica situación en la que se encontraba Lázaro era para Jesús una
ocasión de manifestar la gloria de Dios y de esa manera fortalecer la fe de
sus discípulos. Por esa razón Jesús explicaba que la enfermedad de Lázaro no
era mortal; y esto, a pesar de que cuando la noticia de la muerte de Lázaro
llegó a Jesús, éste ya hubiese muerto (cp. v.39).
En el v.5 Juan destaca de nuevo el amor que Jesús
tenía por toda esta familia. En este caso emplea otra palabra, la que subraya
más el amor divino e incondicional que Jesús tiene hacia sus amigos. Pero la
mención de este amor pareciera estar en agudo contraste con la tardanza de ir
al lugar en donde Lázaro se hallaba enfermo (v.6). Jesús espera deliberadamente,
privándose de la oportunidad de hacer un pequeño milagro: sanar al
Lázaro enfermo. Después de dos días se propone ir a Jerusalén para poder
llevar a cabo un gran milagro: resucitar a Lázaro. Las palabras
"otra vez" indican que Jesús está consciente de que es peligroso ir
a Jerusalén, puesto que la ciudad es hostil y respira amenazas de muerte en
su contra. Por lo tanto, los que estaban en Jerusalén le advierten sobre el
peligro de lo que significa ir allí. Pero Jesús actúa conforme a la voluntad
del Padre y por eso no teme. Ese es el significado de los versículos 9 y 10.
Hay 12 horas en el día; con esto Jesús quiere decir que en pleno día no hay
peligro, los accidentes ocurren en la noche. Si Jesús se atiene a la voluntad
de Dios (eso es trabajar en pleno día) no le pasará nada. Él morirá a la hora
destinada. El v.10 contiene una advertencia para los discípulos. Si uno no
sigue a Cristo y hace su voluntad, entonces tropezará y caerá.
Ahora Jesús comunica a sus discípulos que Lázaro
duerme, dando a entender con esto su muerte. Jesús emplea la palabra dormir
para indicar que el poder que Él tiene, hacía de la muerte de Lázaro sólo un
sueño, del cual había que despertarlo. Por esta razón sus discípulos hacen
otra objeción: el sueño es una señal de recuperación. No entienden que con la
palabra "despertar", Jesús quería decir "resucitar".
Entonces Jesús aclara sus palabras, diciendo que Lázaro ya ha muerto. Para
Jesús la muerte es motivo de alegría, pues tiene la oportunidad de demostrar
su gran poder y fortalecer a sus discípulos en la fe. Tomás, llamado Dídimo
(gemelo), todavía no comprende nada de las palabras de Jesús. Piensa que la
consecuencia de su retorno a Jerusalén sólo puede desembocar en su muerte y
en la de ellos. Pero aun así él está dispuesto a seguir a Cristo hasta ese
extremo y exhorta a los demás a hacer lo mismo. El cuarto evangelio nos
describe a Tomás como una persona muy pesimista, sin embargo, es quien hace
la más hermosa confesión de fe (Juan 20,24-29).
* Cuando nos encontramos en dificultad y Dios tarda, es con un
propósito: manifestar su gloria en un grado superior.
2. (11,17-44) Cuando Jesús llegó, Lázaro ya
llevaba cuatro días en el sepulcro. Entonces, es muy probable que Lázaro haya
muerto poco después de la partida del mensajero (ver v.3). A la vez, esta
indicación que se hace del tiempo muestra claramente que la muerte de Lázaro
era un hecho real. Normalmente se enterraba al difunto el mismo día de su
fallecimiento. El milagro que Jesús va a hacer es, por ende, un milagro muy
grande. Por la corta distancia existente entre Jerusalén y Betania, muchos
judíos podían acompañar a la familia en su luto. La palabra
"Judíos" no significa necesariamente judíos hostiles, como aparece
la palabra muchas veces en el evangelio de Juan, aunque después del milagro
se dividen en dos clases: los que creen en Cristo y aquellos que acuden a los
fariseos (los vv.45-46). Después del funeral había siete días para consolar a
la familia del occiso; era ésta una de las buenas obras que ningún judío
dejaría de hacer.
Como en el evangelio de Lucas, Marta se presenta
como la más activa. Pero también la encontramos como una mujer de fe, aunque
necesitaba de la enseñanza de Jesús para ser fortalecida. Ella inicia su
diálogo con Jesús, como lo haría cualquier persona en estas circunstancias:
"Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". A pesar del
hecho de que ahora es demasiado tarde, sabe que todo lo que Jesús pida de
Dios, Dios se lo dará. Aunque es una expresión de su fe en Jesús, que Él
puede obtener grandes cosas de su Padre, no parece tener en mente la
resurrección inmediata. Jesús afirma sus palabras diciendo: "Tu hermano
resucitará", pero Marta sólo piensa en la resurrección del día postrero.
Jesús corrige y profundiza su fe refiriéndose a su triunfo sobre la muerte.
Es verdad, todo el mundo debe morir y la resurrección se realizará en el
último día; pero el hecho de que Jesús es la resurrección y la vida,
implica que tiene poder para efectuar la resurrección ahora mismo. Por
eso declara: "El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá". Esta
es una promesa para todos los creyentes, y la resurrección de Lázaro será una
prueba de esta afirmación solemne. Las palabras de Jesús, sin embargo, van
más allá. El creyente ya tiene la vida eterna, no morirá eternamente; aunque
tiene que morir físicamente, no será separado de Dios, quien es la fuente de
la vida.
"¿Crees esto?", pregunta Jesús a Marta.
¿Tiene significado para ti la fe en mi poder y en mi promesa? Marta responde
en forma positiva, pero sin darse cuenta de la consecuencia inmediata en
cuanto a Lázaro; no pensó que Jesús podía demostrar su poder en seguida.
Ahora Marta se va y llama a María para que ella hable en secreto con Jesús.
La conversación con Jesús tiene otra característica, diferente a la que ella
sostuvo con los judíos. "El maestro está aquí y te llama". Con
estas palabras, Marta anima a María para que hable con Jesús. Sólo Él tiene
palabras de vida y de consuelo. Había tantos judíos que no le es posible
conversar a solas con Jesús. Piensan que María va a la tumba para llorar
allí, pero ella se dirige al Hijo del Dios Viviente, a Jesús; María se postra
a los pies de Jesús, mostrando así su gran respeto y estima por Él. Repite lo
mismo que había dicho su hermana: "Señor, si hubieses estado aquí, mi
hermano no habría muerto". Para ella, Jesús había llegado demasiado
tarde. Al ver Jesús el llanto de María y el de los otros judíos, se
estremeció y conmovió. La palabra griega, que también la encontramos en el
v.38, normalmente expresa un sentimiento de enojo. Puesto que Jesús no estaba
enojado con María ni con los demás, es mejor pensar en su enojo con respecto
a las consecuencias del pecado, ya que vivimos en un mundo quebrantado.
Ahora Jesús quiere saber donde ha sido puesto
Lázaro; María responde: "Ven y ve" (cp. cap. 1,39 y 46). Jesús al
acercarse a la tumba llora. Él ha sentido tanto dolor como los otros. Sus
lágrimas son la prueba de su profunda amistad y sincero pésame por el duelo
de la familia y también de su tristeza acerca de un mundo sujeto al poder de
la muerte. Los judíos, sin embargo, interpretan mal las lágrimas de Jesús,
como si éstas fueran una demostración de impotencia. Aceptan su poder hasta
la muerte, pero no sobre la muerte (37). Leemos nuevamente que
Jesús se conmovió (38). Ahora, esta es una expresión de enojo contra los
judíos en cuanto a su incredulidad. Nada puede restringir su poder, ni aún la
muerte de Lázaro. La tumba es una abertura en una cueva tapada por una
piedra. Jesús manda: "Quitad la piedra". Sus palabras están llenas
de autoridad. Marta interrumpe la acción de Jesús, no entendiendo, ni
creyendo en la autoridad que Jesús tiene aquí y ahora sobre la muerte. El
hecho de que Lázaro ya hace cuatro días que está en la tumba, aparentemente
hace imposible cualquier intervención de Jesús. Pero Él vino para mostrar el
poder y la gloria de su Padre. Mientras se quita la piedra, Jesús ora, no
pidiendo la autoridad sobre la muerte, pues ya la había recibido, sino para
agradecer al Padre quien le escuchaba siempre. Él está en constante comunión
con el Padre, y hace siempre su voluntad (8,29) y por eso está siempre seguro
de una respuesta positiva. Jesús ora para que la multitud sepa que todo lo
que hace, lo hace en comunión con el Padre, para que crean que Jesús Él fue
enviado por el Padre.
Jesús habla en voz alta, demostrando su gran
poder sobre la potestad más grande que hay, la muerte. Luego dice:
"Lázaro, ven fuera". Sus palabras son una anticipación de su exclamación
en el último día (Juan 5,28). Una vez que Lázaro hubo resucitado, Jesús
ordena que se desaten sus manos, pies y rostro. Los presentes pueden ver cómo
Jesús rompe las cadenas de la muerte. Esta fue una nueva señal de la gloria
de Jesús (cp. 2,11).
* Jesús es Señor aun de la muerte. Su palabra de autoridad nunca
hallará resistencia triunfante.
3. (11,45-53) La resurrección produce tanto fe
como endurecimiento e incredulidad. Frente a Jesús se debe tomar una posición
definida. Algunos creyeron, otros fueron a los fariseos para contarles lo que
Jesús había hecho; luego de ser informados, los fariseos al instante se
reunen para decidir qué hacer frente a una persona que se había convertido en
un gran riesgo. Según el punto de vista de ellos, Jesús produce agitación en
medio del pueblo, y por ende se corre el peligro de una intervención de los
romanos, ya que ellos pueden pensar en que se ha iniciado un movimiento
mesiánico político. Los líderes temen la destrucción del templo y el final
como nación por culpa de Jesús, no sabiendo que justamente su existencia como
pueblo dependía del reconocimiento de Jesús como el Mesías. Lo que temen
ahora, tendrá lugar en el 70 d.C. Sin embargo, a pesar de todas las señales y
obras que Jesús realizó, ellos persisten en su incredulidad. Caifás toma una
decisión. Él fue sumo sacerdote durante los años 16-36. En `aquel año', dice
Juan; este es un año muy importante, porque durante aquel año se efectuaría
la muerte de Jesús. Con fuertes palabras, Caifás se dirige a los miembros del
sanedrín. No se dan cuenta del gran peligro en que se encuentran. Por tal
razón no hay tiempo para seguir siendo indecisos. Caifás comenta que sólo hay
dos opciones: muere un solo hombre en vez del pueblo, o el pueblo mismo.
Caifás, sin saberlo, está haciendo una afirmación profética. Es verdad que
para nuestra salvación, conviene más la muerte de Jesús. Él es el sumo
sacerdote por excelencia y a la vez el cordero y sacrificio para toda la
nación; y aún más, para congregar a todos los hijos de Dios que estaban
dispersos. Aunque es posible pensar que "los hijos de Dios que estaban
dispersos" eran los judíos de la diáspora, no obstante, es posible que
ellos representen a los creyentes de entre los gentiles. Así se cumplirían de
una manera magnífica las profecías del AT que hablan de una reunión del
pueblo de Dios, el cual se hallaba disperso (Is. 11,12; Mi 2,12; Ez 11,17;
etcétera). Así optan por la mejor alternativa que hay: la muerte de Jesús.
"Desde aquel día", dice Juan; el día de la resurrección de Lázaro,
significa la muerte de Jesús!
* Era conveniente la muerte de Jesús por nosotros a fin de no ir a la
perdición eterna.
4. (11, 54-57) La Pascua estaba cerca. Mucha
gente se hallaba viajando para llegar a tiempo a Jerusalén con el propósito
de purificarse. Los hombres tenían que entrar en el atrio del templo para
sacrificar los corderos de Pascua; esto hacía necesaria la purificación, como
lo mencionaba la ley (Núm. 9,6-13). Mientras tanto la tensión aumentaba.
¿Vendría Jesús? Se espera que sí. Jesús morirá como el verdadero cordero de
Pascua. No sólo el pueblo, sino también sus líderes estaban tensos ante la
posibilidad que Jesús viniera. El sanedrín ordena que detengan a Jesús o, por
lo menos, que lo delaten.
* ¡Jesús no es víctima de planes fatales, sino el cordero de Dios
entregado según los eternos consejos del Padre!
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. La manera en que nos dirigimos a Dios muestra si realmente
conocemos su amor por nosotros. En la petición de las hermanas de Lázaro a Jesús no vemos ninguna
muestra de atrevimiento; ellas saben del poder de Jesús, pero sobre todo de
su amor para con ellas y su hermano. Creen que la bondad de Jesús es
suficiente razón para esperar algo de Él. Cuando nosotros nos dirigimos a
Dios en oración debemos estar seguros que su amor es real por nosotros, y de
ahí en adelante esperar confiadamente una respuesta suya.
1b. Si el Señor tarda en respondernos no es porque no le interesemos,
sino porque Él quiere manifestar más profundamente su gloria. La tardanza de Jesús es
nada más que una forma para demostrar un poder aún mayor. En los milagros,
Jesús revela cada vez algo de su majestad; en la resurrección de Lázaro
revela su poder por sobre los poderes destructivos. Para nosotros, este
capítulo nos conduce hacia un gran consuelo. Si estamos curiosos por saber,
cuándo vendrá el reino de Dios en gloria, podemos decir: la demora de Dios no
es impotencia, sino que Él prepara todas las cosas a fin de revelarse en una
majestad nunca antes vista. ¡El reino prometido vendrá!
2a. Aunque creemos en el poder de Jesús, a veces nos parece imposible
el cumplimiento de algunas de sus promesas. Para Marta, Jesús ha llegado demasiado tarde,
no obstante, cree que Él puede hacer algo. Cuando Jesús afirma que su hermano
resucitará, ella lo cree, pero no como suceso inmediato sino sólo como algo
realizable en el futuro. Más adelante esta mujer creerá, pero nuevamente
objetará que los días que su hermano lleva muerto hacen difícil un milagro de
resurrección. De igual manera, nosotros tenemos la palabra de Jesús y decimos
creer en ella, pero la realidad es que muchas veces limitamos su poder según
las circunstancias. Confiemos en la Palabra de Dios y no dudemos de su
realización, aunque ella nos parezca imposible.
2b. Jesús no sólo trae la resurrección, sino que también la es.
El que deposita su fe en Él,
no sólo resucitará, sino que ya ha pasado de la muerte a la vida; la
muerte no podrá dañarle. Es la fe quien nos une a Jesús, Él es la vida en
persona. Por la fe recibimos el perdón de los pecados. Aunque todavía debemos
experimentar la consecuencia del pecado (la muerte), en el fondo no podemos
morir. La consecuencia ha sido quitada por Jesús. Para los creyentes, la
muerte se transforma en una puerta abierta hacia la vida eterna.
2c. El ser capaz de resucitar a Lázaro no le impidió a Jesús compartir
los sentimientos de tristeza. Las lágrimas de Jesús eran prueba de su gran afecto, amistad y
misericordia por sus amigos. A la vez, Jesús dio a conocer su enojo; era un
enojo dirigido en contra de la incredulidad y el poder de la muerte. Él vino
para vencer la muerte, ya que ella es el resultado del pecado que deshonra a
Dios.
3. Sin saberlo los hombres llevan a cabo los planes de Dios. Para los líderes religiosos
de Israel, Jesús se estaba transformando en una amenaza para ellos; Caifás
cree que lo más conveniente es que muera Jesús por todo el pueblo. Esta
decisión es tomada por un posible temor a que se levante un movimiento
mesiánico que promueva la guerra contra el imperio romano, lo cual sería
desastroso. Lo cierto es que ya atisbamos en las palabras de Caifás el odio
generalizado que había contra Jesús, y es esta la razón principal (muy bien
oculta) por la que quieren matarle. Al proponerse hacer esto, no saben que en
su malicia se hallan cooperando con el plan de Dios en el que Jesús
entregaría su vida como sacrificio por nuestros pecados.
4. Es Jesús quien determina el momento de su muerte. Esta es una verdad que
fluye a través de los evangelios. En algunas oportunidades Jesús se retira de
un lugar en donde ronda la amenaza, en otros anda encubiertamente. Su
propósito es morir a la hora señalada por el Padre. Podemos ver que aunque
los hombres quieran la muerte de Jesús, sólo Él determina cuando ella se
llevará a cabo. No son los enemigos de Dios los que controlan y determinan
las situaciones, sino Dios mismo.
Juan 12
1. (12,1-11) Los otros evangelistas también
registran el ungimiento con perfume que María hizo a Jesús y la entrega de
Judas al sanedrín; lo hacen para mostrar así el contraste entre el sanedrín y
Judas por un lado y María por otro. Juan coloca este relato en orden
cronológico, uniendo la resurrección de Lázaro con el ungimiento dado por
María a Jesús. Según los otros evangelistas la cena se hizo en la casa de
Simón el leproso. El hecho de que Marta esté sirviendo, no significa que la
cena se haya hecho también en su casa. El que se mencione a Lázaro como
invitado especial nos hace pensar que no están en la casa de él o de Marta.
Ahora Juan comenta lo que había referido antes (11,2): que María había ungido
a Jesús, con una libra (unos 327 gramos) de perfume de nardo puro, un valioso
y costoso aceite sacado de las raíces de la planta herbácea conocida como
nardo. Debido a que era un perfume importado de la India, su costo era muy
elevado en Palestina.
María ungió los pies de Jesús; la abundancia del
nardo evidenció su gran respeto y amor por Él. Este fue un homenaje a su
persona. Sin embargo, no todos saben estimar este gesto de amor que tuvo
María hacia Jesús, especialmente Judas. Según el criterio de este último, es
un desperdicio de dinero; un mejor destino habría sido entregar este dinero a
los pobres. Judas no actúa preocupado por los pobres, sino por un profundo
anhelo de enriquecerse con este dinero, ya que él era el tesorero del dinero
que recibían Jesús y los discípulos. Jesús protege a María, cortando abruptamente
la crítica. Ella era la única persona que se daba cuenta de que la obra final
de Jesús, concluiría en su muerte. Podrán constantemente preocuparse por los
pobres, pero Jesús no siempre estará físicamente en medio de ellos. Ahora es
el momento preciso para rendirle un homenaje.
"Gran multitud de los judíos supieron
entonces que él (Jesús) estaba allí (en casa de Simón el leproso)".
Vinieron dónde Él, pero sobre todo por curiosidad para ver a Lázaro. El
impulso por la curiosidad fue más importante que una fe genuina en Jesús. Los
fariseos consideraban esta agitación como motivo suficiente para matar
también a Lázaro; además, su resurrección había despertado la fe en mucha
gente.
* Amor y odio, ambos son una reacción frente a Jesús. La indiferencia
también es una opción. ¿Cuál es nuestra actitud frente a nuestro Salvador?
2. (12,12-19) Una gran multitud, tomando ramas de
palmera, llega para recibir a Jesús como Rey. Desde el tiempo de los macabeos
las ramas de palmera eran un símbolo de triunfo (cp. Ap. 7,9). El interés de
la muchedumbre se centra (idealistamente) en un Jesús que los libere de la
opresión romana; veían en Jesús el libertador político de la nación
israelita. La multitud gritaba: "¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor! ¡Bendito sea el Rey de Israel!" `Hosanna' significa
"sálvanos ahora" (Salmo 118,25). Es evidente que el pueblo tiene
una alta expectativa nacionalista puesta en Jesús. Empero, Él corrige esta
esperanza montando un burrito, símbolo de humildad y cumplimiento de la
profecía de Zacarías 9,9 que describe al Mesías como Rey de paz; vale
mencionar que el caballo era símbolo de poder y de batalla. Juan nos aclara
que sólo después de la resurrección y del derramamiento del Espíritu Santo
(Juan lo resume con las palabras "cuando Jesús fue glorificado")
los discípulos se acordaron que estas cosas estaban escritas con respecto a
Él. Es el Espíritu Santo quien abrió las Escrituras para su entendimiento a
fin de que pudieran ver que ella muestra una perfecta descripción de la obra
de Cristo. Juan nos informa sobre el por qué de las expectativas de la
multitud: estaban entusiasmadas con la resurrección de Lázaro. Esta era razón
más que suficiente para ir al encuentro de Jesús. Los adversarios miraban con
malos ojos el que todo el mundo siguiese a Jesús. Sin entender que sus
propias palabras de molestia expresan una verdad, la que se irá desarrollando
en el v.20. Los griegos son mensajeros e indicios de que Jesús va a coger la
cosecha de todo el mundo.
* Jesús no viene para destruir a los incrédulos -el momento de juzgar
llegará- sino para dar a conocer la paz del Señor en este tiempo de gracia.
3. (12,20-36) Se encontraban en Jerusalén no sólo
judíos, sino también griegos. Ahora tenemos que pensar en `prosélitos' o
`temerosos de Dios' que habían aceptado la fe judía. Algunos de ellos desean
entrevistarse con Jesús. Buscan tal oportunidad por medio de Felipe (¡nombre
griego!), quien a su vez recurre a Andrés (¡otro nombre griego!). No sabemos
si se le concedió audiencia a estos hombres, pues Juan se concentra sólo en
la respuesta de Jesús. ¿Qué quiere ver la gente? ¿Están entusiasmados por la
resurrección de Lázaro? ¿Quieren ver algo de la gloria de Jesús? Pronto Jesús
va a ser glorificado, ha llegado su hora, pero no de la forma en que ellos
pensaban. Para ser glorificado y recibir la honra, Jesús debe morir, igual
que la semilla que sólo puede dar fruto si muere. De la misma manera, Jesús
sólo puede llevar fruto (es decir, adquirir el perdón y la vida eterna para
los suyos) a través de su muerte. Para llegar a la misma gloria, sus
discípulos igual deben estar dispuestos a sufrir hasta la muerte por causa de
Jesús (este es el sentido de las palabras de Jesús "aborrecer su vida en
este mundo, y así guardarla para vida eterna"). No existe otra forma de
hacerlo. Nadie llegará a la vida eterna si no está dispuesto a sufrir junto
con Jesús (como lo dice Jesús "El que ama su vida, la perderá"). El
único camino que prospera y lleva a la gloria de Dios es seguir a Cristo. El
pensar en el sacrificio que posteriormente va a realizar, llena de temor el
corazón de Jesús. En este momento emplea palabras que se parecen a las del
Getsemaní. Jesús dice: "¿Y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora?"
Pero no se lo pide, ya que sabe que justamente para la muerte en la cruz ha
llegado. Entonces reemplaza su petición por otra: "Padre, glorifica tu
nombre". En el fondo es una petición de ayuda para poder cumplir su
misión, la muerte expiatoria. Se oye una voz celestial que contiene la
respuesta: "Lo he glorificado". Hasta ahora Jesús había cumplido su
misión y de esta manera ha glorifado el nombre del Padre. Las palabras
"Y lo glorificaré otra vez" son una firme promesa que asegura que
Jesús sería capacitado para cumplir su tarea: dar su vida como sacrificio, y
resucitar luego.
La multitud no sabe
interpretar bien la voz, piensa en un trueno o en la voz de un ángel. La fe
en los ángeles se había extendido mucho en este tiempo. Jesús aclara que la
voz de Dios no ha venido por causa de Él (Jesús), sino para que la multitud
fuese dirigida hacia la fe en Él como el Mesías. La voz celestial destaca la
importancia de este momento. Ahora (en la muerte de Jesús) es el momento en
que el mundo será juzgado. Todo el mundo debe decidirse frente a Jesús.
Aquellas personas que no creen en Él, rechazan entonces la fuente de la
salvación y pierden por tanto toda posibilidad a la vida eterna. Ahora ha
llegado el momento de la victoria definitiva de Jesús y la derrota de
Satanás, el príncipe de este mundo, a quien todos obedecen. Pero por la cruz
y como el Resucitado [5] , Jesús los atraerá a todos
(=los que creen) a sí mismo (cp. Juan 6,44), para que vivan en estrecha
comunión con Él. La salvación no es sólo por Cristo, sino también para
vivir con Cristo.
En el v.33 Juan indica que el único camino hacia
la gloria es la cruz. La multitud no está de acuerdo con Jesús, en que el
Hijo del Hombre, el Mesías deba morir. Esto no concuerda con el concepto
judío acerca del Mesías. La pregunta: "¿Quién es este Hijo del
Hombre?" tiene en el fondo un sentido de sarcasmo; es como si dijeran:
no conocemos a tal Mesías sufriente. Jesús apela por última vez al pueblo
para que crea en Él; la luz (Cristo) estará sólo un breve tiempo con ellos,
antes de que ellos se pierdan en la oscuridad de Satanás y la incredulidad.
Jesús llama a sus seguidores `hijos de la luz' para subrayar en qué consiste
el ser creyente y seguidor de Él. Jesús es la luz. Juan resalta la seriedad
del momento diciendo que Jesús se fue y se escondió de ellos. Este fue casi
su último llamado al pueblo.
* Ahora es tiempo para conocer a Jesús como la luz de Dios.
4. (12,37-50) Juan nos dice que a pesar de las
señales hechas por Jesús muchos del pueblo no creyeron en Él. Lo anterior nos
hace pensar en las palabras del capítulo 1,11 en donde se nos dice: "A
lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". Mas la incredulidad no es
algo inesperado, sino el cumplimiento de las Escrituras. Es curioso que Juan
cite un versículo de Isaías 53, el capítulo en que la primera iglesia del
N.T. encontró un testimonio de la muerte y la gloria de Jesús. Los vv.42-43
(con una cita de Isaías 6) muestran que la incredulidad era un juicio sobre
Israel. ¡La incredulidad inicial lleva, como castigo de Dios, a la
incredulidad permanente! Por otro lado hay muchos judíos que creyeron en
Jesús. Esto nos hace reflexionar en Juan 1,12. Desgraciadamente no todos son
capaces de realizar una confesión pública. Desde el v.44, Jesús se dirige por
última vez al pueblo. Es un resumen del mensaje que nos recuerda a Juan
3,15-18; este resumen tiene el siguiente desarrollo:
- Creer en Jesús es creer en Dios mismo.
- Su venida fue para salvar a los suyos de la
oscuridad (la vida sin comunión con Dios).
- Jesús no vino para condenar, sino para salvar.
La condenación viene a causa de la incredulidad . Las palabras de Jesús
condenarán a los incrédulos.
- Todo lo que Jesús dice es por orden del Padre.
- Las palabras de Jesús reflejan la voluntad del
Padre: la vida eterna para todos los que creen en Él.
* Frente a Jesús hay sólo dos posturas: fe o incredulidad. No existe
término medio.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1. Aun nuestra mayor expresión de amor hacia Jesús, está por debajo
del valor que Él tiene. Reflexionemos en que María no demuestra su amor haciendo cosas para
el Señor, sino que su amor se concentra en Jesús mismo. Es como si
vislumbrara la gran obra en la cruz que Jesús tenía por delante. En agudo
contraste con el amor de María está el odio de Judas quien no sabe estimar a
Jesús, sino que lo vende al sanedrín por `cuatro cuartos'.
2. Jesús como Rey de paz, no vino para derramar la sangre de sus
adversarios, sino la suya misma por el pecado del mundo. El que quiere un reino
físico ahora, se hallará desilusionado con Jesús; pero si tenemos paciencia y
ponemos nuestra fe en Él, le veremos un día en gloria. Mientras tanto, Él
reina mediante su Espíritu, por quien `todo el mundo' le sigue. El Espíritu
Santo obra de tal forma en muchos -pese a tanta incredulidad- haciendo que
los hombres pongan su esperanza en Jesús. Sin embargo, Juan nos muestra que
hay también demasiados sentimientos que no nacen de la fe, sino de los
milagros que hizo Jesús.
3. Jesús es la semilla que debe morir para dar fruto. Muchos estaban ansiosos por
ver la gloria de Jesús de forma inmediata. Jesús explica que el camino de
Dios para Él y para todos sus seguidores es otro. La muerte es necesaria para
`atraer a todos' (los creyentes). La cruz es como un imán, tiene una fuerza
atractiva. Los creyentes encuentran en Jesús todo lo que necesitan para estar
en comunión con Dios. El sufrir y morir es para Jesús el único camino hacia
la gloria. Por consiguiente, no pide que el Padre le liberte de semejante destino,
ya que este final cabe perfectamente en el plan de Dios para nuestra
salvación. Sin embargo, también los creyentes deben tener la disposición de
sufrir por la causa de Jesús, pues la regla del reino de Dios es: ganar es
perder y perder es ganar.
4a. La incredulidad inicial lleva fácilmente a la incredulidad
permanente. Jesús había realizado grandes señales que eran testigos que
acreditaban que Él era el Cristo. Pero a pesar de sus intervenciones
milagrosas un número considerable de judíos seguían no creyendo en Él. Si no
se recibe el evangelio desde el principio con fe, se corre el peligro de
perseverar en la incredulidad. Por esta razón es muy necesario ver nuestra
actitud frente a la predicación del evangelio y pedir a Dios que nos guíe a
la fe en su Hijo Jesucristo. La condenación no es en primer lugar producto de
nuestra conducta, sino de una postura permanentemente incrédula frente a
Jesús.
4b. Creer en Jesús es confesar nuestra fe en Él abiertamente. Juan nos relata que a pesar
de la incredulidad hubo algunos que creyeron en Jesús, pero que no lo
confesaron públicamente. La causa de esto se debe al temor que sentían por
los hombres, temían perder su reputación ante los ojos de los líderes
religiosos de Israel. Es factible que alguna vez el creyente deba ser puesto
a prueba en cuanto a la calidad de su fe, en situaciones en donde confiesa a
Cristo públicamente o prefiere salvaguardar su honor humano entre los
hombres. La decisión que se tome en circunstancias similares mostrará cuán
vinculados estábamos a Cristo, cuán real o profunda era nuestra fe en Él.
Juan 13
1. (13,1-11) En el v.1 comienza la segunda parte
del evangelio; a partir de ahora Jesús no se dirige a la multitud, sino sólo
a sus discípulos. Desde este momento su amor se concentra exclusivamente en
los suyos. La fiesta de la pascua se acerca cada vez más: ha llegado la hora
de salir de este mundo para ir al Padre. Sólo Jesús sufre y muere en forma activa;
su muerte es un acto de tránsito por este mundo al reino del Padre. Pero
justamente en estos momentos ha expresado su amor hacia los suyos en forma
extraordinaria. Las palabras "hasta el fin", expresan tanto la idea
de que Jesús seguía amando a los suyos hasta el momento de su muerte, como la
intensidad de su amor "hasta el extremo". Jesús no temía enfrentar
a la última consecuencia de su amor: la muerte en la cruz.
Lo que Jesús se propone hacer, tiene lugar
durante la cena de la pascua. En pocas palabras, Juan nos muestra, que lo que
va a suceder es una tremenda lucha entre Satanás (que actúa en Judas y en
otra gente) y Dios. Jesús sabe que en su ministerio está acompañado y apoyado
por el Padre, y sabe que el fin de su ministerio es el regreso al Padre. Por
esa razón puede amar tanto a los suyos y lavar sus pies. Este acto es símbolo
de toda su obra. Jesús, al terminar la cena, hace todos los preparativos para
lavar los pies de sus discípulos. En su humillación brilla su gloria, su
obediencia al Padre por amor a los suyos.
Sin embargo, Pedro se opone fuertemente a la
actitud de Cristo, dándose cuenta de la diferencia entre Jesús, el Señor, y
él como discípulo (los pronombres `tú' y `me' en el v.6 son en el griego
enfáticos). La única respuesta correcta sería dejarse servir por Cristo.
Pedro, no obstante, en su orgullo, no comprende el sentido de lo que Jesús
está haciendo. No entiende que Jesús debe humillarse por él. No sabe que
Jesús siempre ha hecho lo mismo, humillarse para poder servirnos. En una
palabra, no entiende la obra salvadora de Cristo. Por ende, Jesús le explica
que después (es decir: después de la resurrección y el derramamiento del
Espíritu Santo) lo comprenderá. Pero dejar lavarse los pies es imprescindible
para tener parte con Jesús; sólo a través del perdón y la purificación
podemos entrar en la presencia de Dios. El lavar los pies es como un
bautismo. Jesús muestra que no se trata de la cantidad de la purificación,
sino de la calidad. Si Él limpia, la persona entera está limpia. Los
discípulos están limpios, ya que Jesús les declara limpios (cp. Juan 15,3);
salvo Judas, quien, aunque también fue lavado, se resistió tenazmente a
Jesús, manifestando esta actitud a través de su traición. Se negó a ser
servido por Jesús.
* Jesús, el verdadero Siervo de Dios, se humilló para servirnos y
limpiarnos.
2. (13,12-17) Después de haber lavado los pies de
sus discípulos, Jesús explica lo que ha hecho. Aunque el acto de Jesús es único
en el sentido de que tiene el aspecto de purificación y de perdón, es
además un ejemplo para los discípulos. `Servir' es la palabra clave en
el reino de Dios. Si los discípulos le llaman Maestro y Señor, con mayor
razón ellos deben hacer lo mismo. La reiteración "de cierto, de
cierto" pone el ministerio de servicio en el mismo nivel que las
palabras sobre el nuevo nacimiento en Juan 3. El servirse mutuamente es fruto
del conocimiento de la obra de Jesús. Aquel que ha comprendido y creído en el
sacrificio de Jesús estará dispuesto a servir. Si el Señor se ha humillado
por sus siervos, cuánto más los siervos deben servirse unos a otros; pues el
señor es mayor que el siervo, y el enviado que el que le envió. El hacer es
tan importante como el saber, ya que sólo a través del acto de servir
se prueba el verdadero amor hacia el Señor; y aunque la salvación es por la
fe, la expresión de amor no tiene menos importancia, porque es fruto de la
unión con Cristo.
* Lo que Jesús hizo (lavar los pies a sus discípulos), tiene un
sentido único: la purificación de nuestros pecados. Pero este servicio nos
obliga humildemente a servirnos unos a otros.
3. (13,18-30) Jesús, al saber lo que va a
ocurrir, no se sorprende; Él domina completamente la situación. Él ha elegido
a sus discípulos, pero no a todos. Hay una excepción (Judas), la que igual
cumple su rol dentro del plan de Dios. Lo que Judas va a hacer, traicionar a
Jesús, está escrito en el Salmo 41, que dice: "El que come el pan
conmigo, levantó contra mí su calcañar (en el sentido de matar)". Judas
debe llevar a cabo su traición, no porque estuviera escrito en la Biblia,
sino para que se cumpla el plan de Dios: la muerte de Jesús para llevar
nuestras culpas. Jesús habla anticipadamente de esta traición para que cuando
ésta suceda los discípulos no pierdan su fe en Él como el Hijo de Dios, sino
que la fortalezcan. Judas no es enviado por Jesús, los otros discípulos sí lo
son. Ellos son los verdaderos representantes de Jesús. Aquellos que los
reciben, reciben entonces a Cristo mismo, y por la relación que Cristo tiene
con el Padre, reciben también al Padre.
Ahora Jesús dice claramente, y de forma muy
solemne, que uno de ellos le entregará. Aunque Él domina la circunstancia, de
igual manera ésta le duele mucho, precisamente porque uno de sus propios
discípulos sería quien llevaría a cabo la traición. Juan ha hecho referencia
en diversas ocasiones de las emociones de Jesús (por ejemplo 11,33; 12,27).
Los discípulos están perplejos, ¿quién entonces sería el traidor? El
"discípulo amado" (Juan mismo) estaba durante la cena al lado de
Jesús. Pedro está muy ansioso por saber quién es el traidor; hace señas a
Juan para que éste le pregunte a Jesús de quién estaba hablando. Juan se lo
pregunta y Jesús responde refiriéndose al mismo Salmo, pero ahora de forma
literal: "A quien yo diere el pan mojado, aquél es". Así el Salmo
llega a tener un cumplimiento bastante duro. "Y dio el pan a Judas".
Éste, al sentirse descubierto, se irrita tanto que da espacio a Satanás para
ser dominado por él. Jesús, sin embargo, sabe que el momento se acerca, la
hora en la que debe someterse al último sufrimiento está por llegar. Por tal
motivo, manda a Judas que haga pronto lo que debe hacer.
Los demás discípulos, según parece, no han
entendido nada, y suponen que Judas, como el tesorero del grupo, iría a hacer
compras para la fiesta o dar algo a los pobres. Aunque era de noche, Judas
salió inmediatamente. Por el hecho de que el evangelio de Juan está lleno de
simbolismos, podemos creer que esta referencia tiene un sentido más profundo.
Es la noche de satanás, cuando lanza su ataque en contra de la luz del mundo.
* Es grave recibir tantas bendiciones y no apreciarlas, pero peor es
traicionar la fuente de ellas.
4. (13,31-35) Desde ahora
hasta el cap. 16,33 Jesús se dirige a sus discípulos en los discursos de
despedida. Después de la salida de Judas declara que ahora el Hijo del Hombre
es glorificado y Dios en Él. La noche de Satanás (ver v.30) es la hora en la
cual Jesús va a cumplir su gran tarea, dar el sacrificio de su vida; por esta
razón el Padre le va a honrar, y a la vez, el mismo Padre recibirá gloria. La
obra de Jesús en la cruz significa una glorificación mutua. Jesús honra al
Padre por su obediencia y sacrificio, y el Padre le honra a través de la
resurrección y ascensión como recompensa por su obra. La noche del
sufrimiento implica la desaparición de Jesús. El camino a la cruz,
resurrección y ascensión es un camino por el cual Jesús andará solo; ninguno
de sus discípulos le podrá seguir. Ellos, sin embargo, deben continuar su
obra para que el mundo sepa que ellos pertenecen a Jesús. Como Jesús ya lo ha
demostrado al lavar los pies de los discípulos, la palabra clave de su reino
es amor, un amor lleno de humildad y servicio. Cuando Jesús dice, "como
yo os he amado", quiere decir que Él es tanto la fuente como el modelo
de nuestro amor. Tenemos que amarnos unos a otros de la manera que Jesús nos
amó, con todo su ser. No obstante, para poder hacerlo, es necesario que nos
alimentemos con su amor. En esto consiste la verdadera característica de la
iglesia de Jesucristo.
* Los verdaderos discípulos forman una comunión estrecha a través del
amor mutuo, cuya fuente y modelo es Jesús. Esto tiene una hermosa irradiación
hacia el mundo.
5. (13,36-38) Pedro no responde al mandamiento de
Jesús, sino a lo que dijo acerca de su despedida y que nadie podría seguirle.
Le pregunta a dónde va. Jesús repite la misma respuesta, pero agrega que
ellos le podrán seguir después. Pedro se sobreestima demasiado pensando que
puede seguir a Jesús siempre y en todas las circunstancias, ya que está
dispuesto a dar su vida por Él. Jesús corrige a Pedro diciéndole que no
entregará su vida por Él, mas bien le negará esa misma noche, antes de la
madrugada.
* Lo que Jesús hizo, lo hizo solo y en favor nuestro. Ningún hombre le
ayudó en su misión.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1. En su grandeza Nuestro Señor Jesucristo se humilló para servirnos. La hora en la que Jesús
daría el sacrificio de su vida estaba acercándose; su amor no disminuyó ante
los terribles momentos que se avecinaban, sino que aumentó. Así lo demuestra
cuando como un esclavo, y para escándalo de Pedro, comienza a lavar los pies
de sus discípulos. Este servicio encierra una gran verdad: Él vino a servir
para dar salvación. Su amor en su servicio es incomparable. Escuchamos un
maravilloso eco de este amor en Filipenses capítulo dos.
Nos cuesta entender todo el misterio que encierra
el amor de Dios, de cómo el eterno Hijo Unigénito se hace hombre para
servirnos y limpiarnos de todos nuestros pecados.
2. La vida de Jesús fue una vida de servicio, y un ejemplo que los
creyentes deben imitar. El servicio fue la característica del andar de Jesús en esta tierra.
Su servicio era de un orden totalmente práctico. Así lo dio a conocer a sus
discípulos cuando lavó los pies de ellos. Jesús nos invita a imitarle a Él,
pues la vida del reino consiste en servirnos los unos a los otros en amor. Si
nos negamos a servir a nuestros hermanos, entonces no hemos entendido el
servicio de Cristo, ni cuál es nuestra posición dentro del reino de Dios.
Recordemos siempre que si Jesús se humilló al servirnos, ¿quiénes somos
nosotros para no hacerlo?
3. Participar en los cultos de la iglesia no garantiza que tengamos
amor por Jesús. Es necesario que el Espíritu obre y derrame el amor de Dios en nuestro
corazón. El caso de Judas es muy significativo. El interpretó mal la obra de
Jesús, ya que tenía otras perspectivas. Al final escogió las tinieblas en
lugar de la luz del mundo. No nos irritemos con Jesús, porque a veces Él no
castiga de inmediato a sus enemigos, reconozcámoslo tal como es: el Mesías
humilde que, antes de entrar a la gloria, estuvo en la cruz. Nuestra culpa y
el amor de Dios lo hizo necesario.
4. Los discípulos de Jesús se dan a conocer al mundo por el amor que
mutuamente se profesan. Jesús no es sólo el modelo de nuestro amor sino también la fuente . A
partir de esto podemos entender y llevar a cabo el amor que Él pide que reine
dentro de los creyentes. Realmente es una norma elevada de amor: "Como
yo (Jesús) os he amado", mas con la ayuda del Espíritu Santo podemos
lograrlo. Para Jesús la marca distintiva de los discípulos ha de ser el amor
que impera en todas sus relaciones. Qué hermoso sería que el mundo pudiera
señalarnos como discípulos de Jesús, no sólo por lo que enseñamos sino
también por el amor que reina dentro de nuestra comunidad de redimidos. Pero
esto no es un ideal sino un mandamiento.
5. Es importante tener una mente receptiva para aprender y un corazón
que ama al Señor, incluso si todavía no entendemos del todo los caminos de Dios.
Al igual que Judas, Pedro tampoco entendió la obra de Jesús, porque estaba
dispuesto a servir a un Mesías que triunfaría, no a un Mesías humilde y
sufriente. No obstante, hubo una diferencia. Pese a sus pensamientos
equivocados, amaba al Señor; esto, también es imprescindible para nosotros.
Juan 14
1. (14,1-14) "No se turbe vuestro
corazón". Jesús, antes de partir de esta tierra, tuvo razones
suficientes para hablarles así a sus discípulos, pues ellos se encontraban
muy afligidos. Lo importante ahora es confiar en Dios el Padre y seguir
creyendo en Cristo. Su partida tiene un objetivo muy positivo: preparar un
lugar para los suyos. Hay muchos lugares disponibles, y si no fuera así,
Jesús lo hubiera dicho. El palacio del Padre es mucho más grande que el
templo con sus amplios atrios y numerosas cámaras. La partida de Jesús es
sólo temporal; después de haber hecho los preparativos correspondientes
vendrá nuevamente para reunir a todos sus discípulos consigo. En el v.3
encontramos la mejor descripción del cielo: estar reunidos con Cristo.
Los discípulos no saben el camino por donde Jesús
irá al Padre. Para ellos todo es incomprensible. Están completamente
confundidos, porque pueden solamente pensar en categorías terrenales. Piensan
en un Mesías que aquí y ahora se sienta en el trono de David. No tienen la
menor noción de la necesidad de la humillación, ni de la glorificación y
ascensión de Cristo. Tomás reconoce que ellos no saben hacia donde va, y por
tanto no pueden saber el camino. Todavía no conocen suficientemente la
grandeza y la gloria de Jesús, que Él siendo hombre, es además el Hijo de
Dios que está a punto de volver a la gloria celestial de su Padre; pero antes
de esto debe pasar por el sufrimiento, muerte y resurrección. Así Jesús es el
camino para venir al Padre y para entrar en su reino. Él es la verdad,
significa que Él es el único camino verdadero; y es la vida, por
medio de Él hay vida eterna en comunión con Dios. Jesús viene de Dios
y conduce a Dios. Él enseña a sus discípulos llevándolos a un conocimiento
más profundo de quién es Él. Conocen a Jesús, pero todavía no como la
Revelación del Padre. Sin embargo, les enseñará más y más para que lo
conozcan tanto a Él como al mismo Dios.
Los discípulos todavía le quieren conocer por
medio de la experiencia y no por la fe. Esta es la razón por la cual Felipe
pide a Jesús que les muestre al Padre. No obstante, deben aprender a conocer
verdaderamente a Jesús y entender que esto es suficiente, ya que Jesús es la
perfecta revelación del Padre, de su amor y de su propósito para con ellos.
"El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". No se necesita una
revelación extraordinaria de Dios, sino un conocimiento más profundo de quién
es Jesús. A través de sus hechos y sus palabras Jesús muestra la unidad que
tiene con el Padre. Todo lo que hace y dice, lo hace y dice en el nombre del
Padre. El Padre, entonces, se hace visible a través del Hijo. El que Jesús
vuelva al Padre, mientras que sus discípulos se quedan en la tierra, no
significa que la estadía de ellos aquí en esta tierra no tiene valor. Al
contrario, ellos pueden continuar las obras de Cristo; pueden hacer aún más,
es decir, no en calidad, sino en extensión. Las palabras "porque Yo voy
al Padre", forman la base de las obras mayores. Al recibir toda la
autoridad del Padre, Él puede hacer que los discípulos hagan mayores obras en
repuesta a las oraciones de los suyos. Para asegurar estas palabras tan
magníficas, Jesús adjunta la promesa de que cualquier cosa que le pidan en su
nombre, Él la dará. "En su nombre" indica tanto la certeza de la
promesa, como la comunión íntima con Él que la oración requiere. El que
conoce a Jesús no pedirá cosas en contra de la voluntad de Dios. El que pide
cosas en su nombre, recibirá de acuerdo a la voluntad de Cristo, pues de esta
manera será glorificado el Padre en el Hijo.
* Por medio del Señor Jesús hay entrada en el reino de Dios,
conocimiento del Padre y certeza de una oración respondida.
2. (14,15-21) En el pasaje
anterior, Jesús había entregado por sobre todo una promesa de la convicción
de su reencuentro con los suyos, pero ahora en la casa de su Padre. Esta vez
les brinda una promesa para el intervalo entre su partida y regreso:
la promesa del advenimiento de su sucesor y suplente, el Espíritu Santo. Para
recibir el Espíritu Santo es necesario guardar sus mandamientos (cp. Juan
13,34), vivir de acuerdo a la fuente de su amor y amarse mutuamente entre los
hermanos; no con un amor meramente sentimental, sino en el sentido de una
disponibilidad total. La promesa es darles un "otro Consolador". La
palabra `Consolador' (en el griego `Parakleto') significa ayudador,
fortalecedor e intercesor, en el fondo es una palabra jurídica. "Otro
Parakleto" significa que el Espíritu Santo ocupará el lugar de Jesús.
Nuestro Señor es el Intercesor y Abogado ante el Padre (1 Juan 2,1 usa la
misma palabra), mientras que el Espíritu Santo, en relación a sus discípulos
(y nosotros incluidos), les ayudará durante todo el tiempo que dure el
peregrinaje de ellos por esta tierra. Les asistirá para que lleguen a
entender la obra de Jesús (ver 16,13); glorificará a Cristo (16,14), y les
apoyará en su testimonio ante el mundo (15,26-16,4; cp. Lucas 12,11 y 12).
Este Espíritu siempre les acompañará.
Jesús le llama el Espíritu de verdad, ya que el
Espíritu Santo da a conocer a Jesús como la verdad (Juan 14,6), el verdadero
camino hacia Dios. Todo lo que los discípulos deben saber concerniente a la
obra de Jesús, lo enseñaría este Ayudador. El mundo, debido a su ceguera
espiritual, no es capaz de recibir, de conocer ni de ver al Espíritu. Pero
los discípulos ya le conocen, porque permanece (dice el griego) con ellos y
estará siempre en ellos. Los discípulos ya experimentaron algo de su obra,
pues el Espíritu les abrió sus ojos para reconocer a Jesús como el Mesías. La
constante presencia del Espíritu Santo compensa la ausencia de
Jesús. Es por esta razón que Jesús puede decir: "No os dejaré
huérfanos". Él está presente por medio de su Espíritu, pero también a
través de la resurrección. No es una permanencia física, sino una prueba de
su amor por ellos que incluye una promesa de su retorno en el último día (cp.
el v.3). Para el mundo, la despedida de Jesús significa para siempre;
mientras que para los discípulos es sólo algo temporal. Su muerte no implica
que Jesús deja de existir, pues Él vive para siempre. En su muerte y
resurrección mostrará su triunfo sobre la muerte, y a través de este
portentoso acontecimiento permite que los suyos compartan con Él la vida de
la resurrección ("vosotros también viviréis"). Es la promesa de la
vida eterna en comunión con Dios, que ya ha empezado mediante la
comunión con Jesús. "En aquel día". Este puede ser el día de la
resurrección y del derramamiento del Espíritu Santo, el día que continúa
hasta su retorno; los discípulos verán la comunión inalterable entre Jesús y
el Padre, pero también esa misma comunión entre Jesús y ellos. No obstante,
para obtener esta comunión, una vez más, Jesús destaca la obediencia hacia su
persona a través del amor. El amor para con Cristo llevará consigo el amor
del Padre y la manifestación de Cristo a los creyentes. Este amor del Padre y
la manifestación de Cristo a los suyos es justamente lo que el Espíritu Santo
obra. Él derrama el amor de Dios en el corazón y nos da el conocimiento del
Cristo vivo.
* Jesús mantiene y fortalece la comunión con los suyos, los que le
aman y obedecen, mandándoles su Espíritu. Él les envía su Espíritu, el cual
se transforma en el vínculo entre Jesús y los suyos.
3. (14,22-31) Judas (no el traidor) está
perplejo, porque Jesús sólo se manifestará a los suyos y no al mundo. ¿Es
incompatible esto con la gloria y la grandeza del Cristo? Jesús como Mesías
merece una manifestación pública. Jesús repite el mismo pensamiento. La fe y
el amor hacia Él y la obediencia a su Palabra abren el camino que conduce a
un contacto aún más íntimo con el Padre y con Él. El Padre y Jesús morarán
con los creyentes (mediante el Espíritu). La incredulidad, la carencia de
amor y obediencia impiden este contacto; porque no creer en Jesús es no creer
en Dios, ya que Él fue enviado por el Padre; así que las palabras de Jesús
son las palabras del Padre. Aunque todavía es difícil de entender plenamente
todo, acude el Ayudador, el Espíritu, a quien el Padre enviará en nombre de
Cristo (en base de la obra de Cristo); Él explicará a los discípulos todo lo
que Jesús ha enseñado y les hará recordar las palabras de su Maestro.
Jesús se despide de los suyos, pero les deja su
paz. Es una paz interior que tiene su base en el profundo conocimiento de que
Jesús en el fondo no se fue, sino que sigue morando en los suyos con su amor
y por medio de su Espíritu. El mundo no puede ofrecer lo mismo, porque no
posee esta paz, ni sabe nada de la relación restaurada con Dios y con el
prójimo. Esta paz es capaz de enfrentar la partida de Jesús. Por eso no hay
razón para angustiarse ni tener temor. La partida de Jesús no es cosa de
tristeza, sino de alegría. Los discípulos sienten congoja a causa del regreso
de Jesús al Padre; ello es porque aún su amor hacia Él es incompleto, pues el
amor profundo desea lo mejor para el ser amado. Es bueno que Jesús regrese al
Padre, porque el Padre es mayor que Él. Esto no está relacionado con la
esencia de su ser, sino que es el Padre quien, en su calidad excelsa,
recompensará su obra. Jesús no compara su divinidad con la de su Padre, sino
que compara al Padre glorioso consigo mismo en su humillación. Sin embargo,
después de su retorno al Padre, compartirá su misma gloria y fluirán más bendiciones
(el derramamiento del Espíritu Santo) que ahora. Los discípulos pueden
sentirse fortalecidos en su fe para que, cuando suceda todo lo que Jesús
había prometido, crean aún más en Él.
Pronto Jesús no podrá hablar más con sus
discípulos, ya que el príncipe de este mundo (satanás) está a punto de
atacarle. Pero su ataque no logrará vencerlo, al contrario, el maligno
perderá la batalla de forma humillante; en la cruz Jesús lo va a destronar.
El mundo debe saber que el Padre ama a Jesús, porque Él está dispuesto a
poner su vida; así cumple el mandato de su Padre. Ahora el Cordero de Dios
recibirá la señal para partir; mostrando la voluntad del Padre al cumplir la
misión que se le ha encomendado.
* El Señor Jesús hace arreglos especiales antes de partir. La paz de
Cristo y la presencia del Espíritu Santo compensarán la ausencia de Jesús en
la carne.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. El triunfo de Jesús asegura nuestro destino eterno con Él. Se acerca el momento en el
que los discípulos tendrán que soportar una gran prueba: la muerte de Jesús.
Pero Él les consuela, asegurándoles que su partida no es el fin, sino el
comienzo de un nuevo período en el plan de Dios. Jesús se irá al Padre para
preparar las futuras moradas eternas que cobijarán a los que creyeron en Él.
Jesús se irá, pero volverá para buscar lo que es suyo. Él está tan unido a
sus discípulos que puede decir: "...y os tomaré a mi mismo". ¡Qué
gozo inmenso debe producir en nosotros, los que creemos en Cristo, saber que
algún día estaremos siempre con Él! Mantengamos esta esperanza aun en las
situaciones más difíciles de la vida.
1b. Jesucristo es el único medio para conocer a Dios. Es este uno de los temas
centrales en el evangelio de Juan: Jesús da a conocer al Padre. Pero conocer
a Dios no es simplemente un asunto de comprensión mental. Conocerlo es
primeramente conocer a su hijo Jesucristo a través de una estrecha comunión
obrada por el Espíritu Santo en nuestros corazones. Jesús es el Camino
verdadero hacia el Padre, ya que no sólo es intermediario, sino que mediante
su sacrificio también nos conduce al Padre. Jesús es la Vida, restaurándonos
a la comunión más íntima con el Padre. Él es su Revelador, pues Jesús nos
muestra en forma perfecta y completa el santo amor del Padre.
1c. La presencia de Cristo en los cielos asegura el triunfo de la
iglesia en su labor de predicar el evangelio en esta tierra. Jesús prometió a los suyos,
y a todos los que confían en Él, la realización de obras mayores; esto no
quiere decir que la tarea de un creyente será similar a la de Jesús, con
milagros y sanidades. Aunque es cierto la intervención poderosa de Dios en
apoyo a la predicación, lo que Jesús dio a entender es que la obra que Él
comenzó y concluyó, continúa ahora creciendo en extensión por medio de sus
discípulos. El evangelio se dará a conocer como testimonio al mundo entero. Y
a pesar de los obstáculos que encuentre en el camino, traerá frutos de
conversión de todas las naciones, frutos que redunden para la gloria de Dios.
Todo esto es posible, porque ahora Jesús dirige a su pueblo desde su excelso
trono a la diestra de la majestad de Dios el Padre.
2. La constante presencia del Espíritu compensa la ausencia de nuestro
Señor Jesús. El Espíritu tiende un puente sobre el intervalo entre la partida y el
regreso de Jesús. Efectúa su labor, iluminándonos de tal forma que podamos
entender la obra de Cristo. Además, como `Ayudador', provee la fuerza
necesaria para dar testimonio de Jesucristo ante tribunales o personas que
son hostiles al evangelio. Su misión es conducirnos a una estrecha comunión
con el Padre y con Jesús, dándonos fe en sus promesas.
3. La vida, declarada casa en ruina a causa del pecado, puede llegar a
ser habitada por el Padre y por Jesús. El Espíritu Santo trae la presencia de Dios y
de Jesucristo a nuestras vidas; de modo que nace hacia Dios un anhelo más
profundo de conocerle. Este contacto con Dios es la preciosa confianza de que
Él es nuestro Padre y su Hijo Jesucristo nuestro Salvador, quien un día
regresará para llevarnos consigo.
Podemos decir que la paz interior es la firme
certeza de que Dios y Jesucristo, su Hijo, nunca nos desampararán; siempre
estaremos bajo el amparo del Eterno. Esta paz será resistente a todos los
ataques del Maligno. La iglesia de hoy vive bajo la misma promesa. La
ausencia de Jesús no es una desventaja, ya que después de su ascensión,
fluirán más bendiciones de sus manos perforadas. El Espíritu nos recordará
todas las promesas de Jesús.
Juan 15
1. (15,1-8) En el capítulo
14, Jesús había destacado su unión con el Padre y con los suyos (el v.20); en
el cp. 15, aclara esta unión por medio del ejemplo de una vid y sus pámpanos.
De esta manera Jesús no sólo muestra que la unión entre Él y los suyos es una
unión estrecha, además muestra que también es una unión necesaria y
fructífera. Los discípulos llevarán muchos frutos si permanecen en Él. Sólo a
través de Jesús es posible producir frutos. Por eso, Él empieza su discurso
con las palabras: "Yo soy la vid verdadera". En el AT a
Israel se le identifica como vid o viña (Salmo 80,8-16; Isaías 5,1-7;
Jeremías 2,21; Ezequiel 15 y 19). Pero esa viña lamentablemente no produjo
buenos frutos de obediencia y reverencia hacia el Señor (cp. Isaías 5 y
Jeremías 2,21). Jesús, sin embargo, es la única vid que no defrauda, y esto debido
a su íntima comunión con el Padre y su absoluta obediencia a Él. [6]
Para los suyos es de suma importancia mantener la
misma comunión y obediencia hacia Jesús, pues el Padre quitará todo pámpano
(discípulo) que no lleve fruto. Si por falta de fe en Jesús y comunión íntima
con Él, no hay frutos -como en el caso de Judas- entonces los seudocreyentes
serán extirpados de su aparente unión con Cristo y perderán la vida en el
castigo de Dios. Los verdaderos creyentes, sin embargo, si creen en sus
palabras, tendrán una unión más estrecha y fructífera. El Padre, en su
calidad de labrador, les limpiará (el entresacar de las uvas) para que lleven
más frutos. Esta metáfora indica el proceso de santificación de parte de
Dios. Por la palabra de Jesús (v.3) los creyentes ya son limpios. Mediante la
promesa de su perdón, disfrutan de una rica comunión con Él, mientras que por
su mandamiento de permanecer en su amor (comp. v.10), crecerán en esta vida
de llevar frutos.
En el v.4 Jesús destaca que permanecer en Él (es
decir en sus palabras) es imprescindible para ser fructíferos. De esa manera
Jesús también puede permanecer en ellos. Como el pámpano que no produce
frutos por sí mismo, tampoco ellos podrán hacerlo si no mantienen la comunión
con Jesús. Pero, por otro lado, hay una hermosa promesa, y esta es que si
permanecen fieles en su comunión con Él, llevarán muchos frutos. Con
mucha seriedad, Jesús repite que el hecho de alejarse y no estar en comunión
con Él, trae como consecuencia el tener una vida infértil y finalmente
expuesta al juicio de Dios.
La comunión continua con Jesús le asegura al
creyente la promesa de que la oración (es decir, aquella en la que pedimos
mantener la comunión y poder llevar fruto) siempre recibirá una respuesta
positiva. Dios quiere responder a la oración, porque es para su propia gloria
si llevamos muchos frutos.
* Llevar fruto es el propósito de nuestra vida; permanecer en Cristo
es la fuente; la oración, el medio para recibir `la savia' (= el poder) de
Cristo, la Vid.
2. (15, 9-17) En el v.9, Jesús explica que
permanecer en Él es permanecer en su amor. Los cristianos podemos saber que
Jesús nos ama con el mismo amor con el que el Padre le amó a Él. Permanecer
en su amor no es sólo meditar en el amor de Cristo, sino que también
practicarlo, como el v.10 nos dice; en otras palabras: permanecer en su amor
es guardar sus mandamientos, es amar a nuestros hermanos como Jesús nos ha
amado a nosotros. De esta manera, guardando su mandamiento, amándonos unos a
otros por el amor que Cristo nos ha dado, nuestra vida puede estar llena con
el gozo de Cristo. El gozo de Jesús, es gozo por su obra consumada; su amor
hasta la cruz ha creado a su pueblo, la iglesia. Nuestro gozo es un reflejo
del gozo y amor de Cristo. El que Jesús nos haya llamado a permanecer en este
amor no sólo consiste en meras palabras cariñosas, es llegar hasta el punto
de poner la vida por un amigo, lo cual hizo Jesús y aún más. Son amigos de
Jesús aquellos que responden a este amor con fe y amor por los hermanos.
Ahora Jesús puede probar su amor por los discípulos: son sus amigos y no sus
siervos en el sentido de lejanía de la comunión. Esta distancia, ahora ya no
existe, pues Jesús se ha acercado tanto a los suyos que ha dado a conocer
todo lo que su Padre le ha revelado. Él ha dado a conocer el corazón, el amor
y la gracia del Padre. Por eso, con razón les llama sus amigos. Pero, por
otro lado, el ser amigo no significa que el amor por Jesús comenzó en el
corazón de los discípulos. Al contrario, comenzó en el corazón de Jesús. De
esta manera la elección tiene un propósito, no para sentirse orgullosos de ser
discípulo de Jesús, sino para salir y llevar frutos. Aquí cambia un poco el
sentido de las palabras "llevar frutos". Significa no tanto mostrar
amor, sino proclamar el mensaje de salvación para traer muchos a Cristo; este
es un fruto permanente. A pesar de los pocos frutos que el ministerio de
Jesús parecía haber llevado, el ministerio de los apóstoles llevaría
permanentemente fruto. Los discípulos pueden contar con el constante apoyo
del Padre, quien suplirá todas sus necesidades como respuesta a sus oraciones
en el nombre de Jesús.
El v.17 es un versículo de transición. Los
discípulos deben amarse unos a otros, de esta forma estarán más fortalecidos
para enfrentar a un mundo que vendrá contra ellos con odio y persecución.
* Conocer a Cristo es entrar en una estrecha amistad con Él; el fin de
esta comunión es llevar fruto para la gloria de Dios
3. (15,18-16,4) Si el mundo muestra odio hacia
los discípulos es porque han aborrecido primeramente a Cristo. Jesús lo dice
para que cuando esto suceda ninguno de sus discípulos se extrañe. La
característica de los discípulos debe ser el amor, así como la característica
del mundo es el odio. El mundo muestra su odio a los discípulos de Jesús,
puesto que éstos no pertenecen a su esfera, es decir, a aquel mundo que rechaza
a Jesús. El odio del mundo se dirige a Cristo, ya que Él había testificado
que sus obras eran malas (Juan 7,7). El mundo no quiere aceptar esta verdad,
no está convencido de su profunda necesidad de Cristo como el único Salvador.
Los discípulos deben darse cuenta que en el mundo encontrarán el mismo odio
con el que su Señor se encontró. Los siervos comparten la misma suerte, tanto
en su rechazo como en la aceptación de su Palabra. Cristo sigue siendo el
Señor poderoso, y su Palabra nunca se predicará en vano.
En el fondo el odio contra los discípulos no sólo
es odio contra Jesús, sino también contra el Padre, pues es el Padre quien ha
enviado a su Hijo Jesús. Jesús lo comenta para que los discípulos no se
confundan cuando el mundo reaccione de forma tan negativa en contra de ellos.
Sin embargo, el mundo no tiene excusa alguna para disculparse ante Dios por
su pecado de incredulidad. El mundo, por decirlo así, buscaría excusas a su
incredulidad si Cristo no hubiera venido ni hablado. Pero ahora que Jesús ha
venido y ha hecho las obras gloriosas que nadie antes había realizado, el
rechazo a Jesús muestra el odio del mundo hacia el Padre. Otra vez Jesús
resalta la unión con su Padre, diciendo: "El que me aborrece a mí,
también aborrece a mi Padre". No hay otro Dios, sólo el que envió a
Jesucristo. Pero el odio del mundo hacia Jesús es el cumplimiento de la
Escritura que dice: "Sin causa me aborrecieron" (Salmo 69,4, donde
se habla en primer lugar de David; también en Juan 2,17 y 19,29 se cita este Salmo).
La fatal consecuencia de la incredulidad es resistirse a aceptar el fracaso
de la propia vida y la necesidad de la obra salvadora de Cristo.
Jesús nuevamente habla del Espíritu Santo, pero
ahora en relación con el rechazo por parte del mundo; es el Espíritu quien
ayuda y hace que los discípulos sean testigos firmes de Jesús. Es el Espíritu
de la verdad quien habla la verdad (que Jesús es Señor y Cristo). Él
testifica dando luz a los discípulos para que ellos también testifiquen de
Jesucristo. En los primeros versículos del cp. 16 Jesús habla del mismo tema:
el odio de parte del mundo hacia los discípulos. Les habla de lo que con toda
seguridad va a suceder a fin de que ellos estén preparados para que no caigan
en incredulidad. Puede surgir fácilmente la pregunta: "Si Jesús es el
Señor, ¿por qué entonces pasamos por tantas dificultades?" El odio del
mundo consistirá en echar a los discípulos de la sinagoga o más bien
matarles, pensando que eso es agradable a los ojos de Dios. Pero lo hacen
justamente, porque no conocen ni al Padre ni a Jesús, ya que siempre han
negado la unión entre ambos. Para preparar a los suyos, en esta hora (de su
propio sufrimiento), Jesús les habla del futuro rechazo del que serán objeto,
para que lo recuerden más adelante cuando esto llegue a suceder. Para no
confundir a sus discípulos, Jesús no había dicho nada de esto antes, ya que
aún no era el tiempo; hasta ahora, Él estaba con ellos con su divina
protección.
* La consecuencia inmediata de seguir a Cristo es encontrar odio de
parte del mundo, pero el Espíritu Santo ayuda y testifica de la verdad en
Cristo a través de los creyentes.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1-2. Dar fruto es responder al amor de Cristo, amándonos unos a otros;
de esta manera manifestamos al mundo la vida de Jesús. Hay dos palabras claves en
Juan 15.
I. Llevar fruto:
a. debemos dar frutos (2);
b. para dar frutos es necesario permanecer en
Cristo (4);
c. permaneciendo en Cristo llevaremos muchos
frutos;
d. recibimos frutos en respuesta a nuestra
oración (7);
e. llevar frutos es para la gloria del Padre (8).
II. Permanecer en Cristo:
a. Permanecer en Cristo es una necesidad, sólo
así podemos llevar mucho fruto (4); si esto no es una realidad, no podemos
llevar ningún fruto (5), al contrario, nos espera el juicio (6);
b. permanecer en Cristo es permanecer en sus
palabras (7), permanecer en su amor (9), guardar sus mandamientos (10) y
amarnos unos a otros como Él nos ha amado.
En otras palabras: Jesús nos pide y nos promete
frutos: el tener mucho amor. El secreto es permanecer en Él, guardar la
relación con Cristo y vivir en plena dependencia de Él.
Los discípulos de Cristo, de todas las épocas, son llamados a salir y
llevar mucho fruto. Ahora podemos pensar en la predicación del evangelio del amor de
Cristo, con un corazón que arde de amor por Dios y el prójimo. Este llamado
es una elección de Cristo, por tanto es entonces un alto privilegio. En este
servicio recibimos el gozo de Cristo, ya que somos sus amigos. Él nos ha dado
a conocer todos los `secretos' del Padre, su corazón y amor para con
nosotros.
3a. El odio y la aceptación que encuentra la iglesia, se dirige en el
fondo a Jesús. No hay por qué asustarse ni tropezar si nos encontramos con oposición
de parte del mundo. La palabra que predicamos desenmascara su pecado, sobre
todo el de incredulidad frente a Jesús. Desde luego, la iglesia no debe por
mal testimonio ser un escándalo para el mundo. De este modo la crítica del
mundo hacia nosotros sería justificada. Por otro lado, si predicamos el
evangelio no lo hacemos en vano, puesto que él dará fruto. La iglesia nunca
estará sola en su testimonio ante el mundo. Es el Espíritu Santo, quien, por
medio de nosotros, testificará de Cristo; Él nos dará palabras para ser
testigos valientes de Jesús.
3b. No es bueno ocultar las dificultades que tendrá que enfrentar el
creyente al predicar el evangelio. Es un error tratar de incentivar a los hermanos en la labor
evangelística mirándola a través de la óptica de triunfalismo total. Sin duda
alguna, los creyentes somos llamados a predicar el triunfo de Jesús sobre los
poderes antagónicos, pero hay que saber que la predicación, que desenmascara
el pecado de incredulidad en el hombre, también traerá oposición a los
mensajeros de Jesús. El conocer los obstáculos que se hallarán sirviendo al
Señor, impedirá posibles desilusiones y nos dará la fortaleza para confiar
más plenamente en Él. Este principio también es válido para toda la vida
cristiana, ya que no es saludable para el bienestar espiritual de los
hermanos trazarles un camino lleno de victoria, sin problema alguno.
Primeramente la Biblia no enseña que la vida en Cristo está exenta de
dificultades, y segundo, la experiencia así lo afirma.
Juan 16
1. (16,5-15) Parece extraño que Jesús en el v.5
diga que nadie le había preguntado: "¿A dónde vas?". Esto se aclara
al entender que las preguntas de Pedro (Jn. 13,36) y Tomás (Jn. 14,5) eran
preguntas llenas de angustia. Todavía nadie le había preguntado a Jesús de
manera positiva a dónde se dirigía, como una inquisición llena de anhelo por
querer saber más de la futura gloria de Cristo. Hacen esta pregunta, porque
piensan que la ausencia física de Jesús es una pérdida. Jesús, empero, les
muestra que dicha ausencia es nada más que ganancia. Esto es conveniente,
puesto que la partida de Cristo da paso a la presencia del Espíritu Santo, el
cual les ayudará en cuanto a su confrontación con el mundo. Su obra con
relación al mundo consiste en convencer (o demostrar y reprochar) a éste. El
Espíritu Santo convence al mundo de tres cosas:
a. De su incredulidad: el no haber creído en Jesús como el Hijo del Padre.
b. De la justicia: es decir, a través de la resurrección y ascensión, el Padre pondrá de
manifiesto que Él da toda la razón a Jesús, recibiéndolo a su diestra y
manifestando que Él es justo.
c. Del juicio: en el fondo no es Jesús quien fue juzgado, sino que el príncipe de
este mundo (el diablo), quien ya ha sido juzgado por la muerte y la
resurrección de Jesús.
De lo que Jesús está diciendo, Lucas nos da un
ejemplo perfecto en su descripción de la predicación de Pedro y el efecto
producido por ella en Hechos capítulo 2. Allí el Espíritu está convenciendo
al mundo de su pecado de incredulidad hacia Jesús y su muerte en la cruz;
pero también del hecho de que Jesús tenía toda la razón en cuanto a su
identidad (ver los versículos 23,24 y 36); el gran efecto de esta obra
convincente del Espíritu, así lo demostró (Hechos 2, 37).
Jesús podría decirles mucho más, pero ellos no lo
hubieran soportado por la tristeza que les embargaba. No obstante, el
Espíritu de verdad les enseñaría y les guiaría a toda verdad. Nótese que dos
veces Jesús emplea la palabra verdad. Verdad es la fidelidad que Dios muestra
a su pueblo enviando a Jesús. Es precisamente lo que el Espíritu Santo hace:
enseñar a los discípulos a que entiendan que todo lo que Jesús había dicho y
hecho fue revelar la fidelidad de Dios para con ellos. Es característica de
la obra del Espíritu Santo, no ponerse como centro de atención, ni hablar de
sí mismo, sino de todo lo que Él oye de parte de Jesús. Les habla a los
creyentes de las cosas que han de suceder (la persecución), pero también del
futuro glorioso cuando Cristo venga. El Espíritu glorificará a Jesús, dándolo
a conocer como el Enviado del Padre, como la última y máxima prueba de su
amor, mediante el cual los creyentes reciben el perdón y la comunión con
Dios.
"Todo lo que tiene el Padre es mío".
Con estas palabras, Jesús, una vez más, resalta su unión con el Padre. El
Espíritu no habla cosas extrañas cuando habla de Jesús, habla del amor del
Padre revelado a través de la obra de Cristo. Aunque el Espíritu Santo viene
para acompañar a los discípulos mientras que Jesús está ausente, aquella
ausencia no dura para siempre.
* La partida de Jesús abre el camino hacia la presencia del Espíritu.
Éste testifica y convence al mundo de la verdad de Jesús y consuela a los
discípulos revelándoles la gloria de Él.
2. (16,16-24) En el v.16 Jesús vuelve a insistir
(ver v.5) que se irá pronto (referencia a la muerte y la ascensión), pero
volverá; es decir, mediante la resurrección, el derramamiento del Espíritu
Santo y al final a través de su retorno. Ahora a los discípulos les asalta
una interrogante, pensando qué significado tendrán estas palabras. Él les
dice que no entienden nada de esto, pues todavía no quieren entender
que Jesús debe morir, siendo su muerte el único camino hacia la gloria. Sin
embargo, les asegura que su tristeza es sólo algo temporal, ya que ella
pronto se convertirá en gozo; esta situación se parece mucho a los dolores
del parto, los que luego son olvidados al vislumbrar el gozo de la llegada de
un nuevo ser al mundo. La angustia de los discípulos también es un período
transitorio hacia una nueva era llena de gozo, cuando comprendan la gloria de
Cristo, de la que ellos serán partícipes. Será un gozo que nadie podrá
quitarles. Es el tiempo en el cual todas las preguntas se irán transformando
en respuestas seguras. Mediante la obra de Jesús y a través del Espíritu
Santo, ellos pueden tener en aquel tiempo pleno acceso al Padre. Confiando en
Jesús pueden pedir al Padre todo lo que necesitan en el nombre de Cristo. Aún
no conocen el poder de la oración en el nombre de Jesús, desde ahora van a
conocer este poder y su respuesta maravillosa.
* La tristeza a causa de la partida de Jesús se convierte en gozo. Los
creyentes pueden entender que por la obra de Cristo y a través del Espíritu
Santo hay un camino que conduce al Padre.
3. (16,25-33) Hasta ahora
Jesús les había hablado a sus discípulos por medio de alegorías y enigmas. No
hizo esto para esconder el significado de sus afirmaciones, sino que por la
falta de fe que aún había en sus discípulos; en aquel momento las palabras de
Jesús no hubieran sido entendidas por ellos. Pero ya llegaría la hora en la
que les hablaría claramente acerca del Padre. La forma de reaccionar de parte
de los discípulos en el v.29, nos hace pensar que Jesús comienza en seguida
con este `lenguaje claro'. Sin embargo, es mejor pensar en el tiempo después
de la resurrección, cuando Jesús podría aclarar todas las cosas concerniente
a su muerte, resurrección, ascensión, el derramamiento del Espíritu Santo y
su retorno. Entonces aprenderían a dirigirse al Padre y hacer sus peticiones
en el nombre de Jesús. En aquel tiempo no será necesario que Jesús ruegue por
ellos. Esto no quiere decir que llegará el día cuando Cristo termine con sus
peticiones al Padre en favor de los suyos. Jesús dice esto para destacar con
énfasis cuán grande es el amor del Padre, inmenso, como si rogar en favor de
ellos no fuese necesario. Acto seguido Jesús aclara que no puede haber
ninguna relación con el Padre si antes no la hay con el Hijo. El Padre les
ama (a los discípulos), porque han amado a su Hijo y han creído que Él
provino del Padre. En breves y precisas palabras, Jesús revela el contenido
del evangelio: "Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el
mundo, y voy al Padre". [7]
Al parecer los discípulos ahora entienden lo que
Jesús les acababa de decir. Es verdad que Jesús no dijo nada enigmático, pero
aún no captan la idea de sus palabras. Aunque confiesan la sabiduría de Jesús
-quien conoce las preguntas que hay en los corazones de los suyos (cp. el
v.19)- y aceptan que Él salió del Padre (y que por ende también puede volver
a Él), pronto su confusión será total: serán esparcidos, y dejarán solo a
Jesús. Pese a todo, Jesús no está solo, pues la presencia de su Padre le
acompaña. Ello demuestra claramente que sus discípulos aún no han comprendido
que Jesús es vencedor, incluso cuando Él deba pasar por la muerte.
Jesús, sin embargo, les cuenta lo que va a
suceder; a pesar de todo lo malo que va a ocurrir, deben tener paz en Él. La
paz que Jesús otorga a los suyos consiste en la plena confianza que los
creyentes pueden y deben tener en Jesús como el vencedor del mundo. La
aflicción por la cual los creyentes deben pasar no puede anular la victoria
que Jesús ha ganado sobre el mundo. Su resurrección sería la prueba más
concluyente de esta afirmación.
* Los creyentes podemos confiar en el amor del Padre, pues el que ama
a Cristo será amado por Él. Esta confianza no será en vano, pues Cristo es el
vencedor del mundo.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1. La partida de Jesús era necesaria para que el Espíritu, el gran
Ayudador e Iluminador, viniera. El regreso de Jesús al Padre, no significa que la iglesia estará sola
y que los creyentes deban sentirse abandonados. Es el Espíritu quien nos
ayuda en la confrontación con el mundo. No debemos retroceder ante el mundo,
sino que podemos atacarlo, ya que es el Espíritu quien lo convence de su
pecado; es decir, de su incredulidad con respecto a Jesús, su razón y su
triunfo sobre satanás. Si predicamos, podemos confiar que el Espíritu de Dios
nos guiará en lo que debemos hablar. Podemos dejarle los frutos a Él.
Por otro lado, el Espíritu es también el gran
Iluminador de los creyentes. Él interpreta todas las palabras de Jesús acerca
de la persecución, pero también del glorioso futuro. Nos abre nuestros ojos
espirituales para que lleguemos a contemplar la gloria de Jesús. El entender
bien quién es Jesús y cuán magnífica es su obra, nos llenará de gozo. ¡A
través de su Espíritu Él está más presente que nunca! Es un Espíritu
`modesto', que no llama la atención hacia sí mismo, sino hacia Jesucristo,
cuya obra de redención hace resaltar.
2a. Cuando entendamos la obra de Jesús, nuestra tristeza se
transformará en alegría. Puesto que los discípulos no entendieron en primera instancia el por
qué del sufrimiento de Jesús, debieron pasar por un período de mucha
confusión. Pero al ser abiertos sus ojos (después del derramamiento del
Espíritu Santo), Jesús les llenó con un gozo tan grande que era imposible
arrebatárselos. Nosotros necesitamos la misma iluminación. Si no entendemos
bien la obra de Jesús, nuestras ideas de la fe pueden derrumbarse, ya que
sólo pensaremos en una vida tranquila y sin sobresaltos. Pero con los ojos
puestos en el triunfo de Cristo, nace otra vez la seguridad: nada puede
separarnos de su amor.
2b. La oración es poderosa cuando es hecha en el nombre de Jesús. La oración es uno de los
grandes privilegios de la iglesia y de cada creyente en particular; a través
de ella comunicamos toda nuestra gratitud, adoración e inquietudes a Dios.
Ahora bien, algunos podrán objetar que la oración como ejercicio religioso es
realizada en muchas religiones del mundo, (las orientales como el budismo,
islamismo, por nombrar algunas, dan mucho énfasis a la oración) y eso es verdad.
Pero lo trascendental en la oración del discípulo de Jesús, es que ella es
dirigida al verdadero Dios a través de Cristo, y esto mismo nos asegura que
el Padre celestial está siempre atento a nuestras oraciones. Es por esta
razón que a la hora de buscar la comunión con Dios por medio de la oración
hemos de tener presente que la certeza de ser oídos está basada en nuestra
unión con Cristo por el Espíritu. Sólo Jesús, a través de su sacrificio, nos
dio libre entrada al trono de la gracia. Únicamente el creyente en Cristo ora
teniendo presente la relación filial que existe entre él y Dios.
3. Jesús intercede por nosotros, pero su intercesión no significa que
debe ganar la buena voluntad del Padre hacia nosotros, ya que el mismo Padre
nos ama. Jesús es nuestro intercesor
ante el Padre, pero no en el sentido de que deba apaciguar continuamente su
ira para que no seamos castigados por nuestros pecados; de ninguna manera,
pues la intercesión de Jesús consiste en presentar el resultado de su
sacrificio ante el Padre, y en base de esto suplicar por nosotros. Además, el
mismo Padre nos ama en virtud de nuestra unión con su Hijo.
Juan 17
Aunque la oración de Jesús es una completa unidad
en sí, podríamos decir que Jesús en los primeros seis versículos ora por sí
mismo, después por los apóstoles (7-19), y luego por aquellos que creerían en
Él a través de la predicación de los apóstoles.
1. (17,1-6) En el primer versículo, más que orar,
Jesús se presenta al Padre, refiriéndose al momento cúlmine en la historia,
el cual ha llegado. Cuando esto ocurra, el Padre será glorificado y Cristo
también. El Padre dará a Jesús el triunfo sobre la muerte a través de la
resurrección, y la gloria celestial mediante la exaltación a su diestra; de
esta manera el Hijo cumple la obra que el Padre le ha encomendado. Parte de
la glorificación de Cristo es "el salario" de su obra consumada; su
señorío, sobre todos los suyos, le es dado por el Padre a fin de que pueda
darles la vida eterna. Nótese la intensa intimidad y confianza con la cual Jesús
se dirige a Dios: seis veces le llama `Padre'. Además, Jesús está
completamente seguro del resultado de su obra, ya que la salvación no tiene
su origen en el hombre, sino en la elección voluntaria del Padre (comp.
"todos los que le diste", v.2; "los hombres que del mundo me
diste", v.6; "los que me diste", v.9; "los que me has
dado", v.11; comp. también 12 y 24). La salvación está absolutamente
segura, pues ella se basa en la elección del Padre, la obra salvadora de
Cristo y la protección del Espíritu Santo (v.17 "Santifícalos en tu
verdad").
En el v.3 Jesús brinda una
calificación de la vida eterna, la cual consiste en conocer al único Dios verdadero
y a Jesucristo, a quien ha enviado. Los judíos podían estar completamente
de acuerdo con la mitad de la frase. Pero por medio de los discursos de Jesús
en los evangelios se nos deja en claro que creer en Dios es creer también en
Jesucristo, esto es algo indisoluble. No existe otro Dios que Aquel que se ha
revelado a través de Jesucristo, su Hijo. Resumiendo esto, podemos decir que
la vida eterna consiste en el conocimiento del amor de Dios, que mandó a su
Hijo para salvarnos de la perdición eterna. La interpretación de Juan 17,3 se
encuentra en Juan 3,17.
Jesús no podía glorificar al Padre de mejor forma
que cumpliendo su voluntad, dando el sacrificio de su vida y predicando la
buena voluntad de Dios para con el mundo. Así brilla la misericordia de Dios.
Jesús se haya tan seguro de su muerte en la cruz, que puede decir: "He
acabado la obra que me diste que hiciese". Una vez cumplida esta obra,
el Padre puede llamar a su Hijo para ocupar el lugar que Él tenía antes en la
gloria celestial. En el v.6, una vez más, con otras palabras, Jesús dice lo
que ha hecho: "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me
diste". Es lo mismo que Juan dice en 1,18, que Jesús ha dado a conocer
al Padre; y lo que ha dicho en 14,6, que Él es el camino, la verdad y la
vida. No podemos conocer a Dios si no es por medio de la obra de Jesucristo.
A través de Jesús, el Padre nos permite mirar a su corazón. Los discípulos
han aceptado este mensaje; así lo expresa Jesús con las palabras del v.6,
"han guardado tu palabra".
* La vida eterna comienza tan pronto pongamos nuestra fe en Jesús.
2. (17,7-19) Los discípulos han entendido que
todo lo que Jesús hizo y predicó, lo efectuó en el nombre del Padre. Han
aceptado las palabras de Cristo; han creído que Jesús había salido de Dios y
que no actuó en su propio nombre. Fe en Jesucristo es, entonces, creer que
detrás de Él está el Padre: Jesús es la revelación del carácter, de la
misericordia y de la santidad del Padre. Ahora (en el v.9), Jesús ruega
exclusivamente por los suyos, no lo hace por el mundo hostil hacia Dios y su
Hijo. Suplica al Padre que los proteja y guarde. Más adelante el ruego de
Jesús se extenderá también por otros, es decir, por aquellos que llegarán ha
creer en Él. La obra intercesora de Cristo se dirige siempre en favor de los
creyentes, para que éstos permanezcan fieles en la fe a Dios. Jesús ruega por
ellos con la plena confianza que el Padre responderá a su súplica, ya que
"todo lo mío (de Jesús) es tuyo (del Padre), y lo tuyo mío". El
interés de Jesús (que los discípulos sean protegidos) es, entonces, también
el interés del Padre. Además, ellos por su fe, están glorificando a Jesús;
por consiguiente, hay mayor razón para el Padre proteger a los discípulos de
Jesús; al encontrarse éstos en el mundo, necesitan de su protección. Jesús
mismo ya salió del mundo. Él está tan seguro de la consumación de su obra,
que puede expresarse como si ya hubiera partido del mundo. Dirigiéndose al
Padre como `Padre santo', Jesús muestra que el único interés de su súplica es
que el nombre del Padre sea santificado y glorificado. La protección de los
discípulos tiene como objetivo el que ellos muestren la unidad como expresión
de la unidad entre el Padre y Jesús.
Jesús ruega al Padre por la protección de los
suyos, porque desde ahora no puede protegerlos con su presencia física.
Mientras estuvo en la tierra los salvaguardó, excepto a Judas, el hijo de
perdición; pero ello no significa negligencia ni impotencia por parte de
Jesús, sino el cumplimiento de las Escrituras: uno de los suyos le
traicionaría. Jesús, por su retorno a la gloria, puede entregar a los suyos
en las manos de su Padre. Jesús habla de esto a sus discípulos para que no
pierdan el gozo, sino que se llenen de él; pues el regreso, a pesar de lo que
está a punto de suceder, es nada más que un paso adelante a la unión futura y
eterna con ellos.
Los discípulos necesitan la
protección del Padre por el odio que han encontrado y van a encontrar en el
mundo. No son del mundo, como también Cristo no lo es. Son de Jesús, son del
Padre, porque han creído que Jesús representa al Padre. La protección que
Jesús está suplicando no significa sacarlos del mundo, al contrario, deben
penetrar en él con la palabra de Cristo. El sentido de este cuidado de parte
del Padre es guardarlos del mal para que no sucumban bajo los ataques del
príncipe de este mundo (Satanás) y pierdan su fe en Jesús como el Hijo de
Dios (En Lucas 22,32 tenemos otro ejemplo de la intercesión de Cristo por los
suyos, que apunta a la misma cosa). El único remedio contra los ataques del
mal es que Dios santifique a los discípulos en su verdad, que Él los aparte y
afirme en las fieles promesas de su palabra. La palabra de Dios es verdad. Al
enviar a su Hijo Jesucristo, Dios ha mostrado su fidelidad. De la misma
manera que Jesús fue enviado para mostrar la fidelidad de Dios para con los
suyos en el sacrificio que tenía que llevar a cabo, así también Jesús envía
ahora a los suyos a predicar la misericordia de Dios. Tal como Jesús se había
dedicado enteramente a su obra, de igual manera ellos debían dedicarse al
ministerio de anunciar al mundo el amor de Cristo.
* Somos débiles en la fe; pero es el Padre quien, por intercesión de
su Hijo, nos protege.
3. (17,20-26) Ahora Jesús extiende su oración a
aquellos hombres que todavía no le conocen, pero que llegarán a hacerlo a
través de la predicación de la palabra llevaba a cabo por los apóstoles. El
versículo 20 habla implícitamente de la tarea de los discípulos: anunciar el
evangelio de Jesucristo; pero también habla de la promesa: que el
cumplimiento de su tarea llevará fruto. El propósito de esta oración,
según el versículo 21, es doble: por un lado la unidad entre todos los
creyentes, una unidad basada en la unión con el Padre y el Hijo; por otro
lado, como el último fin de que este mundo crea también en Jesús como el Enviado
por el Padre, es decir, el Salvador del mundo. Jesús ha manifestado y
mostrado la gloria, la gracia y el amor de Dios; en este amor los discípulos
pueden ser uno en una perfecta unión, sabiendo que el Padre les ama con el
mismo amor con que amó a su Hijo. Luego, los discípulos están incorporados en
la estrecha unión de amor entre el Padre y el Hijo, a fin de que el mundo
también pueda creer en Jesús y ser partícipe del mismo amor.
El último propósito de la misión de Cristo es el
reencuentro con todos los suyos en la gloria celestial (v.24). Al rogar Jesús
por esto, podemos tener la plena certeza que el Padre le contestó e hizo lo
que el Hijo le pidió. Porque el amor del Padre hacia su Hijo es un amor
eterno, desde antes de la fundación del mundo.
Jesús termina su oración dirigiéndose al `Padre justo',
lo cual significa que el Padre cumple lo que ha prometido al Hijo. No
todos han conocido a Dios, pues muchos han rechazado a Jesús quien
representaba al Padre, pero los suyos sí han reconocido que Jesús es mucho
más que cualquier hombre, es el Enviado por el Padre para llevar a efecto el
plan de la salvación. De esta manera, Jesús ha dado a conocer quien es en
realidad su Padre: un Dios lleno de amor por los hombres pecadores. Una vez y
para siempre cumple Jesús el propósito de su venida al encarnarse: que su
pueblo participe tanto del amor de Dios el Padre, como del amor de Cristo.
* Adoremos a Jesús por cumplir el propósito de su misión: la re-unión
con los suyos en la gloria eterna.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. La salvación es segura, ya que ella se basa en la elección de Dios
y en la obra consumada de Jesús. Por medio de ella, Dios glorifica su nombre revelando el secreto de su
amor. Entonces podemos decir que la gloria de Dios y nuestra salvación no son
cosas opuestas, sino que Dios se glorifica a través de nuestra salvación.
Compartamos estas buenas noticias con los hermanos para que primeramente
tengan la plena certeza de su salvación, y luego para que adoren a Dios por
su misericordia tan inmensa.
1b. La vida eterna está arraigada en el conocimiento del Verdadero
Dios y de su Hijo Jesucristo. Desde la antigüedad el hombre ha creído en la existencia o
prolongación de la vida después de la muerte. Esta idea no ha muerto, al
contrario, hoy ha tomado nuevas fuerzas. Pero lo trágico de todo esto es que
la esperanza de una vida después de la muerte no está basada en un
conocimiento de la Biblia, sino en base a experiencias de personas que
afirmaron haber muerto e ido a un maravilloso lugar. Los creyentes deben
estar al tanto de todo esto, pues un espíritu de engaño está guiando el
pensamiento de la gente en cuanto a este tema. Algunos creen que la vida
eterna, en su forma maravillosa, es un privilegio para todo ser humano, mas
la Palabra de Dios afirma fehacientemente que la vida eterna comienza cuando
creemos en Jesús, y que la experimentaremos en gozo pleno cuando muramos o
cuando Él venga. Entonces la vida eterna es real sólo cuando existe una
relación verdadera con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
2a. La división es un pecado, mas la unión entre los hermanos es la
única expresión adecuada en respuesta a la unión entre el Padre y Jesucristo. La oración de Jesús por los
suyos incluye el aspecto de unidad. Sin embargo, tenemos que admitir con gran
pena como muchas iglesias se dividen, y muchos hermanos dejan sus
congregaciones en busca de otra mejor que la que dejaron. En la gran mayoría
de las divisiones, éstas surgen de ambiciones personales, o por la mala
administración pastoral en cuanto a las finanzas o su vida moral.
Ahora pensemos, si la unión entre el Padre y
Jesucristo es producto de su amor divino, ¿cómo podemos nosotros causar
divisiones en la iglesia, el cuerpo de Cristo?
2b. Jesús pide la protección del Padre para los suyos, a fin de que
éstos sigan siendo fieles y prediquen la verdad del evangelio: que Dios ha
enviado a su Hijo para salvación nuestra. La protección en cuanto a nuestra fe, está
sólo orientada a nuestra llegada segura a la eterna gloria de Dios, además es
para que podamos seguir fielmente predicando el evangelio. ¡Jesús quiere una
iglesia viva y evangelizadora!
3. Jesús intercede en favor de los suyos para que puedan ser
partícipes del mismo amor que tiene el Padre hacia su Hijo y el Hijo hacia el
Padre. Sólo cuando vivamos en este
amor, los que nos rodean podrán reconocer la verdad de que Jesús es el
Salvador del mundo. El mejor testimonio no consiste en meras palabras, sino
en un amor sin comparación, amor que procede del amor que Dios nos entregó.
¡Practiquemos este amor!
Juan 18
1. (18,1-11) Luego de la oración, Jesús pasa
voluntariamente al otro lado del arroyo de Cedrón, porque allí habría de
comenzar su camino hacia la humillación más profunda y la gloria más excelsa.
Como David, siglos atrás (2 Samuel 15,23), cuando tuvo que huir de Absalón,
así Jesús cruza el mismo arroyo; con la diferencia de que Jesús no huye, sino
que se ofrece para ser sacrificado. Juan no hace referencia al nombre
Getsemaní, ni a la lucha en la oración; él describe sobre todo la majestad
de Jesús en su sufrimiento. Jesús es quien toma la iniciativa. Al parecer es
Judas quien actúa; él busca a Jesús haciéndose acompañar por la guardia del
templo, pero en realidad es Jesús quien actúa: "Pero Jesús, sabiendo
todas las cosas que le habían de sobrevenir (cp. 13,3 y 19,28), se adelantó y
les dijo: ¿A quién buscáis?" No hay angustia en Él, sólo la majestad de
un rey. Cuando ellos respondieron: "A Jesús nazareno", entonces el
Señor dice por última vez: "Yo soy". Recordándonos las siete veces
que la palabra "Yo soy" aparece en este evangelio, podemos decir
que también esta vez es una expresión pública de su dignidad divina. Juan
acentúa ésto, diciendo que todos los que estaban buscando a Jesús para
arrestarlo, retrocedieron y cayeron a tierra. Si ellos pueden apresar a Jesús
es porque el Padre se los permite y porque Jesús mismo acepta la voluntad de
Dios, y no porque ellos tengan tanto poderío. Jesús se ofrece
voluntariamente, pero pide que los suyos sean dejados en libertad. Los
protege conforme a su petición de intercesión en el cp. 17,12. Sólo Pedro
ofrece resistencia cortando la oreja derecha de un siervo llamado Malco.
Podemos apreciar aquí que Juan habla como alguien que fue testigo ocular de
lo sucedido. Pero Jesús impide a Pedro luchar por Él. Oímos un eco de la
lucha interna de Getsemaní. Jesús está enteramente dispuesto a beber la copa
de la mano de su Padre.
* Jesús es el Cordero de Dios, que voluntariamente se ofrece para ser
llevado al matadero.
2. (18,12-27) Los soldados y guardias aceptan la
oferta de Jesús; sólo a Él prenden y atan. Lo llevan en primer lugar a casa
de Anás, suegro del sumo sacerdote Caifás. Seguramente Anás todavía tenía
mucha influencia. En este tiempo era costumbre que los procuradores romanos
designaran al sumo sacerdote, pero según el derecho judío una persona lograba
este rango para toda su vida. Juan no describe el proceso ante Caifás, puesto
que los otros evangelistas ya habían escrito esta etapa del sufrimiento de
Jesús en forma detalla. Caifás fue el sumo sacerdote durante los años 18-36
d.C. Juan nos recuerda el consejo de éste (11,50), que era conveniente que un
solo hombre muriese por el pueblo; una palabra profética que concordó con el
plan de Dios.
Cuando Jesús fue guiado ante Anás, Pedro le
seguía junto con otro discípulo (probablemente fuera Juan, el escritor de
este evangelio), que siendo conocido del sumo sacerdote pudo introducir a
Pedro. El que Pedro estuviera siguiendo a Jesús es en sí una resistencia en
contra de la predicción de Jesús de que él lo negaría tres veces. Pedro aún
confía en sí mismo. Por no ser Pedro tan conocido como Juan, su presencia
llama más la atención que la del otro discípulo. Juan vincula de una manera
muy inteligente (guiado por el Espíritu Santo) la negación de Pedro con la confirmación
que hace Jesús de que nunca ha escondido nada. La portera, una criada,
presume que Pedro también es discípulo de Jesús. Mientras que Jesús había
respondido francamente "Yo soy" (ver los vv.5,6 y 8), Pedro
responde con un "No lo soy". Mientras llevan a Jesús ante Anás,
Pedro se encuentra entre los aprehensores de Jesús, calentándose junto al
fuego. Anás (Juan le llama en el v.19 `sumo sacerdote') procede a iniciar un
interrogatorio a Jesús preguntando acerca de sus discípulos y de su doctrina.
La intención debe haber sido averiguar si se habría producido una revuelta
por parte de sus discípulos. Jesús no responde a esta pregunta, pero esta
"negativa" es nada más que una protección. El único que debe ser
juzgado es el Pastor, no las ovejas. En cuanto a su doctrina, Jesús no
responde de forma directa. El proceso debe ser justo, no arbitrario. Los
acusadores deben tener pruebas, no las deben buscar sólo ahora para poder
condenar a Jesús. Su doctrina no fue algo oculto, sino enseñanza pública. El
mismo guardia del templo puede responder a esta pregunta habiendo sido
testigo. Uno de los alguaciles se enoja con la respuesta de Jesús, la
considera como una ofensa contra el sumo sacerdote y por eso le propina un
golpe. Jesús se mantiene firme, exige un proceso justo. No había nada malo en
su respuesta. Anás no sabe qué hacer con Jesús, por tanto le envía a Caifás
para que éste lleve a cabo el proceso oficial, que no podía empezar antes de
la madrugada. Afuera Pedro se esconde; afirma dos veces más que no es discípulo
de Jesús, aunque un pariente de Malco le había reconocido. Sólo el canto del
gallo le hace recordar las palabras de Jesús.
* "Yo soy", "No lo soy". Gracias a Dios la
fidelidad de Cristo tiene un alcance mayor que la negación de Pedro.
3. (18, 28-40) Jesús fue
juzgado rápidamente por el sanedrín y llevado ante Pilato en la fortaleza de
Antonio. A fin de no contaminarse, los judíos no entraron al pretorio, ya que
estaban en el tiempo de fiesta de la Pascua; pues la persona que estaba
contaminada no podía participar en la fiesta del Éxodo. Ellos querían
participar de esta fiesta, no sabiendo que Jesús era el verdadero Cordero
Pascual. En la acusación en contra de Jesús nos llama la atención el hecho
que ellos estén más empeñados en deshacerse lo antes posible de Él, que hacer
un proceso justo. En el fondo, no responden a la pregunta de Pilato acerca de
cuál era la acusación que tenían en contra de Jesús. Es lógico que es un
malhechor, dicen ellos, porque si no, no lo hubieran entregado al gobernador.
Pilato, en primera instancia, se abstiene de juzgar a Jesús y desea que el
caso sea solucionado entre los propios líderes religiosos según la ley de
ellos. De acuerdo a algunos intérpretes bíblicos, Pilato se habría burlado de
ellos al hacer sentirles que dependían de él para matar a Jesús. Pero es
mejor pensar que el sanedrín, sí tenía la autorización de hacerlo, mas no
podían matar a nadie en esta ocasión, pues era día de Pascua. Por esta razón
acudían a Pilato, ya que para él, como romano, no era ningún obstáculo
ejecutar a Jesús durante esta fiesta. Además era necesario que se cumpliese
la palabra de Jesús en relación a la muerte que iba a sufrir (cp. Juan 12, 32
y 33). Los judíos daban muerte lapidando a una persona, pero Jesús tuvo que
morir en una cruz para llevar nuestra maldición. Crucificar era la costumbre
de los romanos para sentenciar a esclavos y bandidos.
Ahora Pilato se retira al cuartel general donde
conversa con Jesús. Juan parte de la suposición de que sus lectores conocen
los evangelios sinópticos y saben que Jesús fue acusado de haberse proclamado
rey de los judíos. De modo que Pilato se pone a investigar para comprobar
cuáles eran las pretensiones de Jesús, si realmente Él se consideraba rey;
por eso le interroga, diciendo:"¿Eres tú el Rey de los judíos"? La
palabra `tú' es como si Pilato quisiera poner énfasis y decir: "Tú, que
de ninguna manera pareces tener una actitud agresiva de un líder
guerrillero". Jesús le hace también una pregunta: "¿Dices tú esto
por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?". Lo que Jesús quiere darle
a entender es: haz un juicio justo e imparcial. Partiendo de esta base, es
que el gobernador romano debe investigar el "caso Jesús". Pilato,
un tanto irritado, insinúa que aborrece a los judíos y que son ellos los que
han entregado a Jesús; él pregunta a Jesús: "¿Qué has hecho?" Al
decir Jesús, "Mi reino no es de este mundo", pareciera que no
contestara a la pregunta. Sus palabras, sin embargo, sí contienen la
respuesta adecuada a la pregunta de Pilato. El que su reino no fuera de este
mundo, significa que no surge de este mundo; no es un reino basado en la
fuerza política; no se defiende con las armas, en otras palabras, Pilato no
debe temer una revuelta por parte de Jesús. El reino de Cristo es espiritual,
lo que no significa que sea algo irreal, un reino de ideas e ideales, sino
que en el reino de Cristo reina el Espíritu Santo. Es un reino basado en la
obediencia de parte de los súbditos hacia su Rey Jesucristo. Este reino,
luego vencerá a todo el mundo, "no con espada, ni con ejercito, más con
el Santo Espíritu de Dios".
Pilato pregunta asombrado e insiste en saber si
Jesús es entonces un rey. Tanto en la pregunta de Pilato como en la respuesta
de Jesús se destaca la palabra "tú": "¿Eres tú rey?";
"Tú dices que soy rey". Ambos usan la misma palabra (rey), pero con
un sentido totalmente distinto, Pilato en sentido político, Jesús en sentido
espiritual. Eso produce para Pilato confusión. Jesús, sin embargo, sigue
hablando que el propósito de su vida era dar testimonio de la verdad (la
fidelidad de Dios en su designio al salvarnos). Pero para poder oír
(=entender y creer) hay que "ser de la verdad", es decir, tener un
corazón sincero que busca la vida de comunión con Dios. Pilato no es de la
verdad, esto lo demuestra con una observación de menosprecio: "¿Qué es
la verdad?" Quiere librar a Jesús, pero no lo hace; no está realmente
del lado de Jesús. Lo intenta sugiriendo que soltaría a Jesús, conforme a la
costumbre de soltar a un delincuente en pascua. Mas el pueblo elige,
instigado por sus líderes, a Barrabás, un ladrón en lugar del único Salvador.
* El que no se somete enteramente a Jesús, nunca puede mostrar
verdadero amor por Él. Síntesis aplicativa de temas importantes
1. Jesús se abstuvo de usar su poder en favor propio, voluntariamente
bebió la copa del Padre. Los que venían para llevar preso a Jesús se encuentran con una gran
sorpresa, están ante un Jesús lleno de majestad que no teme los momentos de
agonía que vendrán sobre su vida, sino que voluntariamente se entrega a sus
enemigos. Si solamente su palabra "Yo Soy" lanza a sus enemigos a
tierra, ¿cuánto más si quisiera desplegar todo su poder divino? Pero Él no
echa mano a su poder; Jesús está dispuesto a entregarse sin oponer ninguna
resistencia, a fin de ser llevado como oveja al matadero. Incluso prohibe a
sus discípulos comenzar una guerrilla, ya que la voluntad del Padre es beber
la copa de la ira de Dios por los pecados del mundo, y así librar a los
hombres (según Juan, "los que el Padre le ha dado") de la condenación
eterna. Esto nos enseña que si a veces Dios permite que sucedan algunas
cosas, no es por impotencia sino porque Él está llevando a cabo sus planes
anunciados ya en la eternidad.
2a. El amor y fidelidad de Jesús cubre aun nuestra propia infidelidad y
fracasos. No podemos poner en tela de
juicio la sinceridad de Pedro, de estar con Jesús en todo momento, pues
creemos que era verdadera. Lo que Pedro no entendía, cosa que nosotros
debemos aprender, es que la fidelidad hacia Jesús no puede basarse en nuestros
impulsos humanos, sino en la obra de Dios mismo en nosotros. Jesús no pidió a
sus discípulos que en esta ocasión se hicieran mártires, ellos se ofrecieron.
Pero pese a la negación de Pedro, Jesús seguirá amándolo y posteriormente lo
confirmará dentro del ministerio apostólico. Si nosotros no nos hemos podido
mantener fieles al Señor, ya sea por temor o inmadurez espiritual, sepamos
que Jesús no nos abandonará nunca, el continúa amándonos. Por tanto, nuestra
única esperanza ante Dios jamás puede ser nuestra piedad, sino el profundo
amor de Cristo. ¡No podemos tener mejor Abogado ante el Padre que Él!
2b. Jesús protege a sus discípulos aun en los momentos más difíciles. Nuestro Señor siempre
entendió que su camino al Calvario era un camino que Él debía recorrer solo,
sin la ayuda de ninguno de sus discípulos. Es por esta razón que siempre se
esfuerza en proteger a los suyos, primero delante de los que le
aprehendieron, y luego delante del sanedrín. A pesar de las luchas que debió
experimentar nunca perdió de vista el cuidado por sus ovejas. Nosotros
también podemos descansar seguros, sabiendo que el Señor siempre guardará de
nuestras vidas. Si cuidó a sus discípulos estando en la naturaleza de hombre,
¿cuánto más ahora que está a la diestra de Dios?
3. El reino de Jesús es el único que no posee armas terrenales. No
obstante, su poder es invencible. Es el Espíritu el que cambia los corazones y no una fuerza terrena.
El "mi reino no es de este mundo" no tiene nada que ver con una
mentalidad apartada de la realidad, más bien penetra en el mundo cambiándolo
enteramente. Apunta a sus medios que son totalmente diferentes. Jesús no nos
llama al uso de armas, sino a la obediencia por medio del Espíritu Santo. El
poder del Espíritu es mayor al de las armas más fuertes. Nuestra sociedad no
sólo necesita con urgencia cambios sociales, necesita corazones renovados por
el poder del Espíritu de Dios. Éstos son los que producen otra sociedad.
Juan 19
1. (19,1-16) Al sugerir al pueblo que eligiera
entre Barrabás y Jesús, Pilato ha tomado un camino sin salida. Azotó a Jesús
con el propósito de dejarlo posteriormente en libertad. En los momentos
cruciales Pilato no está presente, dándole ocasión a los soldados para que
éstos manifestasen hacia Jesús sus burlescos juegos antisemitas, con palabras
y actitudes llenas de sarcasmos. En la fortaleza de Antonio, se ha encontrado
en el pavimento un juego que parecía ser un juego de la realeza. En todo
caso, se mofaban de la pretensión de Jesús. Si Él es rey, entonces bien, le
adorarán como rey de los judíos. Descargan toda su furia hacia los judíos en
Jesús, dándole bofetadas y poniéndole una corona de espinas en su cabeza y un
manto de púrpura. De esta manera, Jesús logra tener la apariencia de un rey.
Pilato no sabe qué hacer. Sale y nuevamente
declara en forma pública que no encuentra ningún delito en Jesús y que lo
traería una vez más a la vista de la muchedumbre. Jesús llegó como un rey,
pero un rey que más parecía un espectáculo risorio y horrible. Pilato lo
llevó ante el pueblo para que ellos al mirarlo tan humillado como estaba
sintieran lástima de Él: "¡He aquí el hombre". La gente en lugar de
ser enternecida se siente enfurecida. No muestra ninguna compasión con un
Jesús que no se resiste a tal trato, y gritan: "Crucifícale, crucifícale".
En este momento Pilato desiste de otro acto jurídico. Decide devolver
"el hombre" al sanedrín y no aceptar el caso. En lo que se refiere
a él, los judíos mismos pueden crucificar a Jesús. Al ver este modo de
proceder en el gobernador romano, los judíos se sienten forzados a actuar con
más transparencia. Ahora que el procurador no ha admitido la querella
(rebelión y sublevación) y piensa poner a Jesús en libertad o devolver el
caso al sanedrín, deben traer otros argumentos. Sería una verdadera tontería
si los judíos mataran a Jesús acusándolo de incitar al pueblo contra los
romanos y negar pagar tributo al emperador, mientras que el poder opresor
había declarado su inocencia. Por lo tanto se ven obligados a demostrar la
acusación verdadera que tienen contra Jesús: "Se hizo a sí mismo Hijo de
Dios y según nuestra ley debe morir". Si el procurador no ve argumentos
para crucificar a Jesús, que lo haga en base al criterio religioso de ellos.
El temor embarga a este procurador; se siente
impresionado por esta nueva querella y conversa con Jesús. Si fuera verdad,
los dioses podrían vengarse de él. Pilato le pregunta de dónde es. Esta es la
pregunta esencial de este evangelio, ¿viene Jesús de Dios o no? Jesús no
contesta la pregunta. No debe justificarse ni defenderse. Esto le extraña a
Pilato, ya que él tiene el poder político de dejarlo libre o crucificarlo.
Jesús reconoce su poder, pero le aclara que es un poder que le fue otorgado
por Dios, y que contra su voluntad Pilato no podría hacer nada. Pilato no sabía
nada de ello; Caifás, quien lo había entregado, sí tenía mayor culpa. En las
palabras de Jesús resplandecen su dignidad y es por eso que Pilato procura
soltar a Jesús. Sin embargo, no es sólo víctima de su indecisión, sino
ejecutor de la voluntad de Dios. La voluntad de Dios concuerda con el plan
del sanedrín, que es la muerte de su Hijo.
Al conocer los judíos el plan de Pilato (soltar a
Jesús) recurren desesperadamente al último argumento, amenazándole que
informarán al emperador sobre este asunto. Entonces, aquel que antes quería
perdonar a Jesús, ahora piensa en sí mismo cediendo ante la voluntad del
sanedrín. Pilato se sienta en el tribunal que fue puesto en el lugar que se
llamaba el Enlosado (o, en hebreo, Gábata, un pavimento mosaico) para dar la
impresión de un juicio justo; aunque en realidad fue un juicio falso. Juan
menciona el día (el día viernes de la Pascua, un día de preparación para el
sábado) y la hora (todavía es temprano, son las 6 de la mañana). Pilato trata
de dar una última oportunidad a Jesús, diciendo al pueblo en tono burlón:
"¡He aquí, vuestro Rey!" ¿Quieren perder su esperanza de libertad?
Pero ellos gritaron: "¡Fuera, fuera, crucifícale!" Con palabras muy
claras se despojan de su rey; los sacerdotes primero y el pueblo excitado por
ellos, le siguen. Aquí se cumple lo que Juan había escrito en el primer
capítulo de su evangelio: "A lo suyo (nota: "vuestro
Rey") vino, y los suyos no le recibieron". Tampoco sirve el último
argumento de Pilato: "¿A vuestro rey he de crucificar?" Son los
principales sacerdotes quienes responden negando a Cristo como su rey; al
hacerlo niegan al mismo Dios. Para ellos, decir: "No tenemos más rey que
César", el emperador romano, era lo mismo que decir que habían rechazado
la teocracia. Ahora Pilato no puede hacer nada a favor de Cristo, pues ya
había cedido ante el pueblo, a pesar del tono burlón que había usado para con
ellos. Entonces lo entregó para que fuese crucificado. Ellos de inmediato lo
tomaron y se lo llevaron. La anhelosa espera de aquellos que querían ver
muerto a Jesús por fin había llegado.
* Fue Judas quien entregó a Jesús al sanedrín, el sanedrín a Pilato y
Pilato al sanedrín; pero en el fondo fue Dios quien entregó a Jesús para que
llevara nuestras culpas (Rom.8,32).
2. (19,17-30) Solamente Juan nos cuenta que Jesús
mismo llevó su cruz, es decir, la viga transversal; en el lugar destinado
estaban los palos para fijar estas vigas. Salió al lugar llamado la Calavera,
en hebreo Gólgota. La palabra `salir' quiere decir que Jesús salió de
Jerusalén para morir fuera de la ciudad. Jesús fue considerado como un
maldito y no pudo morir dentro de la ciudad santa. Allí en el Gólgota el
Señor fue crucificado. Nosotros estamos acostumbrados a las palabras cruz y
crucificado, pero en aquella época tenía una connotación horrible. El
condenado era colgado a la cruz con sogas; allí seguía una muerte lenta y muy
dolorosa. Junto con Jesús se crucificaron a otros dos, estando Jesús en el
medio; como si fuera el peor criminal.
Pilato coloca sobre la cruz de Jesús un título,
la inscripción de éste era: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos". El
título reflejaba la culpa del condenado. Muchos leyeron esta inscripción,
pues el Gólgota estaba ubicado cerca de la ciudad. El título estaba escrito
en tres idiomas: hebreo, el idioma de los judíos; en griego, el lenguaje
común; y en latín, el lenguaje de las autoridades romanas. Aunque la
intención fue, sin duda, molestar y humillar a los judíos, Pilato describió
inconscientemente con este título el gran alcance que tiene la obra de Jesús
en la cruz. Todas las naciones, incluyendo a los judíos, reconocerán a Jesús
como Rey. Los principales sacerdotes quieren que Pilato cambie las palabras,
de tal forma que debería escribir que Jesús había dicho, "Soy Rey
de los judíos". Todos quieren humillar a Jesús. Ahora Pilato se muestra
más terco que nunca en contraste con su debilidad demostrada durante el
proceso anterior y niega la petición de ellos.
* Todos buscan humillar a Jesús, mas no saben que Él es el Rey quien
se despojó de su propia vida por sus súbditos.
Los soldados que crucificaron a Jesús se
apropiaron de sus ropas (las sandalias, el turbante, el manto y el cinturón)
para repartirlos entre ellos. Juan hace referencia especialmente a la túnica
de Jesús, tal vez como una alusión a la túnica del sumo sacerdote, que
también era sin costura, indicando que Jesús es el verdadero Rey-Sumo
sacerdote. Sobre ella echaron suertes, cumpliendo así las Escrituras. Lo que
ocurre con Jesús no es el triste destino de un hombre, sino el cumplimiento
de la voluntad de Dios.
En contraste con los soldados crueles, se
encuentran tres mujeres cerca de la cruz y con ellas el discípulo Juan para
acompañar a Jesús en su dolorosa muerte. Las tres mujeres tienen el nombre de
María: la madre de Jesús, su hermana (o cuñada) y esposa de Cleofas, y María
Magdalena; de esta última, Jesús había echado fuera siete demonios. Aunque en
el evangelio de Juan, Jesús le llama dos veces a su madre "mujer"
(porque vale más la relación de fe que la relación de sangre) nunca mostró
una actitud indiferente hacia ella, al contrario Él vela por su cuidado,
hasta el último momento: Desde la cruz Jesús deja a su madre al cuidado de
Juan.
* El amor hacia Jesús crea nuevos vínculos de amor entre los
discípulos de Jesús.
Solamente en esta ocasión
oímos una expresión del sufrimiento físico de Jesús, cuando dice: "Tengo
sed". El propósito es mostrarnos una vez más que se cumplieron las
Escrituras (nótese que Juan emplea esta vez una palabra que es la misma que
el `consumado es' del v.30). Jesús sabe (cp. Juan 13,1 y 18,4) que ha
cumplido su misión de redención. Clamando "Tengo sed", recibe
vinagre, un vino agrio, que le permite decir a gran voz (según los otros
evangelios) "Consumado es" (en el griego `tetelestai'). Ahora
cumplió la gloriosa consumación de su misión. Llevó la culpa y la eliminó.
Todo había concluido, sólo restaba entregar su espíritu al Padre.
* La muerte de Jesús no fue un fracaso, sino una entrega voluntaria y
una expresión sublime de su amor.
3. (19,31-37) Los judíos no sabiendo qué hacer
con un Jesús crucificado, que era para ellos la impureza máxima, estaban
ansiosos de acelerar su muerte y sacarlo de allí, puesto que tal sentencia
contaminaba las festividades de la Pascua; por ello le pidieron a Pilato que
se quitaran los cuerpos. Además la ley exigía desprender los cuerpos de la
cruz en el mismo día de su muerte (Dt. 21,22-23). Un colgado llevaría una
maldición sobre el país. No hacerlo antes del día sábado, sobre todo el
sábado de la semana de la Pascua, sería peor. Era un sábado grande (como dice
el texto griego), de gran solemnidad; justamente porque era el sábado dentro
de la semana de la Pascua. Para Juan este sábado era aún más solemne, ya que
tenía una importancia histórica trascendental: la muerte de Jesús, el Cordero
de Dios.
Los soldados quebraron las piernas de los
crucificados, exceptuando las de Jesús. Hacer esto era una costumbre, la cual
era realizada para que aquellos que no murieran no se recuperaran nunca más.
Con Jesús hacen otra cosa: le atravesaron el costado con una lanza para
comprobar su muerte. De su cuerpo salió sangre y agua. Sin duda, Juan, al
mencionar este detalle, quiere expresar el poder purificador del agua y de la
sangre de Jesús (cp. 1 Juan 1,7 y 5,6). Podemos ver en el v.35, que Juan da
mucha importancia a este hecho, y que personalmente lo ha visto; dice por
tanto, que este testimonio es verdadero. Esto lo relata para que creamos.
Seguramente Juan piensa en el significado del sacrificio de Jesús, dado para
borrar nuestra culpa. Aquel que lo cree no se equivoca, porque tiene el
testimonio de la Escritura que dice que no sería quebrado hueso suyo. Podemos
ver en este texto tanto una alusión al Salmo 34,20 (que habla sobre el justo,
cuyos huesos Jehová guarda), como a Éxodo 12,46 (que ordena que no se
quiebren los huesos del cordero Pascual). De esta manera, Juan nos anuncia a
Jesús como el único Cordero de Dios. Con otra referencia a la
Escritura (Zacarías 12,10) el evangelista muestra una vez más que la muerte
de Jesús cabía perfectamente en el plan de Dios; no hay base para hablar de
un presunto fracaso de Jesús. Las palabras "Mirarán al que
traspasaron" ¿no han encontrado su primer cumplimiento en el día de
Pentecostés?
* El evangelio siempre nos exige fe en el sacrificio expiatorio de
Jesús; en razón de ello no podemos leerlo sin compromiso.
4. (19, 38-42) Una vez que Jesús hubo muerto, dos
hombres, que hasta ahora eran discípulos secretos de Él, entran decididamente
y con valor pidieron el cuerpo del Maestro. Éstos eran José de Arimatea y
Nicodemo -este último había conversado con Jesús de noche- que eran miembros
del sanedrín. Esto es un milagro en sí y nos hace entender que Dios no
abandonó a su pueblo (cp. Romanos 9-11). Mientras José le pidió a Pilato que
levantara el cuerpo de Jesús, vino Nicodemo con especias y lienzos para
cuidar el cadáver según la costumbre funeraria. `Afortunadamente' José (Mateo
27,60) tenía una tumba nueva en un huerto, cerca del lugar donde Jesús había
sido crucificado. Nadie había sido puesto en ella. Muchos judíos compraban
una tumba cerca de Jerusalén para esperar allí la venida del Mesías y la
resurrección de entre los muertos. Ahora es el Mesías en persona quien fue
sepultado en una de esas tumbas. Es la resurrección de Jesús la base para la
esperanza de la resurrección de todos los que han fallecido en Él. Esta vez,
Juan no hace referencia a Isaías 53,9, como podríamos esperar, pues ha
mostrado suficientes ejemplos de cómo Jesús ha cumplido las Escrituras.
Los preparativos funerarios se hicieron
precipitadamente, por ser un sábado muy solemne, puesto que era el sábado de
la (semana) Pascua. Pero existe otro motivo en Juan para dar tanto énfasis en
"la preparación de la pascua de los judíos" (cp. Juan 19,14,31 y
42): esta Pascua es tan especial porque simboliza el Éxodo de judíos y
gentiles hacia la vida eterna.
* La tumba de Jesús es la puerta por donde los creyentes pueden entrar
a la vida eterna.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. ¡He aquí el hombre! Adoremos a Jesús, quien en su humillación se
compadeció de nuestra situación. El "Ecce homo" de Pilato no tuvo ningún otro motivo que
despertar la misericordia del pueblo con Jesús, pero además expresa una gran
verdad: así se asemejó Cristo al hombre caído. El hombre que en un principio
fue el virrey y corona de la creación se convirtió en un hombre maldito por
el pecado. En la muerte de Jesús vemos el resultado de nuestra culpa. Sin
embargo, Jesús en su gran amor solidariza voluntariamente con nosotros. Aunque
parece ser un hombre impotente, está haciendo algo de una trascendencia sin
igual: cargar con nuestra maldad y quitarla; lo hace en favor de todos los
suyos.
1b. El destino de Jesús no está en las manos de los hombres, sino en
las de Dios. El gobernador romano, Poncio Pilatos, está convencido que él tiene
poder sobre la vida de Jesús. Quiere hacer que Jesús haga depender su vida de
la decisión que él, como juez romano, puede tomar. Pero esto es imposible.
Jesús hace descender a Pilatos de su estrado de autoridad, al revelarle que
su autoridad como gobernador no se la ha dado el imperio romano, sino Dios
mismo. Por tanto la vida de Jesús no depende de la decisión de un hombre; si
Él se encuentra camino al Calvario es por su propia voluntad, y no porque ha
sido víctima de la maldad de los hombres. Así también nosotros debemos
confiar toda autoridad y señorío a Dios; nunca encerremos a Dios en los
cielos pensando, como algunos creen, que el destino de la historia y de
nuestra propia vida esta sujeta a la voluntad del hombre. Todo gobierno puede
ejercer autoridad sólo porque Dios se la ha conferido y permitido.
2. Jesús el Rey se despojó de su poder y vida para dar acceso a sus
súbditos en su reino. Él es el Rey de los judíos y de toda la tierra, pero ejerce su realeza
de forma única. Si no vemos esto, entonces debemos interpretar su muerte como
un fracaso. Su triunfo en la cruz es su triunfo sobre la misma muerte, el
pecado y el poder de las tinieblas.
Mientras que la muerte de Jesús une a sus
adversarios, ella une de manera muy especial también a sus discípulos. El
amor de Jesús se transforma en una fuente dentro de nosotros para llevarnos a
la práctica de un amor mutuo. Meditar en el amor de Cristo es el mejor medio
para crecer en este amor.
3. La muerte de Jesús es un acontecimiento histórico que nos hace un
fuerte llamado a la fe. Juan recalca la muerte de Jesús como un hecho verídico, imposible de
buscarles argumentos que la desmientan. Los experimentados soldados romanos
creen que es una pérdida de tiempo quebrar las piernas a un hombre muerto, y
sólo le atraviesan una lanza en su costado.
A través del tiempo, especialmente durante los
últimos siglos, se han levantado pensamientos que alegan que la muerte de
Jesús no ocurrió en el Calvario sino años más tarde en otro lugar fuera de
Israel. Detrás de todo esto podemos ver mentes incrédulas seducidas por
Satanás. Juan no deja espacio para dudar de la muerte de Jesús; además
enfatiza con ella el cumplimiento total de las Escrituras. Afirmar que Jesús
murió en la cruz afirmar nuestra convicción de vida eterna.
4. Jesús es el Vencedor de la muerte, su causa y sus consecuencias. Para José de Arimatea y
Nicodemo todo ha concluido; se sienten en deuda con Jesús y lo único que
pueden hacer es darle un entierro digno. Pero no saben que la tumba de Jesús
es sólo una estación momentánea, pues Él resucitará de los muertos. Esta
victoria será el comienzo del cumplimiento de la resurrección que tanto
anhelaban los judíos.
Juan 20
1. (20,1-10) Juan comenta la historia de la resurrección
de Jesús, en primer lugar, desde el punto de vista de María Magdalena. Su
propósito no es negar la participación de otras mujeres que fueron a la tumba
junto con ella, sino que dar especial atención al encuentro que tuvo María
con Jesús. Es el primer día de la semana. Tal como empezó el primer día de la
creación, un día que brindó luz y vida, así este día es un día de triunfo
sobre los poderes de las tinieblas, la muerte y las fuerzas satánicas.
Siendo aún oscuro, María no puede esperar más, expresando
de este modo su gran amor hacia Jesús. Ya cerca de la tumba, la piedra fuera
de lugar, le causa sorpresa; en vez de hallarla tal como la había dejado, ha
sucedido algo extraño. En seguida vuelve a la ciudad para informar a los
apóstoles Pedro y Juan ("aquel al que amaba Jesús") de su
experiencia. Al llegar donde ellos estaban, les dice: "Se han llevado
del sepulcro al Señor y no sabemos donde le han puesto (nótese que el plural
de "no sabemos" indica también, según Juan, que María no fue sola a
la tumba)". Esta noticia es suficiente para averiguar personalmente lo
que ha ocurrido. Juan emplea dos veces la palabra `correr', tanto para María
como ahora para Pedro y Juan. Alrededor de la tumba encontramos personas muy
nerviosas, pues la resurrección va mucho más allá de su esperanza. El v.9 nos
dice que aún no habían entendido la Escritura, que habla de la necesidad de
la resurrección de Jesús. Sin la luz de la Escritura siguen las dudas y la
incertidumbre. Aunque ambos corrían, es Juan quien llega antes que Pedro, ¿a
lo mejor porque Juan era más joven? Juan llegó primero, echó una mirada a la
tumba, aunque por timidez y temor reverente no entró en ella. Vio los
lienzos, pero nada más. Al llegar Pedro, conforme a su carácter impulsivo,
entró en la tumba; él hizo un descubrimiento curioso que Juan no hizo. Vio
que los lienzos en los que el cuerpo de Jesús había sido envuelto, estaban
puestos en orden en un lugar, pero además se dio cuenta que el sudario estaba
enrollado en otro lugar. Ahora Juan también entra. El perfecto orden que
encontró en la tumba lo llevó a la fe en la resurrección, ya que este orden
echó por tierra un posible hurto de cadáver. Podemos traducir, diciendo que
Pedro comenzó a creer. Es una fe inicial en base de lo que observaba,
pero que todavía no se basaba en la Escritura. Juan, como los otros
evangelistas, hace hincapié en la única base firme de la fe: no es el orden
en que estaban las ropas de Jesús, sino lo que dice la Escritura. Las
evidencias son una añadidura; la Escritura debe ser suficiente.
Pedro y Juan volvieron a los suyos con un dejo de
esperanza, mientras que María, que llegó después, siguió en la incertidumbre.
* La única base firme para nuestra fe y esperanza es la fidedigna
Palabra de Dios.
2. (20,11-18) Aparentemente María había vuelto a
la tumba con los discípulos, pero un poco más tarde. Ésta no fue a su casa,
se quedó allí llorando por el profundo dolor que tenía. El dolor era tan
grande, que cuando se inclinó para mirar dentro de la tumba, vio a dos
ángeles con vestiduras blancas, pero no se dió cuenta de que eran seres
angelicales; el dolor la paralizó. Los ángeles estaban adentro, en el lugar
donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Era evidente que no se trataba de
hurto; los ladrones no se quedan en el lugar donde han robado. ¡La simple
presencia de los ángeles es entonces una señal de que Jesús vive! Ellos se
dirigen a María para saber por qué llora. María tiene un sólo pensamiento:
¿dónde está el cuerpo de Jesús?; ella desea poder tributar, de mejor forma
que antes, el postrer homenaje a Jesús. Ella no les brinda a los ángeles la
oportunidad de responder, sino que se volvió de la tumba y vio a Jesús.
Aunque el verbo griego indica que ella lo miró atentamente, aún con eso no le
reconoció, pues estaba cegada por el dolor que sentía. Tampoco reconoció la
voz de Jesús cuando dijo: "Mujer, ¿por qué lloras?" Jesús no la
sorprende, sino que le da el tiempo para expresar su tristeza. Pero pasado un
momento, Él rompe el círculo cerrado de dolor en el que María se encontraba.
Ella sólo sabe de la muerte de Jesús, y de la ansiedad por saber dónde estaba
el cuerpo de su Maestro. Con una sola palabra, Jesús le quita las cadenas de
amargura, llamándola por su nombre en arameo: `Mariam'. El timbre de la voz
ahora es suficiente para sacar a María de su profunda desesperanza. ¡Es Él,
Jesús, no cabe ninguna duda! María responde en el mismo idioma
(hebreo/arameo), diciendo: `Raboni', Maestro mío. En seguida trata de tocar a
Jesús, pero Jesús se lo prohibe. Después permitirá a Tomás hacerlo. Se lo
prohibe a María, es decir, pide que le suelte; ella quiere seguir la misma
vida anterior: un Salvador que esté siempre aquí en esta tierra. Es por esa
razón que Jesús prohibe a María tocarle ("No me toques"), pero sí
se lo permite a Tomás ("Pon aquí tu dedo", v.27), ya que para Tomás
es sólo una prueba de la resurrección. Por el momento no hay una re-unión
permanente para ella, puesto que Jesús debe ascender al Padre y luego venir
otra vez para estar siempre con los suyos. Entre tanto, la comunión
con Jesús se realiza a través del Espíritu Santo. De modo que para María
también es necesaria la partida de Jesús. En vez de disfrutar de la presencia
de Jesús, debe avisar a los discípulos de su partida, de la ascensión a su
Padre y Dios, quien es también el Padre y el Dios de ellos. Las palabras
"mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios", muestran
claramente que Jesús es el Hijo unigénito, de tal forma que nadie tiene la
misma relación hacia Dios como Él la tiene. María vuelve nuevamente a los
discípulos, pero esta vez lo hace libre de incertidumbre; había experimentado
un encuentro real y personal con el Señor.
* El trato familiar con Jesús se hace efectivo a través de la obra del
Espíritu Santo y el escuchar sus promesas en confianza y gozo.
3. (20,19-23) El domingo en la noche (Juan
escribe para no judíos; para los judíos, la noche pertenece al día
siguiente), se habían reunido los discípulos de Jesús. La luz brillante de la
resurrección todavía no ha disipado las nieblas de duda que les embargaba.
Las puertas están cerradas, por temor a los judíos. Estas puertas, sin
embargo, no son una barrera para que Jesús entre. ¿No ha abierto Él las
puertas del reino de la vida que estaban cerradas para los pecadores? Al entrar
Jesús, hizo a los suyos el saludo acostumbrado y normal: "Paz a
vosotros". Pero en la boca de Jesús y en las circunstancias del momento,
esta salutación, se transforma en algo con un profundo sentido: es el Jesús
vivo que trae paz a los suyos, mientras que sus heridas nos hablan de la base
de nuestra paz con Dios. En seguida les muestra las manos y el costado. El
cuerpo glorificado de Cristo sigue teniendo las señales de la muerte, lo que
nos manifiesta el valor permanente de su sacrificio. A la vez las señales del
sacrificio muestran la nueva gloria de Jesús: es el mismo Jesús que está
aquí, aquel que sufrió la muerte, pero la venció. Los discípulos creyeron en
el Señor y se regocijaron viendo a su amado maestro; entonces se dan cuenta
de su triunfo, y de que Jesús nuevamente está con ellos. Como María, también
ellos deben aprender que la estadía de Jesús es temporal, es decir: Jesús
llegaba para salir otra vez. Llegó para encomendarles un mandato especial.
Pero antes de hacerlo, dice nuevamente "Paz a vosotros". Podemos
comparar estas palabras con lo que Jesús había dicho antes (14,27 "La
paz os dejo, mi paz os doy"). Para los discípulos la muerte de Jesús era
motivo de gran dolor. Ahora Jesús se prepara para irse al Padre, pero les deja
su paz antes de darles sus mandatos. A través de esa paz los discípulos
estarán preparados para cumplir las órdenes de Jesús. Ahora son también
partícipes del mismo mandato: como el Padre le había enviado a Él, así
también Jesús les envía a ellos. Por supuesto, hay diferencia en el mandato
de Jesús y el de ellos. Jesús tuvo que quitar la culpa del mundo; los
discípulos deben entregar este mensaje a todos los hombres. Para hablar con
autoridad necesitan del Espíritu Santo. Por lo tanto, Jesús sopló -mostrando
que es su Espíritu el que los discípulos recibirán- para luego decirles:
"Recibid el Espíritu Santo". Las palabras de Jesús son una
anticipación a Pentecostés, en donde los discípulos recibirán al Espíritu en
plenitud. Ellos pueden remitir o retener los pecados de sus oyentes. La
autoridad no es la de ellos, sino de la Palabra de Jesús. Por eso la Iglesia
Protestante nunca ha pensado en la autoridad de personas (como obispos y
sacerdotes), sino en la autoridad de la Iglesia en su administración de la
Palabra de Jesús. Es el privilegio de la Iglesia poder predicar el perdón de
los pecados por la fe, pero también por otro lado, la condenación en caso que
la predicación no halle fe genuina sino incredulidad.
* El Señor de la paz ha encomendado a su Iglesia un mensaje de paz.
Sólo podemos esparcirlo mediante el poder del Espíritu Santo.
4. (Juan 20,24-31) "Pero Tomás", uno de
los doce no se había reunido con ellos y por esta razón no había podido
disfrutar de la aparición de Jesús. Ahora se hallaba en un mar de dudas, que
sólo pueden evaporarse con el resplandor de las evidencias, es decir,
"ver y tocar las señales del sufrimiento de Jesús". Él, en su gran
misericordia, se lo permite, dándole una nueva oportunidad. Las puertas
siguen cerradas. La luz de la resurrección aún no ha disipado todas las nubes
de dudas. Sólo el Espíritu después de su derramamiento lo hace. Nuevamente
Jesús ofrece su paz y permite que Tomás toque su costado y mire sus manos;
esto lo hace con un sólo propósito: hacer desaparecer la incredulidad. Aquí Juan
une la reprimenda de Jesús para Tomás, "el tener que creer sin
ver", con el tema central de su evangelio. Muchos intérpretes dicen que
los vv.30 y 31 nos entregan el primer objetivo del evangelio. Vemos que Juan
en estos versículos destaca con gran énfasis el propósito de todos los
relatos que había contado: creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
enviado por Dios en favor nuestro para que, creyendo, tengamos vida en su
nombre, una nueva vida a través del perdón de nuestros pecados. Así podemos confesar
públicamente junto con Tomás: "Señor mío y Dios mío".
* Bienaventurados los que creyeron sin ver cara a cara al Jesús
resucitado.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. A veces ocultamos nuestra incredulidad detrás de algo que nos
parece lo más lógico. Sin duda alguna María Magdalena también debió haber escuchado de la
boca de Jesús la resurrección que Él cumpliría al tercer día, ¿pero cuál es
su primera conclusión al ver la tumba vacía? Ella busca una razón lógica para
el desaparecimiento de Jesús, diciendo que alguien se ha llevado el cuerpo
muerto de su Señor y lo ha puesto en otro lugar. María es muy fiel al Señor,
pero debemos admitir que existía en ella, como también existe a veces en
nosotros, un dejo de incredulidad. Al igual que María, nosotros también
podemos amar a Dios, pero seguir creyendo que es el hombre quien interviene
en algunos asuntos y no el Señor.
1b. Nuestra fe en la resurrección de Jesús debe estar plenamente
fundada en la Palabra de Dios. La reacción de los primeros testigos de la tumba vacía nos lleva a la
conclusión que los discípulos no esperaban la resurrección de su Señor, la
cual Él ya tantas veces les había anunciado. Aun las evidencias de la tumba
vacía no lograron disipar todas las sombras de duda que había en ellos. La
razón de esta persistente incredulidad no era la falta de evidencia, sino el
no entender la Escritura, en donde se nos dice que era necesario que Jesús
resucitase de los muertos. Para nosotros es un asunto de fe creer en la
resurrección de Jesús, aun sin haberlo visto como lo vieron sus primeros
discípulos. Es por esta razón que para la resurrección de Jesús y de todos
los eventos milagrosos que ocurrirán necesitamos la iluminación del Espíritu
Santo para poder comprender y aceptar por la fe la Palabra de Dios.
2. Por medio del Espíritu Santo debemos descansar confiadamente en las
promesas de Dios y no andar en busca de experiencias que nos hagan creer. Podemos entender a María
Magdalena en cuanto a su deseo de seguir unida al Jesús terrenal (antes de su
muerte y resurrección). Posiblemente, nos cuesta también aceptar el contacto
con Jesús sólo por medio de la fe. Sin embargo, no queda otra posibilidad,
pero ella es suficiente, ya que es el Espíritu quien derrama el amor de Dios
en nuestro corazón.
3. Antes de predicar el evangelio debemos saber que la paz de Dios nos
acompaña. Necesitamos el Espíritu
Santo para poder predicar el evangelio con poder. Él nos otorga la autoridad
que necesitamos. La autoridad no es nuestra, sino que proviene del Señor. Mediante
la predicación se abren y se cierran puertas. Si la predicación produce fe en
los que la escuchan, éstos tienen acceso al perdón de Dios; mientras que
aquellos que no la reciben con fe, deben seguir viviendo bajo el peso de sus
propios pecados, sin el perdón de Dios. ¡Cuán grande es la responsabilidad
tanto de los predicadores como de los oyentes!
4. Para creer en la Palabra de Dios no debiéramos necesitar pruebas
que la autentifiquen o que provoquen en nosotros fe en ella. "Creer" es una
palabra que sólo se hace realidad por medio de la fe. Tomás tiene dos
evidencias de la resurrección de Jesús: las palabras del Señor mismo y la de
los testigos que lo vieron resucitado. Pero Tomás aun así insiste en su
incredulidad. Para él, creer sólo es posible por medio de una evidencia
tangible, un experiencia extraordinaria. A veces nosotros pensamos de igual
manera, creyendo que es necesario ver algún hecho asombroso para recién
comenzar a creer en el poder de Jesús, en la Palabra de Dios. Confiemos
plenamente en La Palabra, sin la necesidad de ver, ya que sólo así seremos
verdaderamente bienaventurados.
Juan 21
1. (Juan 21,1-14) Este capítulo nos traslada a
Galilea para informarnos de la tercera aparición de Jesús, cerca del mar de
Tiberias (o de Galilea). Es una nueva manifestación de Jesucristo. Mientras
que en el último capítulo de Lucas se destaca en gran manera la enseñanza
de Jesús, Juan pone mucho énfasis en la revelación de Jesús (cp.
1,31;2,11;17,6 y también 21,14). Jesús revela su gloria como el Cristo. Es
curioso el rol que juega Pedro en este capítulo: además de recibir el perdón,
Jesús lo restablece en su ministerio.
Los discípulos estaban en Galilea esperando a
Jesús, de modo que no estaban trabajando como pescadores, sino aguardando la
venida de su Señor. Su experiencia compartida de la resurrección y la orden
de Jesús a que lo esperaran allí, los hizo volver a su tierra natal. Esta
vez, Tomás está participando con ellos: no quiere perderse el encuentro con
Jesús. En total son siete los que están presentes. Para Pedro la inactividad
era insoportable. A lo mejor también necesitaban pescar y así proveer para su
mantención. El ver el mar y el bote, es suficiente para que él diga "voy
a pescar". Seguramente, a través de esta historia, Jesús les quiere mostrar
a sus discípulos una de las verdades de su reino. Luego través de una noche
sin pesca les hace ver lo que había dicho en Juan 15,5: "Separados de
mí, nada podéis hacer". Por otro lado, `el extraño' a la orilla del mar
muestra también la otra verdad: "En esto es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos" (Juan 15,8; cp. también
15,16). La noche sin fruto cambia inmediatamente cuando Jesús, sin revelarse
a ellos, les pregunta: "Hijitos, ¿tenéis algo de comer?" La palabra
hijitos es una palabra llena de amor paternal. En forma fría y lacónica los
discípulos responden `no'. A nadie le gusta mostrar en público su fracaso. En
la presencia de Jesús podemos fracasar, pues Él es capaz de cambiar el
fracaso en éxito. Pero para ello debemos obedecer a su orden: "Echad la
red a la derecha (es contra la costumbre) de la barca y hallaréis".
* En el reino de Dios tenemos que orientarnos no tanto en nuestras
capacidades, sino en las instrucciones de Jesús.
El resultado es grande. Los discípulos no podían
sacar la red por la gran cantidad de peces, 153 peces grandes. No hay por qué
especular en cuanto al número. Sólo es una promesa de otra pesca: la de
hombres (cp. Lucas 5,1-11)(nótese que este pasaje habla de una pesca enorme;
el siguiente ministerio (de Pedro) de ser pastor de las ovejas de Jesús).
Es Juan quien, por su íntima amistad con Jesús,
intuye que es el Señor; mientras que se aprecia nuevamente el carácter
espontáneo de Pedro, quien en seguida se echó al mar para ir al encuentro de
su Señor. Pero antes se ciñó la ropa, pues sería una falta de respeto saludar
a Jesús sin ir adecuadamente vestido. Cuando todos llegaron a la orilla
(estaban distantes sólo unos 200 codos, es decir unos 90 metros) los
discípulos se daban cuenta de que Jesús tenía todo lo que ellos necesitaban:
fuego, un pez encima de él y pan. Pero igual pide de los peces que recién han
pescado. Jesús tiene todo, no necesita nada de nosotros, pero aún quiere usar
lo que nosotros tenemos, pese a que lo nuestro sea un don suyo.
A pesar de la gran cantidad de peces la red no se
rompió. "Si algún simbolismo hay en que la red no se rompiera, sería que
las almas ganadas mediante el servicio dirigido por Cristo no se perderán,
sino que serán preservados hasta alcanzar la playa celestial" (E.F.
Harrison). Luego de haber sacado todos los peces, Jesús les invita a tomar
desayuno, "Venid, comed". Él es el anfitrión, los discípulos los
invitados. Tenemos un Señor dador, le gusta compartir lo suyo, compartir la
amistad, el compañerismo. Siempre es Él quien toma la iniciativa. Se respira
una atmósfera muy solemne en estos momentos; nadie quiere preguntar
directamente si es el Señor o no. Todos lo saben, pero el que Juan lo
mencionara, expresa la solemnidad un poco amedrentadora que había en los
discípulos. Vino Jesús, tomó el pan y les dio, y asimismo hizo con el
pescado. Parece que todo ocurre en silencio, sin muchas palabras. Jesús dijo
todo lo que tenía que decir. Ahora, todos esperan la venida del Espíritu
quien los guiará a toda verdad. El énfasis está simplemente en la aparición
majestuosa de Cristo. Fue la tercera manifestación, después de haber
resucitado de los muertos.
* Los discípulos deben saber, sin ninguna duda, que Jesús vive; que es
el Cristo, el Hijo de Dios, y que obedeciendo a su orden, y mediante su
poder, pueden ganar almas.
2. (Juan 21,15-19) La
finalización de la comida fue a la vez el inicio de una entrevista de Jesús
con Pedro en presencia de los demás. Después de la triple negación que
hiciese Pedro de Jesús, él necesita una rehabilitación pública. Es notable
que a pesar que el evangelio siempre habla de Pedro o Simón Pedro, Jesús
vuelva al nombre Simón (tal como se llamaba, antes de que Jesús lo llamara
para ser parte de sus discípulos). Las preguntas de Jesús a Pedro tienen el
objetivo de restaurarlo a su ministerio como apóstol. Recibe la oportunidad
de confirmar tres veces su amor por Jesús. La presencia de otros discípulos
era necesaria, pues Pedro había asegurado que el amor suyo era mayor que el
de ellos. Pedro estaba dispuesto, sea como sea la reacción de sus amigos, a
morir por Jesús (cp. Mateo 26,33; Juan 13,37). Por eso Jesús le hace la
pregunta: "¿Simón, Hijo de Jonás, me amas más que éstos?" Pedro
contesta la pregunta recurriendo al conocimiento que Jesús tiene de su amor,
pero esta vez no se considera por encima de los demás. Simplemente dice a
Jesús que le ama. [8]
Jesús acepta la confirmación
del amor de Pedro, confiándole el cuidado de sus corderos y ovejas. [9] Este es un privilegio muy
alto, pues son los corderos y ovejas de Jesús, por quienes Él puso su vida (Juan
10,15). Apacentar y pastorear (nuevamente sinónimos) tienen lugar a través de
la predicación, la oración, la exhortación y sobre todo a través de ser
buenos ejemplos de amor y humildad para las ovejas (comp. lo que Pedro dice
sobre la dirección pastoral en Hechos 6,4 y 1 Pedro 5,2-4).
Después de confirmar dos veces su amor hacia
Jesús, el Señor le repite la misma pregunta como si pusiera en duda el amor
de Pedro por Él. Sin embargo, tenía toda la razón; Pedro lo entiende y se
entristece. ¿No había negado tres veces a Jesús? Pedro debe recurrir
nuevamente a Jesús, quien sabe todas las cosas, para ser comprendido y ver
que en el fondo de su corazón todavía existe amor por Él. El Señor no le
retira su vocación, sino que la confirma por tercera vez, informando a Pedro
que seguirlo (a Jesús) tiene un costo muy alto. Llegaría el tiempo en el cual
Pedro podría disponer de su propia vida. Pero a la vez, llegará el momento en
que otros dispondrán de la suya. Las palabras de Jesús son una descripción de
la forma en que Pedro moriría por la causa del Señor. Esta muerte no vendría
de inmediato, sino cuando Pedro sea viejo. Como Jesús glorificó al Padre por
su muerte en la cruz, así la muerte de Pedro glorificará a Dios, ya que es la
última consecuencia de su amor hacia Dios y las ovejas de Jesús. Según la
tradición de la iglesia, Pedro también fue crucificado, pero conforme a su
deseo personal, con la cabeza hacia abajo.
* El amor de Cristo restaura a la oveja caída (Pedro) en el ministerio
pastoral. Una oveja caída y perdonada puede por excelencia llegar a ser un
buen pastor del rebaño.
3. (Juan 21,20-25) una vez que Jesús hubo
mostrado a Pedro sus pensamientos acerca del futuro, lo llama a servirle con
el primer llamamiento: "Sígueme". Esta palabra ahora tiene un sentido
más profundo, ya que Pedro ahora sabe lo que implica seguir a Cristo. Seguir
a Jesús es seguirlo hasta la cruz. Pedro hizo en este momento algo muy
humano, diciendo: "¿Y qué de éste?" apuntando a Juan, su mejor
amigo. Tiene curiosidad con respecto al futuro de su amigo, a tal punto que
lo lleva a su pregunta. En ella, Jesús muestra que su voluntad para la vida
de Pedro no necesariamente es igual a su voluntad para con Juan; si Jesús
quiere que Juan viva hasta su retorno, es porque es su voluntad. Pedro no
tiene nada que ver con eso. Debe preocuparse sólo de si él está realmente
siguiendo a Cristo o no. Los presentes interpretan mal esta palabra de Jesús
como si Él hubiera dicho que Juan nunca moriría.
Por último, Juan afirma la verdad de todo lo que
ha escrito. Sus primeros lectores saben que lo que él ha dicho es verdad. Él,
como testigo ocular, dio testimonio de lo que había visto y escuchado de
Jesús. Pudo haber escrito muchísimo más, pero lo que escribió es suficiente
para creer en Jesús.
* Nuestra única preocupación debe ser creer y seguir a Jesucristo,
nuestro Señor.
Síntesis aplicativa de temas importantes
1a. Los contratiempos de nuestro trabajo para el reino de Dios deben
llevarnos hacia una dependencia mayor en Jesús. Es una lección difícil si nuestra labor no da
el resultado querido, sobre todo si nos consideramos bien capacitados. Sin
embargo, son precisamente los fracasos los que nos hacen ver que no es bueno
descansar en nuestros dones ni en nuestra habilidad, sino en la obra de
Cristo a través de su Espíritu. Confiando en Él podemos llevar muchos frutos.
1b. Impresionémonos más por la majestad de Jesús, que por la
incredulidad de parte del mundo. Jesús se reveló para manifestar algo de su majestad. Nosotros no
podemos experimentar las mismas apariciones físicas de Él, pero sí es posible
percibir algo de la misma majestad de Jesús cuando escuchamos con reverencia
su Palabra. Necesitamos tal actitud para poder soportar la incredulidad o
indiferencia de parte del mundo, y para que nosotros mismos no nos
desalentemos en la fe.
2a. Pastorear las ovejas de Jesús es un alto privilegio que no
merecemos. Sólo por la gracia de Cristo asumimos tan loable actividad. Los mismos líderes de la
iglesia nos sentimos a menudo indignos para una tarea tan elevada, pues
tampoco nosotros somos siempre fieles al Señor. Si reconocemos humildemente
nuestra indignidad y expresamos nuestro amor, pese a nuestras fallas,
encontraremos a un Señor lleno de misericordia. Aquel pastor que conoce bien
la misericordia del Señor hacia sus innumerables falencias, puede ser un
excelente guía espiritual.
2b. Sólo Jesús puede restaurar a un ministro del evangelio a su
ministerio. Esto no quiere decir que
nosotros no podemos hacerlo, al contrario, si somos guiados por el Espíritu
Santo buscaremos la incorporación de algún ministro que ha fallado, pero que
se ha arrepentido verdaderamente, al ministerio pastoral. Pero sin duda alguna
esto no es una tarea fácil de llevar a cabo, pues es bastante delicada.
Podemos aprender también del encuentro de Jesús
con Pedro, y cómo éste fue incorporado nuevamente a sus labores apostólicas,
la manera en que debemos integrar a la comunión a un hermano que había tenido
algún desliz en su vida cristiana; el primer paso en esto es confirmar
nuestro amor por él, y luego hacerle sentir que confiamos en él para el
cumplimiento de alguna labor.
3. "Estoy muy preocupado por ti". Pero ¿dónde está el líder
que se preocupa por su propia vida? Al igual que Pedro por lo general queremos saber que será de los
demás. Pero nuestra primera preocupación debe ser si nosotros mismos seguimos
fielmente al Señor. Pongamos nuestra fe en Jesús y compartamos la Palabra de
Dios de tal forma que también otros busquen la vida en Cristo.
Rev. Pieter J. Den Admirant: LÁMPARA ES A MIS PIES TU PALABRA
Este libro fue editado y distribuido por Fundación En la Calle Recta.
Más información en su sitio de web: www.enlacallerecta.es
En cooperación con la Liga Misionera Reformada en la Iglesia Reformada
en Holanda
[1] Los fariseos eran un grupo relativamente pequeño de hombres; éstos, no
sólo eran escrupulosos en el cumplimiento de la ley de Dios, sino que además
habían agregado un gran número de mandamientos. Ellos formaban una secta
religiosa, y su nombre quiere decir algo así como "puro o
separado".
[2] La hora sexta sería
medio día, de acuerdo al cálculo del horario judío; sin embargo, es más
probable que Juan se adaptara al cálculo del horario romano, y de acuerdo a
él serían las seis de la tarde, (comp 1,39).
[3] Tiberia era la ciudad
construída por Herodes Antipas entre los años 26-27 d.C. como la nueva
capital de la provincia; su nombre es en honor al emperador Tiberio.
[4] La expresión "dar
gloria a Dios" se usaba para llevar a alguien a la confesión de sus
pecados (ver Josué 7,19). En este caso es sobre todo una invitación para que
el hombre sanado hable toda la verdad acerca de su sanador.
[5] "Levantado de la tierra" se refiere tanto a la muerte
como a la resurrección, aunque aquí sobre todo es una alusión al sacrificio
de Jesús en la cruz, el v.33.
[6] Jesús llama a su Padre `el Labrador' para expresar su unión con el
Padre y además su obediencia.
[7] Con estas palabras, Jesús hace referencia al despojamiento de su
gloria divina y a su humillación en la encarnación; además, su partida del
mundo al Padre puede entenderse en doble sentido: primero, a su muerte,
resurrección y ascensión; y segundo, al reencuentro con la gloria
pre-existente que tenía junto a su Padre.
[8] Hay intérpretes que destacan la diferencia entre la palabra que
emplea Jesús en dos oportunidades (agapao) y la palabra que Pedro usa
(phileo) y también Jesús en la tercera pregunta. La primera `agapao'
significaría un amor más profundo, phileo un amor de otro nivel (como entre
amigos). Me parece mejor pensar en la preferencia de Juan usar palabras
distintas. `Phileo' se puede también emplear en un sentido muy profundo (cp.
Juan 5,20: El Padre ama (philei) al Hijo.
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